Edén se despertó cuando escuchó un ruido estruendoso. Estaba acostumbrada a escuchar el escándalo de las calles, de los autos al pasar en la avenida donde ella vivía y de sus vecinos fiesteros. Se reincorporó en su cama.
—¿Pit? —llamó en voz alta a su perro, pero no hubo respuesta de su parte. Edén maldijo en voz baja y se puso de pie. Al asomarse al pasillo que conectaba con la cocina y el comedor, pudo notar las luces encendidas. Sintió un dolor en la boca del estómago, ¿las dejó así? Recordó haber apagado todo antes de irse a dormir. La cocina parecía estar en perfecto estado, ninguna ventana rota, la alacena estaba cerrada y los trastes de anoche seguían sucios en el fregadero. Sus hombros se relajaron y se pasó una mano por su cabello azulado suspirando pesado. Miró la hora proyectada en su refrigerador: las tres de la mañana. Tenía que regresar a dormir o si no lo lamentaría cuando su despertador sonara. Apagó la luz de la cocina y cuando se dirigió para apagar la del comedor, se topó con algo sobre la mesa. Una botella de bebida energizante, todavía contenía la mitad del líquido naranjoso, pero lo que llamó su atención fueron las
gotitas de sudor que indicaban que aun estaba fresca. Edén tomó la bebida para comprobar
que no estaba solo viendo cosas y sintió su mano enfriarse al tacto. De inmediato la guardó
en el refrigerador y regresó a su habitación para tomar su teléfono.
Ninguna notificación sobre alguna alerta. Según la aplicación, todo estaba en orden. Edén presionó un botón de escaneo.
—"No se detecta movimiento sin identificar" —dijo aquella amable y forzada voz artificial. Dejó su dispositivo de nuevo la mesita de noche y se sentó en la orilla de la cama. Bostezó, tallándose el rostro en el proceso. No se dio cuenta cuando la pantalla de su teléfono volvió a encenderse. —"Campo de seguridad desactivado" —Edén dio un brinco en su lugar.
—¿Qué?
—"Alarmas desactivadas" —continuó— "Llamadas a números de emergencia desactivados". Edén tomó su teléfono en un movimiento rápido y vio todas las notificaciones en pantalla. Solo era un error de programación probablemente. Tenía que creerse eso y no entrar en pánico en aquel momento, pero entonces los ladridos de su perro le sobresaltaron.
—Pit —susurró su nombre y sin esperar un segundo más, salió de su habitación. Ignoró las luces encendidas por segunda vez y fue directo hacia los cajones de la alacena. Tomó el cuchillo más grande que encontró y caminó por un segundo pasillo hasta llegar al arco que formaba la entrada de la sala.
Escuchó los ruiditos que hacia la placa del collar de Pit cuando movía la cola con felicidad.
Y justo cuando se asomó vio a su labrador color miel moviendo la cola mientras una mano enguantada le acariciaba la cabeza con suavidad. La sala estaba casi en penumbras, pero la luz de la luna alumbró a la perfección a través de los ventanales y las cortinas delgadas. Una sombra se reincorporó lentamente del suelo. Una careta le cubría el rostro, y un abrigo, el cuerpo. Por eso es que muy apenas podía verlo. Edén quiso regresar corriendo a su habitación, pero no tuvo el valor de dejar a su mascota con aquel extraño y sus piernas tampoco le respondieron. Pit por su parte no parecía tenerle miedo o desconfianza a la persona enmascarada, solamente quería jugar. Eso fue lo único que le dio confianza a Edén para
salir de su escondite.
—¿Quién eres?, ¿Qué haces en mi departamento? —fueron las únicas palabras que salieron de su boca, tratando de mantener la firmeza en el tono de su voz. La persona enmascarada levantó las manos en defensa cuando vio el cuchillo al que Edén se aferraba. No contestó la pregunta de la chica, abrió la puerta del pequeño balcón techado con lentitud y le hizo un par de señas a Pit. La chica vio con sorpresa y algo de horror como su perro entendía el comando de "salir y sentarse", uno que apenas le había enseñado hace un mes. Estaba claro que no quería hacerle daño a su perro. Una vez que cerró la puerta, comenzó a acercarse hacia la chica. Edén retrocedía con el cuchillo todavía en sus manos.—¿Cómo entraste aquí?, ¿tu fuiste quién desactivaste las alarmas?, ¿hackeaste mi teléfono?
El intruso negó con la cabeza y luego se abalanzó contra la chica, sosteniendo el brazo que tenía el arma en lo alto hasta arrebatárselo. Durante aquel forcejeo el filo del cuchillo llego hasta la piel del brazo de Edén. Soltó un jadeo adolorido. Un líquido negro y espeso mancho el suelo. Aquello fue una distracción para que Edén le diera un golpe y saliera corriendo. Llegó hasta su habitación, ignorando el desastre que estaba dejando en todos lados. Tomó su teléfono, pero antes de que pudiera hacer alguna llamada, el dispositivo le fue arrebatado.
Le dieron la vuelta y un grito se ahogó en su garganta al sentir un fuerte golpe en el estómago,
o al menos eso pensó que era. Edén se llevó una mano al abdomen, su playera blanca se ennegreció. Al intentar dar un paso atrás se tropezó con sus pies, tambaleándose y cayendo de sentón al suelo. Recargó la cabeza a un costado del colchón, descansando su cuerpo ahí mientras intentaba asimilar lo que estaba pasando. La persona enmascarada soltó el arma, dejándola caer mientras se arrodillaba a un lado de la chica. Se retiró la careta oscuro y Edén ahogó un asombro.
Reconocía su propio cabello azulado, solo que el de la chica que le miraba estaba atado a una coleta y tenía una cicatriz —Lo siento —suspiró exasperada porque aquella era una disculpa demasiado banal para lo que hizo— Pero esta no es tu vida. —terminó de decir antes de que Edén dejara de existir.
Editado: 26.08.2021