Aquel 1° de septiembre, Hermione se despertó exageradamente temprano, iba a salir de la cama, cuando Remus le sujetó el brazo.
Pero él la atrajo hacia sí y no la dejó levantarse.
Hermione iba a protestar nuevamente, pero él la silenció con un beso, y como de costumbre, Hermione olvidó cualquier cosa en la que hubiese estado pensando.
A las nueve de la mañana, Hermione aun luchaba para que Lyra saliera de la cama, pero finalmente lo había hecho.
La chica se levantó con la mayor parsimonia, se bañó y comenzaba a vestirse cuando escuchó que su madre la llamaba de nuevo. Antes de salir de su habitación, se puso su inseparable chaqueta y bajó.
Remus asistía a aquel diálogo mil veces repetido y se preguntaba si realmente su mujer pensaba que obtendría algo, porque su hija había demostrado hasta la fecha, una verdadera aversión a los peines. Y recordó con nostalgia el cabello alborotado de Hermione cuando era niña. Lyra tenía los cabellos muy parecidos en la forma, pero de un color un poco más claro como los suyos, y en su opinión, se le veían muy bien así, pero ni bajo tortura habría dicho aquello.
Llegaron a la estación apenas con tiempo, y ya estaban allí los Black, Harry y Bill. Ron no había podido ir porque no estaba en el país, pero la noche anterior le había enviado una lechuza a Lyra, y Remus sospechaba que con la misma recomendación hecha a Anthar.
Sirius rio escandalosamente mientras Remus hacía esfuerzos por no hacerlo y Hermione lo miraba con ganas de asesinarlo.
Hermione pensó que, aunque amaba a su hija, aquella condenada criatura fácilmente podría pasar por hija del desvergonzado de Sirius. Harry se despidió de su ahijada con las mismas recomendaciones de estudiar y comportarse. Bill le dio un fuerte abrazo y le dijo que por favor no destrozara muchos corazones, ante aquello Sirius abrió desmesuradamente los ojos y agarró a Anthar por un brazo y lo alejó del grupo.
Pero se interrumpió al ver la cara de horror que ponía su hijo, y la protesta no se hizo esperar.
En otras circunstancias, Sirius habría reído del empeño que ponía Anthar en mantenerse alejado de Lyra. Él sabía mejor que nadie que la lobita era irascible, pero aquella mutua antipatía en ese momento le resultaba muy inconveniente. Sin embargo, el silbato volvió a sonar y los chicos se apresuraron a subir al tren.
Hermione lloraba como una magdalena, y Remus tenía una sospechosa humedad en sus ojos, mientras que Lyra estaba de lo más tranquila. Subieron y se dirigieron a un compartimiento para luego asomarse por la ventanilla.