Después de Diciembre

Capítulo 6

Cuando abrí los ojos, tardé unos segundos en acordarme de lo que había 
pasado la noche anterior. Bajé la mirada y vi que tenía dos brazos alrededor. 
Y seguía notando el aliento de Jack en mi nuca. Parpadeé varias veces, 
intentando creerme que eso era real. Cuando intenté separarme, él apretó los 
brazos y murmuró algo en sueños.  
Seguía teniendo los dedos sobre el dorso de su mano. Lo había estado 
acariciando hasta que se había quedado dormido y ni si quiera me había 
dado cuenta. Era como si me saliera solo. 
Conseguí deshacerme de su agarre con toda la suavidad que pude reunir 
para que no se despertara. Él seguía durmiendo tranquilamente. Lo miré 
durante un momento y no pude evitar una sonrisa estúpida. 
—Buenos días, cuñadita bonita. 
Di un respingo y mi sonrisa estúpida se borró de golpe cuando vi que 
Sue y Mike me miraban con sonrisas malévolas desde la barra. Will estaba 
preparándose unas tostadas. Él, al menos, intentaba ocultar su diversión. 
—Eh... hola —murmuré, poniéndome roja. 
—¿Has dormido bien? —Mike levantó y bajó las cejas. 
—¿Has dormido calentita? —sonrió Sue. 
Mi cara estaba completamente roja cuando noté que, a mi lado, Jack se 
removía. Vi que abría los ojos y se quedaba mirando a los demás, que 
seguían con sus sonrisitas malvadas. Después, me miró a mí, miró hacia 
abajo y tardó dos segundos más en darse cuenta de que habíamos dormido 
juntos.  
Parpadeó varias veces y frunció el ceño. 
Oh, no. 
Dime que se acuerda, por favor. 
—He ido a por desayuno para todo el mundo —Will interrumpió mi 
momento de pánico interior—. Espero que os gusten los gofres. Con sirope de chocolate. 
Me puse de pie con la excusa y me acerqué a la barra. Agarré uno de los 
platos y el olor a dulce hizo que me rugiera el estómago. Will me sonrió 
cuando me metí un trozo de gofre en la boca. 
—Buen provecho. Hay más si te quedas con hambre. 
—¿No era Naya la cocinera de la casa? —pregunté con la boca llena. 
—Naya dormirá un rato más —él puso los ojos en blanco. 
Junto a Will, Mike sonreía ampliamente a Jack, que se acercó y se sentó 
en el taburete de mi lado con aspecto de no haber dormido en años. Seguro 
que la resaca era bonita. Se frotó los ojos con las manos, suspirando. 
Mike no había borrado su sonrisa. 
—Buenos días, hermanito. 
—Mike, ahora mismo tu voz hace que quiera tirarme por la ventana —le 
dijo con voz áspera, apoyando los codos en la barra y la cara en sus manos. 
—Las consecuencias de una noche loca —anunció Sue. 
—¿Quieres comer algo? —le ofreció Will. 
—Aléjame eso o vomitaré —murmuró Jack de mala gana, apartando el 
plato. 
Sue y Mike se rieron disimuladamente de él mientras yo me tomaba la 
libertad de comerme su gofre. Ya estaba por la mitad del segundo cuando 
Naya apareció, bostezando. Se quedó parada un momento cuando vio que 
había dos almohadas en el sofá, la ropa de Jack en el sillón y la puerta de mi 
habitación estaba cerrada. Empezó a atar cabos y, en menos de dos segundos, 
ya tenía los ojos entrecerrados clavados en mí. 
—Buenos días —dijo von su voz de investigadora privada. 
—Hola —murmuré con la boca llena. 
Will le sonrió cuando ella se acercó a darle un pequeño beso de buenos 
días. Jack y yo nos quedamos mirándolos un momento con una mueca. 
El resto del desayuno transcurrió bastante silencioso por mi parte. 
Estaba ocupada intentando no mirar a mi derecha con todas mis fuerzas. ¿Se 
acordaba de lo que había pasado? Las únicas veces que me había girado, lo 
había visto con la mirada perdida en la cocina o resoplando mientras se 
masajeaba las sienes con los dedos. 
Bueno, al menos, no habíamos discutido.

Mike no tardó en desaparecer y Sue se encerró en su habitación, 
dejándome con los tres restantes. Supe que Naya quería decirme algo al 
instante en que me dedicó una sonrisa inocente.  
—Oye, Jenna, ¿te apetece que vayamos a por algo de comer? 
—Son las diez —le dijo Will, confuso. 
—Pero tenemos que comprar algo, luego cocinarlo... eso lleva tiempo, 
cariño. ¿Vamos o no, Jenna? 
—¿Eh? Sí, claro, claro... 
—Genial, voy a ducharme. 
Yo aproveché para ir a vestirme. Como sabía que Naya tardaría una 
eternidad, tampoco tuve mucha prisa. Cuando volví al salón, solo estaba 
Jack sentado en el sofá mirando su móvil. No dijo nada cuando me acerqué a 
rescatar mi móvil de la mesa y le mandé un mensaje de Shanon diciéndole 
que tenía que hablar con ella. 
La echaba tanto de menos... 
Por suerte, Naya apareció sin que tuviéramos que intercambiar una 
palabra. 
—Vamos —me agarró del brazo y se giró hacia ellos—. Te la robo por 
un ratito, Ross. 
Él levantó la mirada y la clavó en mí durante un momento, pero no dijo 
nada. Yo volvía a estar roja —sí, otra vez— cuando Naya cerró la puerta de 
la entrada. 
—¿Que me robas? ¿Qué...? 
—Me encanta sembrar el caos —sonrió ampliamente. 
—Pues a mí no me gusta tanto, Naya. 
—¡Estoy alterada por el embarazo, a veces no puedo evitarlo! 
—Llevas tres semanas embarazada. No te ha dado tiempo a alterarte. 
—Dijo la experta en embarazos. 
Fuimos al supermercado mientras yo le contaba todo lo que había pasado 
la noche anterior. Ella escuchó atentamente, achinando los ojos en señal de 
concentración. 
—Está tan enamorado de ti... —suspiró. 
No dije nada. No sabía qué decir.

—Quiero decir, eso ya lo sabes, él mismo te lo dijo —sonrió 
ampliamente—. ¿Os besasteis? 
—No, Naya. Estaba borracho. 
—Ya, ya. Pero... ahora mismo no está borracho. 
Le dediqué una mirada de advertencia. 
—¡Vaaaale! —puso los ojos en blanco—. Pues será esta noche. Porque 
ya me encargaré yo de que estéis solos un buen rato. 
—¿Eh? ¿Qué vas a hacer? 
—Un mago nunca desvela sus trucos, querida. 
Volvimos a entrar en el edificio. En el ascensor, noté que mi móvil 
empezaba a vibrar. Ella asintió con la cabeza cuando le pregunté si le 
importaba que respondiera. Era Shanon. 
—A ver, ¿ya estás en problemas otra vez? 
Sonreí. Siempre con actitud ganadora. 
—Necesito tu consejo. 
Naya me miró de reojo, pero no dijo nada. 
—¿En qué? ¿Temas sexuales? Usa protección. 
—Dijo la chica con un hijo. 
—¡Por eso te lo digo! Hablo desde la experiencia. Es decir... eh... Owen 
es una bendición y todo eso, pero ya me entiendes. 
Suspiré. 
—Tiene que ver con Ross, ¿no? —me preguntó. 
—Sí... te has perdido muchas cosas. 
—Ahora te quiero un poco menos. 
—¿Eh? ¿Por qué? 
—Porque no me lo has contado. Has roto nuestro amor de hermanas. 
Bueno, ¿qué pasa? ¿Sigues pillada de él? 
Parpadeé varias veces, sorprendida. 
—¿Cómo...? 
—Solo responde. No tengo mucho tiempo. 
—Sí, es eso —murmuré, viendo que ya llegábamos al tercer piso. 
—Sigues queriendo estar con él, ¿no? 
Silencio. 
No necesitó que respondiera para seguir hablando.




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