Después de Navidad (3)

CAPÍTULO II OLIVER GRANT

OLIVER GRANT

NEW YORK, 10 MESES DESPUÉS DE NAVIDAD

 

Miro a mi alrededor y observo el desastre que causamos la noche anterior, mismo que ninguno está dispuesto a ordenar. Las sábanas están prácticamente arrastrando, logro ver su sostén sobre el televisor que está situado sobre el mueble enfrente de la cama y su vestido, justamente en la puerta, y no hay que olvidar su interior, ese sin no se donde fue a parar.

—¿Te quedarás a dormir? —opto por romper el silencio tan cómodo en que nos encontramos. Acaricio su espalda.

La luz se escabulle en medio de las cortinas y choca contra su piel, un leve brillo y un color un tanto rosáceo, la vuelven más hermosa e irresistible. Podría quedarme toda la vida observándola y acariciandola. Lo que me hace pensar que todo esto ha sido una completa locura, pero aún así, no me quejo en lo absoluto, ya que he disfrutado estos 10 meses juntos y espero por muchos más.

—Tengo mucho trabajo y esta vez es en serio —trata de ser firme con sus palabras, mientras su mano aún continúa recorriendo mi pecho—, así que no, no pienso quedarme y creo que ya se está haciendo tarde para mi reunión del medio día —finaliza.

Llevo mi otra mano a su rostro antes de acercarme y darle otro beso.

—Te amo —repito una vez más.

—Y yo, pero tengo ganas de hacer pis —avisa con una sonrisa y risa muy divertida, y yo niego.

—Creo que de hoy en adelante me tomaré muy en serio lo de la vejiga chiquita —comento y ríe un poco.

La observo colocarse de rodillas para luego pasar sobre mi para poder llegar al baño. El baño se encuentra de mi lado de la cama. Apenas se pone en pie, le doy un leve golpe que la hace brincar.

—¡Oliver! —da un pequeño grito y antes de que llegue a decir algo más, la jalo hacia mi y la callo.

Me tomo el atrevimiento una vez más y la beso, con ansias, pero aún si con delicadeza. Estuve una semana de viaje y dentro de tres días me tendré que ir otra vez, y esta vez será por más tiempo.

—No te comportes como un cavernícola —pide sobre mis labios.

—Yo amar mucho mujer de rizos —bromeo—, gustarme demasiado dar pan pan a boom boom —continúo con esa estupidez y consigo escucharla reír.

—Eres un tonto —comenta haciendo un gran intento por no reír más fuerte. Se está conteniendo.

—Soy el tonto que va a ducharse con el desastre andante más hermoso de toda la galaxia y mil más —agrego sin hacer ni el más mínimo intento por evitar que esta enorme sonrisa continúe expandiéndose.

—¿Si…? Y… ¿Cómo es eso? —pregunta sonriendo ampliamente antes de rozar los labios y alejarse.

Tomo una de sus pequeñas manos, es increíble lo pequeñas que son, la llevo a mis labios para dejar un pequeño beso y finalmente acercarla a mi pecho, para que sienta lo fuerte que late mi corazón cada vez que la tengo cerca, cada vez que la observo, cada vez que la acaricio y la beso.

—No lo sé —contesto y sus ojos se blanquean—, ¿con esos ojos observabas a tu abuela? —pregunto y sus labios se transforman en una mueca.

—Quiero saber Oliver —pide en un pequeño y muy hermoso ruego.

—Me haces muy feliz my pequeña Emm, demasiado…

Me levanto de la cama y la abrazo, lo hago fuertemente antes de besarla y tomarla en brazos para dirigirnos hacia el baño.

(…)

—¡Oliver! —escucho mi nombre salir a gritos de su boca. Se encuentra en la habitación, por eso debe gritar— ¡¿Qué hiciste con mi ropa?! —pregunta y no sé a qué se refiere.

Luego de tres meses saliendo, mi apartamento se convirtió en suyo y su dulce morada —así la llama— en la mía. Sus productos de belleza ocupan más de la mitad de los estantes de mi baño.

Su ropa se encuentra en todos mis cajones y en gran parte de mi armario. Cada semana nos turnamos; una semana en su dulce morada y una en mi apartamento. A veces cuando viajo, se queda en mi apartamento, pero esta vez decidió quedarse en su casa a causa de que me fui por una semana y por eso, se supone que Linda, vino dos veces a limpiar, pero la ropa no estaba incluida en la limpieza.

Por otro lado además de su ropa, faltan algunos productos en el baño y su cepillo de dientes desapareció, sus zapatos también se esfumaron junto con su cepillo para el cabello, lo cual es demasiado extraño.

—¡No hice nada! —grito de regreso— ¡Solo ponte una camisa y baja!

Paro de gritar mientras me ocupo de hacer el desayuno, Linda no fue a hacer las compras y no me quejo, pero solo desayunaremos huevos con tocino, algunas tostadas —si es que las encuentro y no se han fugado al igual que sus cosas— y creo qué aún hay un rastro de café y si no lo hay tendremos que beber agua. Lo bueno es que quiere ponerme a dieta, así que no va a quejarse.

Tomo ambos desayunos para tomar rumbo a la terraza. El día está soleado y hay que aprovechar, ya que la época de lluvias se están avecinando y como tendré que viajar una vez más, no creo que contemos con el tiempo necesario para hacerlo.

Escucho pasos acercarse y se me hace raro porque logro percibir tacones y que yo recuerde no encontramos sus zapatos y ayer usaba zapatos de tacón ancho. Ayer la sorprendí luego de salir de una junta.




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