Cuando abrí los ojos, tardé unos segundos en acordarme de lo que había
pasado la noche anterior. Bajé la mirada y vi que tenía dos brazos alrededor.
Y seguía notando el aliento de Jack en mi nuca. Parpadeé varias veces,
intentando creerme que eso era real. Cuando intenté separarme, él apretó los
brazos y murmuró algo en sueños.
Seguía teniendo los dedos sobre el dorso de su mano. Lo había estado
acariciando hasta que se había quedado dormido y ni si quiera me había
dado cuenta. Era como si me saliera solo.
Conseguí deshacerme de su agarre con toda la suavidad que pude reunir
para que no se despertara. Él seguía durmiendo tranquilamente. Lo miré
durante un momento y no pude evitar una sonrisa estúpida.
—Buenos días, cuñadita bonita.
Di un respingo y mi sonrisa estúpida se borró de golpe cuando vi que
Sue y Mike me miraban con sonrisas malévolas desde la barra. Will estaba
preparándose unas tostadas. Él, al menos, intentaba ocultar su diversión.
—Eh... hola —murmuré, poniéndome roja.
—¿Has dormido bien? —Mike levantó y bajó las cejas.
—¿Has dormido calentita? —sonrió Sue.
Mi cara estaba completamente roja cuando noté que, a mi lado, Jack se
removía. Vi que abría los ojos y se quedaba mirando a los demás, que
seguían con sus sonrisitas malvadas. Después, me miró a mí, miró hacia
abajo y tardó dos segundos más en darse cuenta de que habíamos dormido
juntos.
Parpadeó varias veces y frunció el ceño.
Oh, no.
Dime que se acuerda, por favor.
—He ido a por desayuno para todo el mundo —Will interrumpió mi
momento de pánico interior—. Espero que os gusten los gofres. Con sirope de chocolate.
Me puse de pie con la excusa y me acerqué a la barra. Agarré uno de los
platos y el olor a dulce hizo que me rugiera el estómago. Will me sonrió
cuando me metí un trozo de gofre en la boca.
—Buen provecho. Hay más si te quedas con hambre.
—¿No era Naya la cocinera de la casa? —pregunté con la boca llena.
—Naya dormirá un rato más —él puso los ojos en blanco.
Junto a Will, Mike sonreía ampliamente a Jack, que se acercó y se sentó
en el taburete de mi lado con aspecto de no haber dormido en años. Seguro
que la resaca era bonita. Se frotó los ojos con las manos, suspirando.
Mike no había borrado su sonrisa.
—Buenos días, hermanito.
—Mike, ahora mismo tu voz hace que quiera tirarme por la ventana —le
dijo con voz áspera, apoyando los codos en la barra y la cara en sus manos.
—Las consecuencias de una noche loca —anunció Sue.
—¿Quieres comer algo? —le ofreció Will.
—Aléjame eso o vomitaré —murmuró Jack de mala gana, apartando el
plato.
Sue y Mike se rieron disimuladamente de él mientras yo me tomaba la
libertad de comerme su gofre. Ya estaba por la mitad del segundo cuando
Naya apareció, bostezando. Se quedó parada un momento cuando vio que
había dos almohadas en el sofá, la ropa de Jack en el sillón y la puerta de mi
habitación estaba cerrada. Empezó a atar cabos y, en menos de dos segundos,
ya tenía los ojos entrecerrados clavados en mí.
—Buenos días —dijo von su voz de investigadora privada.
—Hola —murmuré con la boca llena.
Will le sonrió cuando ella se acercó a darle un pequeño beso de buenos
días. Jack y yo nos quedamos mirándolos un momento con una mueca.
El resto del desayuno transcurrió bastante silencioso por mi parte.
Estaba ocupada intentando no mirar a mi derecha con todas mis fuerzas. ¿Se
acordaba de lo que había pasado? Las únicas veces que me había girado, lo
había visto con la mirada perdida en la cocina o resoplando mientras se
masajeaba las sienes con los dedos.
Bueno, al menos, no habíamos discutido.
Mike no tardó en desaparecer y Sue se encerró en su habitación,
dejándome con los tres restantes. Supe que Naya quería decirme algo al
instante en que me dedicó una sonrisa inocente.
—Oye, Jenna, ¿te apetece que vayamos a por algo de comer?
—Son las diez —le dijo Will, confuso.
—Pero tenemos que comprar algo, luego cocinarlo... eso lleva tiempo,
cariño. ¿Vamos o no, Jenna?
—¿Eh? Sí, claro, claro...
—Genial, voy a ducharme.
Yo aproveché para ir a vestirme. Como sabía que Naya tardaría una
eternidad, tampoco tuve mucha prisa. Cuando volví al salón, solo estaba
Jack sentado en el sofá mirando su móvil. No dijo nada cuando me acerqué a
rescatar mi móvil de la mesa y le mandé un mensaje de Shanon diciéndole
que tenía que hablar con ella.
La echaba tanto de menos...
Por suerte, Naya apareció sin que tuviéramos que intercambiar una
palabra.
—Vamos —me agarró del brazo y se giró hacia ellos—. Te la robo por
un ratito, Ross.
Él levantó la mirada y la clavó en mí durante un momento, pero no dijo
nada. Yo volvía a estar roja —sí, otra vez— cuando Naya cerró la puerta de
la entrada.
—¿Que me robas? ¿Qué...?
—Me encanta sembrar el caos —sonrió ampliamente.
—Pues a mí no me gusta tanto, Naya.
—¡Estoy alterada por el embarazo, a veces no puedo evitarlo!
—Llevas tres semanas embarazada. No te ha dado tiempo a alterarte.
—Dijo la experta en embarazos.
Fuimos al supermercado mientras yo le contaba todo lo que había pasado
la noche anterior. Ella escuchó atentamente, achinando los ojos en señal de
concentración.
—Está tan enamorado de ti... —suspiró.
No dije nada. No sabía qué decir.
—Quiero decir, eso ya lo sabes, él mismo te lo dijo —sonrió
ampliamente—. ¿Os besasteis?
—No, Naya. Estaba borracho.
—Ya, ya. Pero... ahora mismo no está borracho.
Le dediqué una mirada de advertencia.
—¡Vaaaale! —puso los ojos en blanco—. Pues será esta noche. Porque
ya me encargaré yo de que estéis solos un buen rato.
—¿Eh? ¿Qué vas a hacer?
—Un mago nunca desvela sus trucos, querida.
Volvimos a entrar en el edificio. En el ascensor, noté que mi móvil
empezaba a vibrar. Ella asintió con la cabeza cuando le pregunté si le
importaba que respondiera. Era Shanon.
—A ver, ¿ya estás en problemas otra vez?
Sonreí. Siempre con actitud ganadora.
—Necesito tu consejo.
Naya me miró de reojo, pero no dijo nada.
—¿En qué? ¿Temas sexuales? Usa protección.
—Dijo la chica con un hijo.
—¡Por eso te lo digo! Hablo desde la experiencia. Es decir... eh... Owen
es una bendición y todo eso, pero ya me entiendes.
Suspiré.
—Tiene que ver con Ross, ¿no? —me preguntó.
—Sí... te has perdido muchas cosas.
—Ahora te quiero un poco menos.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Porque no me lo has contado. Has roto nuestro amor de hermanas.
Bueno, ¿qué pasa? ¿Sigues pillada de él?
Parpadeé varias veces, sorprendida.
—¿Cómo...?
—Solo responde. No tengo mucho tiempo.
—Sí, es eso —murmuré, viendo que ya llegábamos al tercer piso.
—Sigues queriendo estar con él, ¿no?
Silencio.
No necesitó que respondiera para seguir hablando.