Después de Medianoche (cuentos)

Autobús

Autobús

Dia 1

Quiero que los días cálidos vuelvan.

Quiero sentir ese calor en mi cuerpo, mis manos libres, mi piel más suave, mi cabello suelto, mi ánimo más arriba, mi sonrisa más a menudo, no pensar tanto, pero, aunque mi ánimo es como un tobogán sube y baja, pero sé que cuando los días cálidos aparecen sube como un cohete hacia las estrellas y se desvanece como un vapor hasta desaparecer en las nubes, en este caso las nubes serian mi mente porque sé que es grande y se que es laberíntica.

El sol está pegando en mi rostro, tanto que me hace querer estornudar, porque soy sensible hasta al sol de invierno, el asiento se mueve tanto que me revuelve un poco el estómago, los niños hoy corren en el autobús, gritan, se ríen, el conductor lleva lentes negros, y está muy serio, quizás es por los sonidos que emiten los niños que ellos encuentran todo divertido, con respecto al conductor me pregunto si ve algo de la calle y no tiene preocupación de no ver algo con claridad y cometer un accidente.

Hay una señora con un bastón, un saco rojo, en el asiento de enfrente que me sonríe, apenas tengo los ojos abiertos, porque me senté en el lado equivocado en el que el sol no te deja ver y aunque estemos en los días que predomina el clima frío, hoy, el sol está fugaz. Como una luz potente que impide que los ojos se abran y pueda ver el movimiento de este autobús que ahora todos los jueves y viernes tengo que tomarlo y costó mucho que mi cuerpo pueda adquirir el hábito de poder subir al colectivo, tener el viaje de doce minutos, y bajarme antes de pasar del lugar que tengo que bajar y después no sé cómo llegar a mi destino.

Soy muy distraída así que esas cosas me cuestan mucho.

Siempre caminé, siempre lo hice, sin quejas y a lugares que me quedaban lejos nunca dije que no, pero a este que comencé a ir, supera lo que podía caminar entonces tenía que tomarlo de todas maneras, ahora es una obligación...

Me coloqué los auriculares, pero hay uno de ellos que está roto así que siempre escucho el sonido del oído izquierdo y el derecho simplemente escucho el sonido fuerte que emite el colectivo y los gritos de los niños, sus pies tocando el suelo, a veces voces de personas hablando, pero casi siempre van todas por separado, vamos todas solas, hacia un destino, hacia un lugar.

Tantas calles, tantos caminos, que nunca voy a recorrer, que nunca me imagino caminando por ahí, aunque viva en una ciudad tan pequeña, que por cierto la llaman ciudad por pena porque creo que no lo llega a ser, hay tantas casas con tantas personas que no me conocen que yo no las conozco, que no me interesa conocerlas y ellas tampoco se interesan de conocerme a mí. Pero debo reconocer que antes de hablar de una persona debo limpiarme la boca con jabón porque eso se llamaría juzgar y estoy cansada de hacer esa acción.

Debo decir que el autobús hoy funcionó con normalidad porque estaba funcionando mal, llegaba minutos tarde y me tocaba subir a uno que no me dejaba tan cerca de mi destino y eso es muy malo porque me cuesta doblar en la calle correcta y en la esquina para que mi destino se encuentre cerca.

Los árboles se mueven por el viento, la gente pasa y mira la ventana. Siempre voy de ese lado, me gusta mirar el exterior, aunque la ventana del lado de afuera se encuentre un poco sucia, pero puedo visualizar lo que pasa allí afuera.

Mi miedo es siempre llegar tarde, no me gusta llegar tarde, nadie me dice nada, la gente tiene la cabeza en otras cuestiones, está en otras cosas mejores que yo, pero yo siento que, aunque ni siquiera me miren, un día al llegar tarde puedan mirarme y caminar los pasillos y decir ella llegó tarde o ella no está en el camino correcto o ella es un poco irresponsable.

Este autobús al comienzo empieza a parar cada quince segundos y me hace doler un poco la cabeza, pero cuando estoy en la mitad del camino ya empieza a andar bien y empiezo a respirar hondo.

No soy de este tipo de personas que se pone cómoda en un viaje en el colectivo, este viaje tiene algo que siempre me pone nerviosa cuando voy sola, claro, o sea siempre porque casi nunca voy acompañada siempre voy sola a todas partes. Tiene sus ventajas y desventajas, pero nunca me imaginé, manejando situaciones estresantes para mi mente, soy demasiado inmadura desde hace años, lo cual me cuesta adaptarme a los cambios que van llegando a mi vida.

Todo iba bien...

Todo transcurría con normalidad.

El mediodía se estaba pasando para darle lugar a la tarde.

El conductor frenó en una parada donde había una persona parada. No le presté atención cuando paró el conductor, pero cuando subió apoyó suavemente su tarjeta para poder pagar el viaje y se fue a sentar en un asiento delante mío, mis ojos se abrieron enseguida.

Empezó el viaje de nuevo.

Su perfume empezó a llegarme a mis narices como si estuviera oliendo uno, tanto que me dio ganas de estornudar, pero me aguante las ganas de hacerlo, solo porque no quiero que me observen.

Quiero hablarle... porque mi cuerpo me lo está pidiendo, quiero preguntarle su nombre y de donde viene.

Solo veo su espalda, quieta.

Está detrás mío. Lleva una chaqueta negra, su cabello es castaño oscuro, lleva auriculares y un perfume bastante peculiar.

Me recuerda a algo, me recuerda a un perfume que olía cuando era pequeña, muy pequeña, más o menos tenía ocho años. Debo reconocer que la edad de ocho años no fue mi favorita, pero la de los once años, si, así que a este perfume lo olí cuando tenía once años por eso este chico desconcertó mi viaje.

El colectivo agarró una calle desviada entonces se movió bruscamente lo cual me hizo doler la cabeza y marearme, pero no importaba estaba acostumbrada a los dolores corporales, era algo cotidiano en mi vida.

Quería tocar su hombro de la persona que estaba delante mío, pero en cuanto se dé vueltas no sabría qué decirle...




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