Harry estaba terminando el desayuno en medio de un pleito entre Albus y Lily. Ginny tomó su varita y apuntó a ambos chicos.
Ambos conocían lo suficiente a su madre como para saber cuándo detenerse, de modo que hicieron inmediato silencio. Harry le sonrió agradecido a Ginny, porque, aunque amaba a sus hijos, a veces le provocaba ahorcarlos. Estaba a punto de levantarse, cuando entró una lechuza.
Ginny sintió que el mundo comenzaba a girar. Por mucho que quisiera ahorcar a su hijo con sus propias manos, el saberlo en la enfermería derrumbó sus defensas.
Por experiencia Harry sabía que era inútil discutir con su mujer, de modo que no perdió el tiempo en ello, y mientras caminaba hacia el salón llamó al elfo que les servía.
Después de esto, entraron apresuradamente a la chimenea ignorando a Lily que gritaba que ella también quería ir, mientras Albus intentaba sujetarla.
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Fleur bajaba las escaleras a toda prisa persiguiendo a los gemelos y gritando cuanta cosa se le ocurría en indignado francés. Aquel par de demonios acababa de “redecorar” su habitación y ello incluía una fuente, el único problema era que el agua de la misma se estaba desparramando por todo el piso superior. Pero cuando llegó abajo, Bill la apresó en sus brazos para detenerla.
Los azules ojos se abrieron desmesuradamente, y su piel adquirió una palidez extrema. Por un momento Bill pensó que su mujer iba a desmayarse, pero se recuperó de inmediato.
Después de esto, Bill reunió a los niños y se metieron apresuradamente en la chimenea, llegaron a La Madriguera y luego de una rápida y atropellada explicación a Molly, dejaron a los gemelos con su abuela y partieron hacia Hogwarts.
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Sirius acababa de salir de la ducha y se estaba vistiendo, cuando entró la lechuza y aterrizó en su cama. Él sonrió y terminó de colocarse la camisa antes de ir a desatar el pergamino de la pata de una indignada lechuza, la cual parecía opinar que aquella espera era una grosería. Durante aquel año, habían recibido el doble de lechuzas de Hogwarts, que en los dos años anteriores, y aunque a Grace la única amenaza que le faltaba proferir era que enviaría a su hija a Azkaban si recibía otro aviso de la escuela, a Sirius todo el asunto lo que hacía era divertirlo mucho. Sin embargo, después de leer el pergamino, casi sufre un paro cardíaco.
El grito resonó en toda la casa y Grace que hablaba en aquel momento con Hermione, cuya cabeza estaba en la chimenea, casi se cae. Sirius entró en el salón como un vendaval.
Grace se llevó las manos al pecho, Hermione desapareció a toda prisa y Sirius se introdujo en la chimenea seguido de Grace.
Harry y Ginny salieron de la chimenea del despacho de McGonagall y fueron seguidos casi de inmediato por Sirius y Grace.
Se interrumpió porque en ese momento llegaban los Weasley, que casi chocan con los Lupin.