Había días en los que Katsuki no tenía tiempo de avisarle a Izuku que llegaría tarde, y el peliverde lo entendía. Entendía que el trabajo de héroe podía llegar a ser demasiado demandante. Aunque en la actualidad dicho trabajo era más ligero porque ya se compartía la carga con los civiles, pero también había ocasiones donde no se podía evitar arriesgar la vida en contra de los villanos que aún existían.
Pero eso no evitaba que Izuku no se preocupara cuando no había recibido noticias de Katsuki durante treinta y seis horas, cuarenta minutos y cincuenta segundos. Sí, llevaba la cuenta exacta y si no se mordía las uñas era ya un milagro.
— ¿Dónde estás, Kacchan?
Izuku revisó su celular una vez más como si hacer eso cada cinco minutos pudiera surgir algún tipo de cambio. Lo cierto era que Katsuki ni siquiera había leído los mensajes que le había mandado y eso solo le preocupaba más: Kacchan siempre contestaba. A veces tardaba cuando estaba de misión o patrullando, pero al final del día o cuando tenía tiempo, le contestaba. Estaba a punto de mandarle otro mensaje cuando escuchó el sonido de la puerta abrirse, y sin dudarlo mucho salió corriendo para verificar que se tratara del rubio, algo tonto a su parecer pues eran los únicos que vivían en ese departamento.
— ¡Kacchan!
Pero lejos de sentirse aliviado de ver una vez más al rubio, se preocupó más al comprobar su estado mientras éste permanecía parado en el recibidor sin muchas ganas de adentrarse a su hogar. Todo el cuerpo de Katsuki presentaba moretones y heridas, su traje estaba en muy mal estado y lleno de lodo, sus ojos carecían de esa vitalidad tan característica que tanto le gustaba a Izuku, incluso parecían opacos y casi sin vida. Izuku se detuvo a unos pasos del rubio, no sabiendo si sería bien recibido.
— Y-Yo… te iba a mandar otro mensaje… estaba preocupado.
Mencionó inseguro el peliverde, aunque con eso consiguió que al menos, Katsuki moviera su cabeza un poco al negar.
— Perdí el celular… quizás en una explosión… o algo así.
— Ah… no te preocupes… Ve a darte una ducha caliente mientras preparo algo para que comas.
— No tengo hambre, nerd. — Respondió el rubio con desgana para después reaccionar un poco y autoevaluar su estado, notando a penas el aspecto tan deplorable que seguro estaba mostrando ante su pareja. — Ensuciaré el piso. — Completó de forma distraída.
— Eso es lo de menos, Kacchan. — Susurró con suavidad el peliverde sin atreverse a acercarse al rubio, al menos de momento, porque tenía la impresión de que, si lo hacía, éste iba a retroceder. En esos momentos, Katsuki parecía más un animalillo salvaje a punto de saltar ante el peligro. — Traeré unas toallas, espera un momento aquí por favor.
Sin esperar respuesta, Izuku salió corriendo en dirección al baño sintiendo su corazón oprimirse ante el evidente sufrimiento de su pareja. Katsuki Bakugo era la persona más fuerte que conocía, muy pocas veces se derrumbaba, pero tenía el presentimiento que esto era algo completamente diferente. Tardando el menor tiempo posible, regresó al genkan con varias toallas abrazadas contra su pecho, que después acomodó sobre el suelo.
Dándose ánimos internamente, el peliverde se acercó al rubio, deteniéndose cuando éste negó con suavidad.
— Déjame ayudarte, por favor. — Susurró Izuku, con evidente dolor, ante el posible rechazo que pudiera darle su pareja. — Estaremos siempre juntos, ¿lo recuerdas? Eso incluye los momentos buenos y los malos, Kacchan. No soy un desconocido, soy yo, Izuku.
Katsuki solo se mantuvo en silencio, observando a su pareja, pero cuando Izuku dio un nuevo paso y el rubio no retrocedió, el peliverde sintió un inmenso alivio al comprender que el rubio estaba accediendo a recibir su ayuda. Sin ninguna palabra de por medio, el peliverde comenzó a quitarle el traje de héroe con sumo cuidado junto con la muda ayuda del rubio. No le dio importancia a la desnudez de Katsuki mientras le limpiaba lo mejor que podía, con ayuda de algunas toallas húmedas, el lodo que se había adherido a la piel de su pareja y que aparentemente se negaba a querer salir. Cuando estuvo satisfecho, Izuku envolvió el cuerpo de Katsuki con una toalla limpia.
— Ven… vamos a la ducha, Suki…
Izuku tomó la mano del rubio con suavidad, entrelazando sus dedos con cuidado para transmitirle algo de calma a su pareja, alentándole a continuar con el hasta el baño. Si bien Katsuki no estaba respondiendo verbalmente, estaba permitiendo que su novio lo atendiera.
Una vez en el baño, Izuku ayudó a Katsuki a llegar hasta debajo de la ducha en donde le quitó la toalla. Le preparó el agua a una temperatura agradable y cuando el peliverde quiso retirarse para poder darle un poco de espacio a su novio, éste lo detuvo al no soltar su mano.
— No te vayas, por favor. —Susurró con voz ronca el rubio. Izuku ni siquiera se detuvo a pensarlo, agarró la esponja de baño y untando un poco de jabón en ella, comenzó a jabonar el cuerpo de su pareja, teniendo especial cuidado cada vez que encontraba algún moretón o rasguño profundo. Lejos de eso, no parecía tener heridas de gravedad. Al menos heridas físicas.
— Todo salió mal en la misión… — Comenzó a hablar el rubio perdido en sus pensamientos e Izuku supo, por su expresión, que no debía interrumpirlo, así que se dedicó a seguir limpiando su cuerpo mientas se dedicaba a escuchar. — Perdí a treinta niños, Izuku. ¡Treinta! Y no tenían más de doce años… uno de ellos murió mientras lo sostenía… treinta. — Izuku se detuvo, impactado y sintiendo su corazón contraerse de impotencia ante lo que el rubio le estaba revelando. — Una pareja de ancianos también murió, el viejo se rehusó a dejar el cadáver de su esposa porque le había prometido nunca dejarla sola… — A pesar del agua que corría por el rostro de Katsuki, Izuku sabía que el rubio estaba llorando y para él, aquello solo era una señal más de alarma. Izuku solo le había visto llorar en tres ocasiones en toda su vida. — ¡Todos murieron a mi cuidado, Izuku! ¡¿Dime qué clase de héroe deja morir a sus protegidos?! No sé cómo puedo pretender convertirme en el héroe número uno si soy tan patético.