Ya habían pasado unos días desde lo de Mike y no había vuelto a saber
nada de él.
Tampoco había hablado de ello con Jack. Habíamos llegado a la
decisión conjunta de que no le diríamos nada hasta que volviera. Y yo era la
encargada de hablarlo con él, claro. Las tareas fáciles siempre eran para mí.
Una parte de mí no estaba muy entusiasmada con contárselo. Después de
todo, conocía a Jack, sí, pero... ¿lo conocía realmente enfadado? La vez que
más enfadado lo había visto había sido conmigo. El día en que tuvimos esa
discusión tan fuerte. Pero... incluso en esas circunstancias me había dado la
sensación de que se había controlado mucho para no gritarme. Dudaba que
tuviera tanta consideración con Mike.
Estaba sentada en la azotea con Will. Él fumaba mientras mirada la
ciudad. Yo, para varias, le estaba dando vueltas a cómo hablaría con Jack.
Will suspiró y me miró.
—Deja de pensar en ello —me recomendó.
—No sabes en qué estoy pensando —protesté.
—Jenna, no te ofendas, pero no es que seas un gran misterio.
Le puse mala cara y sonrió.
—A veces, eres como un abuelo pesado.
—Me lo tomaré como un cumplido.
—Me lo tomaré como un cumplido —imité su voz y se rió suavemente
mientras yo suspiraba—. ¿Por qué crees que lo hizo?
Me miró de reojo, pensativo.
—Mike... bueno, es impredecible —admitió—. Siempre que creo que
puedo llegar a entenderlo, hace algo que me demuestra que no es así.
—¿Las otras veces también...?
—¿...nos engañó durante meses y de repente hizo lo que hizo? Sí,
exactamente —negó con la cabeza—. Mira, no le digas a Ross que te he
contado esto...
—No lo haré —dije enseguida, ávida de información.
Él soltó el humo y sacudió la cabeza.
—Mike siempre ha sido así. Es gracioso, entrañable e incluso puede
llegar a ser buena persona algunas veces, pero... a la hora de la verdad...
nunca lo he visto dando la cara por nadie. Y lo conozco desde hace muchos
años.
Hizo una pausa y yo me giré hacia él, interesada.
—Ross puede decir lo que quiera, pero tú y yo sabemos que es incapaz
de guardarle rencor a nadie por mucho tiempo. Ni siquiera contigo cuando lo
dejaste. Y, no te lo tomes a mal, pero creo que fue uno de los momentos más
bajos de su vida. Cuando volviste, creí que sería incapaz de mirarte a la cara
en meses, pero... un solo mes y ya estabais juntos otra vez.
—Sí, tienes razón —murmuré.
—Mike siempre se ha aprovechado de eso. Siempre lo hará. No sé por
qué, pero cada vez que creemos que realmente ha cambiado, hace algo
parecido a lo que hizo ayer y no se vuelve a hablar con su hermano hasta que
Ross decide perdonarlo.
Por la forma en que me miró, adiviné que esa era la parte que no quería
que dijera a Jack que sabía.
—La cosa es —siguió— que cuando empezaste a vivir con nosotros por
primera vez, era muy obvio que Ross babeaba a tu alrededor. Y Mike lo notó
enseguida, claro. Se pasaba el día intentando sacarle de quicio contigo. Ross
lo toleraba por aquel entonces, pero... de repente empezó a hacer lo de
siempre. A ser parte del grupo, a ser el gracioso, a caer bien a todo el
mundo. Incluso se hizo tu amigo, de alguna forma extraña.
—Y Jack tenía miedo de que pasara lo mismo —murmuré.
—Es comprensible —Will se encogió de hombros—. Le ha pasado ya
dos veces. De repente, una de sus novias está con Mike. Y no es lo mismo contigo, te lo aseguro. Nunca lo ha sido. Lo que tenéis vosotros no es
comparable a lo que tenía con las otras chicas. Por eso, esperaba que Mike
hubiera cambiado de verdad esta vez. Que no hiciera nada. Pero... se ve que
hay cosas que no cambian.
Me quedé en silencio un momento, mirándolo. No pude evitar sentirme
como una idiota.
—Entonces... ¿crees que todo lo que ha hecho Mike estos meses... todo
lo de ser nuestro amigo... era mentira?
—No, no es eso —él lo pensó—. Bueno... no lo sé. La verdad es que no
tengo ni idea. Ojalá pudiera entender a Mike.
La cabeza me daba vueltas. Por una parte, mi decepción con Mike era
demasiado grande en esos momentos como para intentar empatizar con él.
Por otra parte, se me hacía imposible imaginarme que Jack se sintiera
inseguro con... bueno, con nada. ¿Por qué a mí nunca me mostraba esa
faceta?
Porque eres su novia, no su mejor amigo, idiota.
—¿Puedo aportar algo a la conversación?
Los dos dimos un respingo cuando nos dimos la vuelta y vimos a Sue ahí
de pie comiendo helado.
—¡¿Quieres dejar de hacer eso?! —le solté, irritada.
—Es que teníais una conversación muy interesante —dijo, acercándose
—. No quería interrumpir.
—Era mejor escuchar a escondidas, ¿no? —Will enarcó una ceja.
—Efectivamente —Sue arrastró una de las sillas entre nosotros y siguió
comiendo helado—. Bueno, volveré a la pregunta, ¿puedo...?
—¿Qué aportación tienes a este interesante debate, Sue? —le pregunté
directamente.
—Oh, ya que preguntas —ella parpadeó varias veces—. Bueno, como
sabréis, estoy estudiando psicología, así que creo que puedo darme la
licencia de hacerme un poco la sabelotodo insoportable con el
comportamiento humano.
Hizo una pausa, como si esperara una respuesta. No la recibió, así que
siguió adelante con el discurso.
—A ver, está claro cuál es el perfil de Mike. Clásico chico eclipsado
por los logros de su hermano. Toda su vida se ha sentido inferior a él. Con
sus padres, en el instituto...
—¿Cómo sabes tú todo eso? —preguntó Will.
—Estoy en medio de un psicoanálisis. No interrumpáis.
—¿Cuántas conversaciones has estado escuchando? —me salió la voz
aguda de la impresión.
Ella se detuvo y se comió una cucharada de helado, ganando tiempo.
—Unas cuantas.
—¡Sue!
—¡Mi vida es muy aburrida! ¿Vale?
—Bueno —Will hizo un gesto para que nos calláramos—, ¿puedes
terminar, Sue?
—Sí, sí. La cosa es que durante toda su vida se ha sentido como si
estuviera a su sombra. Y, ahora, lo han echado de su banda...
—Espera, ¿qué? —pregunté.
Ella me dedicó una mirada asesina y me puse roja.
—Deja de interrumpirme.
—Perdón.
—¿Por dónde iba? Ah, sí. Lo han echado de su banda y Ross está
teniendo un éxito impresionante con su película y todo eso. Todo el mundo
habla de él constantemente, los comparan... y él se siente enormemente
inferior. Seguro que, incluso con las chicas, Ross siempre ha tenido más
éxito que él.
—Sigue sin justificar nada —replicó Will.
—Sé que no lo hace, pero ahí es donde entra nuestro pequeño
experimento también conocido como Jennifer Michelle...
—¡¿Cómo sabes que me llamo Jennifer Michelle?!
—¡Ya te he dicho que he estado escuchando muchas conversaciones!
—¡Pero...!
—Volviendo al tema —me cortó rápidamente—. Creo sinceramente que
Mike no volvería a hacer lo que hizo a su hermano en el pasado. Si hizo lo
que hizo el otro día, fue porque realmente le gustas, Jenna. O, bueno, quizá no le gustes. Quizá solo esté confuso porque no sabe cómo reaccionar ante
una amistad como la vuestra. No parece haber tenido muchas amigas, ¿no?
—Sue, la besó —le recordó Will, enarcando una ceja.
—Y eso está mal. Lo sé. Lo único que digo... y creedme, me jode tener
que decir algo bueno del parásito... es que dudo muchísimo que Mike lo
hiciera con mala intención. Para mí, es como un niño pequeño. Obviamente,
no sabe gestionar sus emociones. Se dejó llevar por el momento y tú...
bueno, reaccionaste de una forma bastante negativa. Le dijiste unas diez
veces lo mucho que amas a nuestro querido Ross.
—¿Cómo sabes...? —suspiré—. Oh, déjalo. Sé cómo lo sabes.
—¿Y qué creía que iba a decirle? —preguntó Will—. Está saliendo con
su hermano. Es obvio que no va a querer hacer nada con Mike.
—No digo que no fuera un error —aclaró Sue—. Solo digo que no
deberíamos tratar a Mike como si fuera una mala persona solo por eso.
Hubo otro momento de silencio. Yo miraba fijamente a Sue, que seguía
comiendo helado como si nada. Entonces, una idea me vino a la mente.
—Se me hace raro verte aquí —le dije—. ¿Alguna vez habías subido?
—¿Yo? No. Odio el aire libre.
—¿Y solo has subido a escuchar lo que decíamos? —preguntó Will,
confuso.
—Claro que no, ¿quién te crees que soy?
—¿Entonces...?
—Es que Mike está abajo esperándote, Jenna.
Di un respingo. ¿Cómo podía decirlo tan tranquila? Intercambié una
mirada con Will, que aplastó el cigarrillo al instante y se puso de pie
conmigo. Fuimos a la salida mientras Sue soltaba una palabrota y se
apresuraba a seguirnos.
—¡No corráis que estoy comiendo, cabrones!
Efectivamente, Mike estaba de pie en el salón cuando llegamos. Naya
estaba a su lado de brazos cruzándolos. Parecía que el silencio sepulcral
había llenado la sala durante un buen rato. Mike levantó la cabeza en nuestra
dirección.
—Eh... hola —murmuró.
—Espero que hayas venido a disculparte —le dijo Naya directamente.