Me sentía como un objeto más en la sala, que solamente miraba
como mi madre y su amiga, Amy, jugaban ajedrez. Yo jamás había
entendido la reglas de aquel tablero y, por supuesto, tampoco me
molesté en intentar hacerlo. Ambas se encontraban completamente
sumergidas en el juego y observando cada movimiento que la otra
hacía.
Resoplé aburrida y fui hacia la cocina en busca de un paquete de
galletas para después regresar a la sala y tomar asiento en el sillón
pequeño. Mi celular vibró y estiré mi mano hacia la mesita de en
medio para poder cogerlo. Era un mensaje de Harry preguntando si
estaba libre en esos momentos.
Miré por encima de la pantalla a las mujeres. Ellas volverían a jugar
otra vez, de eso estaba segura. Llevé una galleta a mi boca y le
respondí.
Beck, H.
Llego a tu casa en media hora.
Yo fruncí mi ceño y dejé de masticar. ¿Media hora? Estaba hecha
un asco, desde las doce del medio día que me había despertado no
salí de mi cama hasta que Amy llegó. Demonios. Rápidamente me
puse de pie y dejé las galletas encima de la mesita, limpié mi boca
con el dorso de mi mano y subí a mi habitación para coger la toalla e
ir al baño.
Me duché tan rápido que terminé rasguñándome el cuello, busqué
en mi armario un pantalón y me di cuenta que no sería buena
opción, no en mis días. La toalla femenina me incomodaba tanto
cuando me ponía pantalón. Resoplé agotada y rebusqué un vestido
del diario o una falda. Aunque estaba indecisa, no tenía idea alguna
de a dónde iríamos, me quedé de pie pensando y mordí mis labios
impaciente.
Me arriesgaría.
Volví a coger el pantalón azul mezclilla holgado junto a una blusa
blanca y comencé a vestirme sin querer ver la hora, estaba segura
que aún no rebasaba el tiempo. Fui al lavabo para cepillarme los
dientes y me miré al espejo, se me notaban mucho las ojeras, ¿por
qué carajo si había dormido hasta muy tarde?
Guardé mis cosas en mi bolso de tela y miré la pantalla de mi
celular. 18:50. Bien, solo fueron diez minutos de más, a parte, él aún
no llegaba. Dejé salir un poco de aire y salí de mi habitación para ir
a la sala con mi madre. Sin embargo, la sorpresa me la llevé yo al
ver la silueta de una persona dándome la espalda.
Harry.
Me quedé de pie en el último escalón de la escalera mirando su
espalda, la cual era cubierta por una chamarra de color café, llevaba
unos vaqueros oscuros desgastados y un gorrito de tela gris cubría
su cabellera en donde unos cuantos rizos se asomaban.
El cuerpo del chico se movió y de un momento a otro, su mirada
chocó con la mía. Mi mandíbula se tensó y sentí como la sangre se subía hasta mis mejillas. Me sentía completamente avergonzada. Él
se había dado cuenta que lo estaba viendo sin descaro alguno, lo
peor de todo es que no era la primera vez que me encontraba en
esta situación, ya habían sido varias veces que me pillaba
atisbándolo.
—Hey— saludó, esbozando una sonrisa de oreja a oreja
permitiéndome ver el par de hoyuelos en sus mejillas.
—H-Hola, ¿qué tal? — balbuceé y me maldije. La sonrisa de Harry
se agrandó y se acercó a mí.
—Estás completamente roja— declaró y echó una risa por lo bajo.
Yo apreté mis labios y agaché la cabeza, reí ante lo tonta que
comenzaba a lucir en frente de él y negué varias veces antes de
volver a mirarlo.
—Que humillación.
—Descuida— murmuró y dio un paso hacia atrás.
Miré por encima de su hombro para ver a mi madre y a Amy quienes
no se inmutaban por nuestra escena, seguían jugando y me
pregunté si habían empezado, pero lo confirmé al ver que habían
mas piezas que antes sobre el tablero. Regresé mi vista hacia el
castaño quien me miraba con los ojos entrecerrados y la comisura
de sus labios elevados, yo copié su acción y no pudo evitar reír.
—¿Quieres que ya nos vayamos?— su voz ronca hizo que mi piel
se pusiera de gallina.
No fui capaz de articular algo, por lo cual solo asentí. Prefería
responder con acciones en ese momento a que mi voz me fallara y
terminara tartamudeando nuevamente, como muchas veces lo
hacía.
Caminé hasta donde estaba mi madre y toqué su hombro, ella
movió una pieza y me volteó a ver, quise hablar, pero en su rostro se
dibujó una sonrisa traviesa y miró de reojo a Harry, se me hizo
inevitable volcar los ojos mientras adquiría un enrojecimiento -una
vez más-, en mis mejillas.
—Nos vemos después— mascullé entre dientes, dándole un beso
en la frente—. Hasta luego, Amy.
—Hasta luego, Hasy, cuídate. Nos vemos pronto— la mujer sonrió
antes de coger el vaso con jugo de uva y beber un poco.
—Avísame a dónde irás, sé que acabas de cumplir la mayoría de
edad, pero me dejas preocupada y luego nadie me da información
sobre ti. Sé más responsable, Diane— mi madre reprendió.
Quise decirle que no me llamara así, pero decidí dejarlo pasar y
asentir varias veces. Caminé hasta la puerta principal y, antes de
abrirla, la voz ronca y suave de Harry hizo eco en toda la casa: —No
se preocupe, yo la traeré. Hasta luego, señora Bonnie.
—Puedes subir los pies al asiento, no me molesta— Harry indicó
mientras conectaba su celular al estéreo de la camioneta.
Yo sólo asentí, sin embargo, no lo hice, no podía. Él me estaba
dando mucha confianza y yo no quería tomarla de una forma rápida,
quería que las cosas fluyeran poco a poco, aunque creía que ya
estaban yendo a una velocidad que yo no podía controlar.
Miré a Harry quien revisaba algo en su celular con el ceño fruncido,
yo desvié mi mirada hacia la ventana y observé como el cielo ya
estaba teñido de un color oscuro.