Miré a Jack. Él tenía los ojos cerrados con fuerza. Will, Naya, Sue y yo
lo observábamos en silencio.
Él soltó todo el aire por la nariz y estiró el brazo. Tenía dos tubitos
pequeños con polvos blancos dentro. Tragué saliva. Él abrió los ojos.
Parecía que le costaba respirar. Frunció el ceño y apretó los tubitos, como si
eso fuera doloroso.
—Está bien si no quieres hacerlo todavía —murmuré.
Él clavó los ojos en mí. Hubo un momento de silencio. Me entraron
ganas de abrazarlo solo al ver su expresión, pero no iba a hacerlo. Ese era
su momento. Era su decisión. No podía influenciarlo. Tenía que hacerlo por
sí mismo.
Entonces, puso los dos tubitos en la mano de Will y soltó todo el aire de
sus pulmones. Noté que yo misma podía respirar de nuevo.
Will nos observó en silencio. Jack había vuelto a cerrar los ojos. Tenía
una pequeña arruga entre las cejas. Estiré la mano y agarré la suya. Aceptó el
contacto, pero no abrió los ojos.
—Voy a deshacerme de esto —murmuró Will.
Los cuatro lo vimos desaparecer. Jack apretó los labios en una dura
línea, mirándolo también. Por un momento, me pareció que se arrepentía,
pero se limitó a clavar los ojos en el suelo.
—Has hecho lo correcto —Naya le dio un pequeño apretón en el
hombro.
Sue asintió con la cabeza.
Jack no dijo nada, pero tenía su mano apretada entorno a la mía.
Entonces, en silencio, me soltó, se dio la vuelta y se metió directamente
en la habitación. Las tres nos quedamos en completo silencio por unos
segundos.
—¿Te imaginas que Will ha ido a tomárselo? —intentó bromear Chris
desde el sofá.
Las tres lo miramos fijamente y él se aclaró la garganta, rojo de
vergüenza.
Will volvió a casa y pareció algo preocupado al no ver a Jack, pero
Naya le dijo dónde estaba. Se abrazaron entre ellos y yo miré a Sue, que
parecía pensativa.
—Bueno —dije—, al menos, ya ha pasado lo peor.
—¿Lo peor? —repitió Sue, incrédula—. Ahora viene lo jodido de
verdad.
—No seas tan positiva, por favor —murmuró Naya.
—No, tiene razón —Will suspiró—. Ya pasamos por esta mierda una vez
hace unos años. Y no quiere ni oír hablar de médicos o clínicas.
—¿Y eso qué quiere decir? —pregunté, un poco asustada.
—Que vamos a ser nosotros quienes se encarguen de que no vuelva a
caer en... eso.
Silencio. Me froté el brazo, un poco nerviosa.
—¿Qué...? —empecé, pero no sabía cómo formularlo.
—La última vez estuvo mayormente encerrado en la habitación —Will se
sentó en el sofá, un poco cohibido—. Tuvo fiebre algunos días. Y náuseas.
Pero lo peor era verlo ahí tumbado sin ganas de nada.
—¿Podemos ayudarlo de alguna forma? —preguntó Naya.
—Estando con él —murmuró Sue—. Dándole apoyo... todo eso.
Especialmente tú, Jenna.
Parpadeé, un poco asustada.
—Mira, no es por meterte presión... bueno, un poco sí. Ahora mismo,
eres como su pilar —me dijo Sue—. Si tú lo abandonas, se cae el edificio
entero.
—No tengo ninguna intención de abandonarlo —le aseguré.
Me quedé unos segundos en silencio, pensando.
—¿Cómo sabes tú eso?
—Estoy estudiando psicología. Algo sé sobre el comportamiento
humano.
—Un momento —la detuve—, ¿tú estudias psicología?
—Pasaré por alto el tono de sorpresa.
—¿Podemos volver a centrarnos en Ross? —propuso Naya.
Sí, tenía razón.
—¿Cuánto tiempo estará así? —pregunté, mirándolos.
—No lo sé —murmuró Will—. Pueden ser semanas... pero... lo más
seguro es que dure algunos meses hasta que tengamos que dejar de
preocuparnos. No es fácil salir de eso.
Mi cerebro ya funcionaba a toda velocidad. Me paseé por el salón, un
poco inquieta.
—Entonces, alguien debería decir a Joey que cancele todo lo de estas
semanas, ¿no? —pregunté.
Will dudó un momento antes de estar de acuerdo, así que agarré el móvil
de Jack, que se había dejado en la barra, y busqué su número. Esperé
pacientemente los dos primeros tonos.
—Si es mi estrella favorita —saludó Joey—, espero que estés listo para
esta tarde, tenemos entrevista con...
—Hey —la interrumpí suavemente—, soy Jennifer. Soy... eh... una amiga
de...
—Oh, sí, sé quien eres —sonó un poco sorprendida—, ¿ocurre algo?
—En realidad... sí —murmuré, pasándome una mano por la frente—.
Ross no podrá ir a ninguna entrevista por una temporada.
—¿Que no...? ¿Es una broma? ¡Está en plena promoción!
—¿Y pasa algo si no va?
—Sí, querida. Que seguramente no volverán a llamarlo para ir a ningún
lado.
—Joey —mi voz sonó más firme—, está intentando quitarse toda la
mierda que tiene ahora mismo en el organismo, ¿crees que es un buen
momento para que se ponga delante de un micrófono? ¿No es mejor esperar a
que se recupere?
Silencio. Por un momento, incluso creí que me había colgado.
—¿Se está desintoxicando? —preguntó, perpleja.
—Acaba de empezar —recalqué.
Silencio de nuevo.
—Te he llamado a ti porque Ross sabía que tú tendrías alguna solución
—añadí suavemente, esperando que funcionara.
Ella suspiró.
—Puedo cubrirle por tres semanas como máximo —murmuró—. Podría
inventarme algo y que vayan solo los actores principales. No debería darnos
ningún problema si lo hacemos bien. Pero... no podré arreglármelas mucho
más.
—Gracias, Joey —respiré hondo.
—Algún día, escucharé un gracias de la boca de tu novio, ¿verdad?
Sonreí, divertida.
—Seguro que sí.
—Me pasaré en unos días a verlo. Cuídate. Y cuídalo bien.
—Lo haré. Hasta pronto.
Colgué. Ellos me miraban. Sin decir nada, me guardé el móvil de Jack en
el bolsillo y entré en su habitación. Él se había metido en la cama y daba la
espalda a la ventana, pero tenía los ojos abiertos. Me tumbé a su lado y le
pasé un brazo por encima de la cintura. Él no dijo nada. Ni siquiera dio
señales de haberme notado.
—He hablado con Joey —murmuré en su hombro—. Se ocupará de todo
durante un tiempo.
No dijo nada. Sentía que tenía que llenar el silencio de alguna forma.
—Naya, Will, Sue y yo estaremos contigo en esto. Lo sabes, ¿no?
De nuevo, no dijo nada. Intenté no suspirar con todas mis fuerzas. Le
acaricié el brazo con las puntas de los dedos.
—¿Quieres que te deje solo? —pregunté suavemente.
Fue la primera vez que reaccionó desde que había entrado. Gruñó algo
que interpreté como un no y tiró de mi muñeca hasta que tuvo mi torso
pegado a su espalda.
Estuve todo el día con él en la habitación, pero no dio señales de
escucharme en nada. Se puso los auriculares y se quedó mirando el techo
cuando fui a cenar con los demás. No quería comer nada. Will dijo que, por un día, no insistiera. Después de eso, volví a la habitación con él. Tenía las
manos en la cara, pero las quitó cuando me vio llegar.
—¿Cómo estás? —pregunté inútilmente cuando se quitó los auriculares.
—Bien —murmuró.
No era cierto, pero no insistí. Me puse el pijama y me quité las lentillas
notando sus ojos clavados en mí. Después, me tumbé a su lado y apoyé la
cabeza en su hombro. Se durmió mientras le pasaba los dedos por el pecho.