Bueno, bueno, bueno... tengo una noticia que me entristece y me hace feliz a partes iguales.
Y es que esto se acerca a su final
Esta historia solo tendrá 26 capítulos.
Pero como extra tendréis la historia de Ross (Tres meses) que ya pronto se la subiré, así que no todo es triste :D
No quiero enrollarme mucho, así que os dejo con el capítulo♡
Miré de reojo a Jack, que estaba tumbado en la alfombra del salón con
Jane. Ella estaba sentada y lo miraba fijamente, curiosa. Cada vez que Jack
se quedaba en silencio, ella daba un manotazo al juguete que tenía delante, él
fingía que se asustaba y Jane empezaba a reírse.
Y luego decía que los niños no se le daban bien...
Sue no dejaba de mandarles miradas de advertencia porque, cada vez
que intentaba ponerse a leer, el ruidito del juguete hacía que diera un
respingo. Vi que cerraba los ojos, implorando paciencia.
Will estaba en el otro sofá cambiando de canal, aliviado de no tener que
cuidar de Jane por un rato.
—¿Y esta? ¡Es perfecta!
Me volví a centrar en Naya, sentada a mi lado, que señaló algo en la
pantalla de mi portátil.
—Boda temática —leí, poco convencida.
—¡Sería genial! —me dijo ella, entusiasmada—. Podrías hacerla con
temática de Disney. ¡Yo soy Cenicienta!
—Sue es el enano Gruñón —Jack sonrió ampliamente.
Ella hizo un ademán de lanzarle el libro a la cabeza y Jane empezó a
reírse mientras Jack levantaba las manos en señal de rendición.
—¡Y tú podrías ser Bella! —me exclamó Naya.
—Entonces, Ross es la bestia —preguntó Will con una mueca.
—A ver —Naya se encogió de hombros—, es un poco bruto.
—Gracias, amiga mía —Jack enarcó una ceja.
—¡No lo decía para ofenderte, pero es que quedaría genial!
—Lo siento, Naya —negué con la cabeza—, pero no lo veo. No creo que
sea mi boda ideal.
—Ni la mía —me aseguró Jack.
—¡Nunca os gusta nada de lo que os digo! —protestó ella, cruzándose de
brazos.
—Es que no sé por qué estamos mirando tipos de boda por Internet —le
dije, frunciendo el ceño—. Es decir, ¿quién demonios busca eso?
—¡Pues cualquier persona que quiera informarse de qué tipos de boda
hay en el mundo!
—Como le diga a mi madre que va a tener que disfrazarse en mi boda,
Naya, va a matarme delante de todos los invitados vestida de señora Potts.
—Menudo giro argumental tendría el cuento —murmuró Sue.
—¿Y por qué te complicas la vida? —me preguntó Will, haciendo que lo
mirara—. Haz una boda normal. La ceremonia en una iglesia y el banquete
en un restaurante. Y ya está.
Estuve a punto de sonreír cuando vi que Jack empezaba a reírse
burlonamente, acercando el juguete a Jane, que lo había empujado con el
pie.
—¿Una boda tradicional? ¿Quién demonios quiere eso hoy en d...?
Se cortó cuando Will se aclaró ruidosamente la garganta. Jack levantó la
cabeza y la sonrisa desapareció cuando vio que lo miraba con mala cara.
—A parte de mí, claro —se llevó una mano al corazón—. Suena
perfecta. Maravillosa. Es el sueño de mi vida.
Suspiré y negué con la cabeza.
—Jack, no me estaás ayudando mucho.
—¿Cómo que no? ¡Estoy distrayendo al monstruito!
Jane empezó a reírse como si quisiera confirmarlo. Jack la señaló,
orgulloso.
—¿Lo ves?
—¡Con la boda!
—Ah, bueno, eso decídelo tú. Confío en tu buen juicio.
Me crucé de brazos.
—Sabes que también es tu boda, ¿no?
—Sí, gracias por recordármelo. A veces, se me olvida.
—¡Si te acordaras bien, estarías aquí sentado aportando ideas en lugar
de dejármelo todo a mí!
—Eso, eso —Naya asintió con la cabeza.
Jack suspiró lastimeramente.
—A mí me da igual cómo sea la boda, Jen. Lo único que me importa es
casarme contigo.
Me quedé en silencio. Especialmente porque Naya, a mi lado, soltó un
ruidito parecido a un snif mientras se sorbía la nariz. Me estaba empezando
a acostumbrar a ese sonido.
—Es que eso ha sido muy bonito —gimoteó, limpiándose las lágrimas.
—Qué cursis sois todos —murmuró Sue, asqueada.
Will, como siempre que teníamos una conversación sin rumbo, apagó la
tele y se sentó, mirándome con una ceja enarcada.
—A ver... —empezó.
—Silencio, que se pare el mundo —anunció Jack dramáticamente—. La
voz de la razón está a punto de pronunciarse.
—Oh, cállate —Will puso los ojos en blanco y volvió a mirarme—. ¿Por
qué te molestas en organizarla tú? Ahora hay gente que lo hace por ti.
—Pero eso es carísimo —murmuré.
—Querida, tu prometido es rico —me recordó Sue.
Jack estaba poniéndole caras raras a Jane, pero se detuvo un momento.
—Ah, sí —sonrió ampliamente—. Es verdad. Soy rico.
—Bueno, es su dinero —aclaré, incómoda—. No puedo decidir en qué
lo gasta y en qué no.
—Pero ahora también va a ser tu dinero —me dijo Jack, levantando y
bajando las cejas—. Bienvenida al mundo de los ricos.
Me quedé en silencio un momento. No lo había pensado hasta entonces.
Iba a tener dinero. Qué novedad en mi vida. Bueno... técnicamente no era mi
dinero. Y sabía que seguiría sin querer gastármelo como si fuera mío. Y también sabía que Jack insistiría en que lo hiciera. Era muy pesado cuando
quería.
—Pero... —Naya parpadeó hacia Jack—. ¿Tú cuánto dinero tienes?
Él se encogió de hombros y dejó de jugar con Jane, que seguía riendo.
—Ni idea.
—Ni idea —repitió Sue, incrédula—. Yo quiero ser así de rica.
—A ver, tampoco es tan importante. Solo es una cifra.
Will sonreía, divertido, ante nuestras caras de estupefacción. Jack
simplemente parecía aburrido mientras bostezaba. Apoyó su cabeza en un
puño y me miró.
—¿Quieres contratar a alguien que la organice?
—Eh... no lo sé.
—Si quieres, solo tienes que pedirme la tarjeta.
Naya casi babeaba a mi lado.
—¿Y si yo quiero comprarme algo?
—Lo siento —Jack le sonrió—, pero creo que tú no eres mi prometida.
—¡Pero lo gastaría mejor que Jenna!
—Y yo —aseguró Sue—. Si necesitas a alguien que lo derroche, ya
sabes dónde acudir.
Negué con la cabeza, divertida. Vaya dos. Pero tenía que volver al tema
de la boda.
—Antes de contratar a alguien, si es que lo contratamos., deberíamos
tener una idea de cómo queremos que sea la boda... ¿no?
—¿De cuántas formas puede ser? —Jack puso una mueca.
—Jack, no solo es la forma, sino el lugar, y los invitados, y la comida, y
la decoración, y la...
—Vale, vale —suspiró—. Lo pillo. Son muchas cosas.
Lo pensó un momento.
—¿No podemos hacerlo en casa de mi madre? Invitamos a viente
personas, compramos una tarta en el supermercado y...
Naya le lanzó un cojín a la cara antes de que terminara. Él parpadeó,
sorprendido ante su enfado repentino.
—¡No seas cutre! —le espetó—. ¡Eres malditamente rico, más te vale
hacer una boda a la altura para que las fotos sean perfectas!