Durmstrang había sido una de las escuelas de magia más famosa, y no tanto por la calidad de su enseñanza, sino por su notoria inclinación hacia las Artes Oscuras. Después de la caída de Voldemort, gradualmente había ido perdiendo notoriedad en ese sentido, pero aún conservaba su tendencia a tratar las Artes Oscuras, quizá con excesiva condescendencia. Sin embargo, muchos magos habían desistido de enviar a sus hijos varones a Hogwarts, decantándose por Durmstrang, especialmente si residían en algún lugar de Europa oriental.
El actual director de Durmstrang, se encontraba en su despacho y miraba con desconfianza al individuo que se sentaba frente a él. Aquel hombre acababa de hacerle una solicitud, y por algún motivo no confiaba en él.
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Un día de finales de julio, nueve años después de finalizada la guerra, un nombre apareció en la lista de nuevos ingresos de Hogwarts. Anthar Black.
Minerva McGonagall dio un grito e inmediatamente se puso de pie, hizo un movimiento con su varita, y luego se volvió hacia el retrato de Dumbledore que la miraba con su dulce sonrisa.
Pero la conversación quedó suspendida en cuanto un enorme perro plateado se posó en medio del despacho.
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Aquella mañana, Sirius leía El Profeta y sonrió con satisfacción al ver en primera plana, una fotografía de su ahijado con la leyenda: Nuevo Jefe del Departamento de Aurores. Finalmente, Harry había aceptado. Repentinamente un alboroto llamó su atención, pero unos segundos después sonrió y volvió a la lectura. Ya estaba acostumbrado a las constantes riñas entre Grace y la niña.
No teniendo idea del motivo de la discusión entre madre e hija, Sirius bajó un poco el diario y sus ojos grises asomaron por encima de éste, dejando cuidadosamente oculta su sonrisa.
Dicho esto, abandonó el comedor. Una vez a salvo de su mujer, Sirius tiró el diario y abrazó a la niña.
Rowena estaba segura que su padre resolvería el asunto, después de todo, él era el principal responsable de que su guarda ropa estuviese compuesto de jeans desteñidos, playeras de todos los colores imaginables, y tenis. Pero no llegó a enterarse de cuál era la idea, porque en ese momento un gato plateado se posó sobre la mesa.