Después de todo

Capítulo II

Leonardo dio un paso hacia adelante, su rostro endurecido por la culpa y el pesar.

—Ana… tienes razón. Hemos cometido un error enorme. Sabemos que eres capaz, que eres inteligente. No debimos…

—No debieron, pero lo hicieron —lo interrumpió Ana, cruzándose de brazos, todavía temblando—. Y ahora les aseguro algo: voy a destruir a Kevin y a toda su familia, con su apoyo o sin él.

Su padre suspiró profundamente, comprendiendo que las emociones de su hija estaban en su punto más alto. Se acercó con cautela, colocando una mano sobre su hombro.

—No vale la pena, hija. Pero si ese es el camino que eliges, estaré aquí para apoyarte. Puedes contar conmigo.

Ana lo miró por un momento, las lágrimas volviendo a nublar sus ojos. Apretó los labios, sin responderle, pero el peso de su mirada era suficiente para que él entendiera que, en el fondo, agradecía sus palabras.

Mientras tanto, Leslie y Aysha se reunieron a su alrededor. Leslie fue la primera en romper el ambiente de tensión con su voz entusiasta.

—Amiguis, vámonos de aquí. Esta noche no será para llorar, será para olvidarnos del idiota de Kevin. Recuerda que los hombres son como los autobuses, si pierdes uno, no te preocupes, vienen más.

Leonardo miró a la amiga de su hija con desaprobación, aunque no dijo nada, sabía que solo intentaban animarla.

—Sí, tenemos una noche de chicas por delante, y será épica —añadió Aysha con una sonrisa que intentaba contagiar algo de optimismo.

—Exacto —dijo Leslie, agarrando a Ana del brazo con suavidad—. Vamos a hacer una locura. Nada de quedarse aquí, lamentándonos.

Rosa, la madre de Ana, se acercó entonces. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas mientras miraba a su hija.

—Mi niña, amor… —dijo suavemente, colocando una mano sobre su mejilla y dándole un beso en la frente—. Sé que no puedo reparar el daño que te hemos hecho, pero te doy mi bendición para lo que decidas. Solo te pido que tengas cuidado.

Ana asintió, todavía sin palabras, y dejó que sus amigas la rodearan. Fue Leslie quien, como siempre, logró arrancarle una pequeña sonrisa con su comentario.

—Vamos a portarnos mal para pasarla bien, como diría Shakira —canturreó mientras bailaba como la artista.

Las tres rieron brevemente, y por primera vez, Ana sintió un leve alivio. Entre el apoyo de sus amigas y las disculpas sinceras de sus padres, comenzó a caminar hacia el auto que Luly otra de sus amigas, había acercado hasta donde estaban.

Leslie se sentó al volante, Luly al lado, Aysha y Ana en la parte trasera, aun procesando todo lo que había sucedido. Luly, siempre risueña, miró a Ana a través del retrovisor con una sonrisa traviesa.

—Primera parada: ¡el centro comercial! —anunció Leslie encendiendo el auto.

El trayecto estuvo lleno de música animada y comentarios ligeros que intentaban despejar el ambiente. Aunque Ana todavía tenía el corazón pesado, no podía evitar sentirse agradecida por sus amigas, que hacían lo imposible por levantarle el ánimo.

Las chicas entraron decididas a varias tiendas, probándose vestidos, zapatos y accesorios. Leslie, siempre el alma de la fiesta, recorría los estantes con rapidez, seleccionando prendas atrevidas. Aysha, con su estilo más refinado, se tomaba su tiempo, buscando algo que resaltara la elegancia natural de Ana.

—Este es perfecto —dijo Leslie, sacando un vestido negro ajustado y corto con tirantes delgados y un escote pronunciado en la espalda. Lo colocó sobre Ana, sonriendo ampliamente—. Míralo, grita: «¡Kevin, te perdiste lo mejor de tu vida!».

—No sé… —murmuró Ana, insegura.

—¡Pruébatelo! —exclamó Aysha, empujándola suavemente hacia el probador.

Cuando Ana salió, las tres amigas se quedaron boquiabiertas. El vestido se ajustaba a su figura como un guante, resaltando sus curvas y dándole un aire de confianza que hacía mucho no sentía.

—Diosa —declaró Luly con teatralidad.

—Kevin no merece ni que respires el mismo aire que él, pero si te ve así, va a desear no haberte dejado nunca —añadió Aysha, cruzando los brazos con orgullo.

Ana sonrió débilmente, todavía sintiendo los efectos de la humillación reciente. Leslie, notándolo, tomó su mano.

—Amiga, este es el comienzo de tu revancha personal. Ahora, vamos por el cambio de look.

La siguiente parada fue un salón de belleza exclusivo. Apenas entraron, el personal las recibió con sonrisas. Ana tomó asiento frente al espejo, observando su reflejo.

—Quiero algo diferente —dijo con firmeza—. Un corte Bob asimétrico. Y… tiñan mi cabello rubio con matices rosa. Quiero que todo el mundo vea el cambio.

La estilista sonrió con complicidad y se puso manos a la obra. Mientras trabajaba, las amigas comentaban entre risas.

—¿Sabes lo que dicen? —comenzó Leslie, sonriendo pícaramente—. Los hombres pueden destrozar corazones, pero un buen cambio de look puede destrozar egos.

—Exacto —añadió Luly—. Este es el primer paso para demostrar que no necesitas a ningún idiota en tu vida.

Ana soltó una pequeña carcajada mientras veía caer mechones de su cabello al suelo. Poco a poco, su reflejo comenzó a transformarse. El corte asimétrico enmarcaba perfectamente su rostro, dándole un aire moderno y sofisticado. Los tonos rosados en su cabello agregaban un toque atrevido y juvenil.




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