El despacho de la profesora McGonagall estaba abarrotado de personas al día siguiente, entre padres y alumnos. Rowena y Victorie habían salido de la enfermería el día anterior a finales de la tarde, mientras que James y Terry, no pudieron hacerlo hasta esa mañana y de allí directamente a la Dirección.
Los chicos estaban en silencio y miraban a la directora, pero en todos los rostros había una total ausencia de expresión.
La profesora McGonagall abrió desmesuradamente los ojos, porque si bien el chico se había expresado con la mayor corrección y ciertamente ella no esperaba otra actitud de ninguno de aquellos jovencitos teniendo en cuenta de quienes eran hijos, lo último que había dicho Anthar, era casi una confesión pública de que había sido lo suficientemente astuto como para haber participado en cualquiera de las travesuras ejecutadas durante ese año, sin ser descubierto.
Sirius por su parte, estaba a punto de explotar de exagerado orgullo, mientras que Remus pensaba que Anthar era una versión muy superior a su padre, porque aquel chico no solo había heredado su físico, inteligencia y la mencionada astucia, sino que poseía también la labia de su padre solo que convenientemente aderezada con una correctísima forma de expresarse, que lo hacía recordar a Jason, adquirida con las muchas horas de lectura a las que Sirius siempre se negó.
Y mientras Dumbledore sonreía complacido, Snape tenía el aspecto de alguien que estuviese ahogándose con algo atorado en la garganta, porque a pesar de que la insufrible arrogancia Black subyacía en cada una de las ideas expresadas por aquel pequeño individuo, era imposible acusarlo de grosería, ni de nada en realidad.
Lyra por su parte tenía verdaderos deseos de golpear a Anthar, aparte de que seguía descomponiéndola aquella forma tan refinada de hablar, su sonrisa irónica la ponía verdaderamente enferma, y ciertamente sin importar lo que pudiese decir, no dejaría que él solo cargara con aquella responsabilidad. Pero ninguno de los dos pareció recordar que James Potter era hijo de Harry, Rowena una Black en toda la regla, Victorie a pesar de ser tranquila y callada, por sus venas corría la sangre Weasley mezclada con la efervescente sangre francesa, y Terry había dejado claro en innumerables oportunidades anteriores, que era tan terco como James. De modo que una vez que Anthar finalizó con su ambigua pregunta, saltaron los cuatro transgresores.
Anthar deseaba lanzarles una maldición que los dejara mudos por unas horas, mientras él resolvía la cuestión. Pero al final de cuentas, y aunque habría podido salirse con la suya, la terquedad de su hermana, de sus primos y de Terry, echó por tierra su bien armado y ejecutado plan, porque McGonagall se hartó de la situación y todos fueron castigados.
James, Rowena, Victorie y Terry tendrían que ir al aula de Pociones al terminar las clases de cada día, a limpiarla y ordenar los armarios donde se guardaban los ingredientes, durante lo que quedaba de año. Mientras que Lyra, Anthar y Tyler, harían tutoriales de Pociones para todos aquellos alumnos que fuesen mal en esa materia, y en el caso de los dos chicos, les habían suspendido las dos últimas salidas a Hogsmeade que quedaban aquel año.