Me sentía como una mierda.
No os voy a mentir.
Al menos, no había tenido que ver a Jack en todo el día. Él había ido a
hablar con Joey sobre algo de la película. Menos mal. Lo último que quería
era hablar con él después de ese beso de anoche.
Suspiré pesadamente en el sofá del salón y alcancé mi móvil para llamar
a la única persona del mundo a la que le consultaría cada movimiento de mi
vida.
—Si es la feliz futura esposa —canturreó mi hermana nada más
descolgar.
Puse mala cara al instante.
—No estoy de humor.
—Uy —casi pude ver que sonrisa desaparecía momentáneamente—.
¿Qué ha pasado? ¿Tormenta en el paraíso?
—Más bien huracán.
Ella se quedó en silencio, como si no pudiera ni intentar adivinar.
—¿Qué has hecho? —preguntó, directamente.
—¿Por qué siempre tengo que ser yo?
—Porque tienes una sorprendente facilidad por meterte en líos, Jenny.
Venga, cuéntamelo todo.
Y eso hice. Durante casi diez minutos, hablé sin parar de todo lo que
había con Mike. Y lo de Vivian. Shanon escuchó atentamente. Cuando
terminé, ella soltó un suspiro.
—Vale —murmuró—, tú deberías habérselo contado. Y él no debería
haber ido a ver a esa chica. Estáis empatados. ¿Eso no lo arregla?
Me quedé en silencio.
—Espera —me dijo—, ¿eso es todo?
—Bueno...
—¿Qué? —preguntó, impaciente.
—Ayer vino... Monty.
Mi hermana se quedó en silencio un momento.
—Dime, por favor, que no hiciste nada con él.
—¡Shanon!
—¡Tengo que preguntarlo!
—¡Claro que no hice nada con él!
—¿Y con Ross?
—Eh...
—¿Te acostaste con él y seguís peleados? No lo entiendo.
—No me acosté con él. Le di un beso y le dije que se fuera porque
quería estar sola.
—Ah, claro. Muy lógico.
—¡Quería estar sola!
—Pobre chico. Lo que tiene que aguantar.
—Shanon, te estoy contando esto porque realmente necesito consejo.
Me sorprendió el tono de desesperación que usé para decírselo. Ni
siquiera sabía por qué había sido. Ella se quedó en silencio un momento,
sorprendida.
—Jenny, ¿estás segura de que estás bien?
—No, no estoy malditamente segura, Shanon.
—Vale, estás agobiada. Vas a casarte, eso conlleva estrés. Es normal.
—No, no es eso.
—¿Y qué es?
—Nada —sacudí la cabeza—. No sé... es complicado.
La escuché suspirar y se quedó pensativa por unos segundos.
—Mira, si no te sientes a gusto ahí, igual deberías venir a pasar unos
días a casa.
La propuesta quedó suspendida en el aire mientras yo fruncía el ceño,
todavía más confusa.
—No quiero huir de mis problemas.
—No es huir. Si estás agobiada, lo mejor es que te tomes unos días de
descanso para aclararte las ideas.
Me miré las uñas, analizándolo.
—¿Crees que es lo mejor?
—Lo que yo crea no importa, sino lo que creas tú. Solo son unos días,
Jenny. Y es por tu bien.
Suspiré y, finalmente, asentí con la cabeza.
—Sí, tienes razón. Debería mirar vuelos y... bueno, todo eso.
—Avísame cuando encuentres algo.
—Está bien.
—Date una ducha, ponte el pijama y métete en la cama. Ya verás como te
sientes mejor.
—Tengo que hacer la maleta, Shanon.
—Ya la harás mañana.
—Dijo la madre responsable.
—Venga, no me marees —me dijo, divertida.
—Buenas noches, Shanon.
—Buenas noches, hermanita.
Eché la cabeza hacia atrás y respiré hondo antes de ponerme de pie e ir a
la habitación. No quería decirle a Shanon que no tenía que ponerme el
pijama porque no me lo había quitado. No había salido de casa en todo el
día.
Me detuve en la habitación y miré mi armario. No hacía falta una maleta.
Una mochila era más que suficiente. Pero como estaba en lo más hondo del
armario, tuve que sacar las maletas de todas formas y dejarlas a un lado
mientras llenaba la mochila de lo primero que encontré. Unos minutos más
tarde, me senté en la cama y miré el móvil en busca de billetes. Lo cierto era
que ir a casa unos días me motivaba más de lo quería creer.
Justo en ese momento, escuché pasos por el pasillo y miré la puerta de
reojo. Llamaron con los nudillos.
—¿Puedo pasar? —preguntó Jack.
Por el suave ruido de después, supuse que había apoyado la cabeza en la
puerta. Tragué saliva al darme cuenta de que tendría que decirle a Jack que
me iba por unos días. Esperaba que lo entendiera.
—Sí, pasa —le dije torpemente, levantándome.
Él lo hizo casi al instante y cerró a su espalda. Me miró y pareció que
iba a decir algo, pero se detuvo abruptamente.
Por un momento, no entendí que le pasaba. Vi que sus ojos se clavaban
en las maletas y en mi armario abierto y cómo el color abandonaba su cara.
—¿Qué...?
—Jack, escucha...
—¿Te vas? —me interrumpió, y me sorprendió lo entrecortado que sonó.
—Sí, pero...
—No te vayas —negó con la cabeza y se olvidó de la formalidad de
antes, yendo directamente hacia mí—. Sé que hemos discutido y que... y que
esto está siendo una mierda, pero no...
—Me voy a pasar unos días con mis padres —aclaré.
Frunció el ceño durante un momento.
—¿Unos días?
—Sí.
Aparté la mirada, incómoda.
—¿Por qué? ¿Es... es el cumpleaños de alguien o...?
—No. Solo... necesito aclararme un poco.
—¿Y no puedes hacerlo aquí?
—Jack...
—No quiero que te vayas. No así.
—Solo son unos días.
—Ya han sido unos días estando peleados —insistió—, y la última vez
que te fuiste no volví a verte en un año.
Sabía que le asustaba la idea de que decidiera quedarme con ellos y no
volver, pero yo sabía que eso no pasaría. Estaba segura. Solo... necesitaba
un tiempo.
—No es lo mismo —aclaré, mirándolo—. Eso fue... no volvería a
hacerlo.
Él me miró por unos segundos y luego apretó los labios, pasando por mi
lado para sentarse en la cama. Apoyó los codos en las rodillas y sacudió la
cabeza.
—¿Esto es por lo de Vivian? —preguntó, finalmente.
—Jack, sé que no hiciste nada con ella.
—No me refiero a eso, sino a lo de la revista.
Parpadeé, confusa.