Amir miró hacia la barra, donde Ana reía amargamente mientras sus amigas intentaban convencerla de lo contrario. Podía ver el dolor detrás de su sonrisa, el vacío en sus ojos. Una parte de él quería acercarse inmediatamente y detenerla, pero sabía que eso podría ser contraproducente. Si la confrontaba directamente, podría alejarla.
Mientras cavilaba, Ana, ignorando los intentos de sus amigas, llamó al bartender.
—Necesito… información —dijo con voz decidida pero algo tambaleante—. Quiero conocer a alguien especial esta noche.
El bartender la miró, dudando por un momento, hasta que Leslie intervino.
—¡Ana! Por favor, no hagas esto.
—Déjame en paz, Leslie. No voy a cambiar de opinión.
Fue en ese momento cuando Amir decidió actuar. Con paso seguro, se acercó a la barra, asegurándose de que su presencia no pareciera invasiva, pero lo suficientemente firme como para captar la atención de Ana.
—Creo que esta noche estás buscando algo y yo podría ayudar.
La voz profunda y tranquila de Amir cortó el aire, haciendo que Ana se girara sorprendida. Su mirada se encontró con la azulada e intensa de él, y por un momento, todo el ruido del club pareció desaparecer.
—¿Quién… eres tú? —preguntó, con un toque de confusión y curiosidad en su tono.
—Alguien que sabe que puede recordarte lo increíble que eres, escuché por casualidad, me acerqué para conocer tu oferta. —Él era cliente VIP de ese club conocido, hizo un guiño al bartender buscando su apoyo.
—Él puede ser la opción que buscas, lo recomiendo —intervino el hombre que conocía muy bien Amir por ser su amigo y sabía que por algo este se acercó a la mujer.
Las amigas de Ana intercambiaron miradas, sorprendidas por la interrupción, pero ninguna habló. Había algo en la forma en que Amir se dirigía a Ana, algo que las hizo confiar.
Ana lo miró fijamente, su ceño fruncido.
—Ok, ok, esto fue sencillo, me gusta como te ves, contratado —afirmó Ana mirando al hombre frente ella
Amir sonrió levemente, inclinándose hacia ella, pero manteniendo una distancia respetuosa.
—Eres una diosa y prometo que solo llegaré hasta donde me lo permitas.
Ella entrecerró los ojos evaluándolo, pero algo en su tono sincero comenzó a calmarla. Lo miró nuevamente, esta vez con algo más de claridad. Las palabras de Amir resonaban en un rincón de su mente que aún no había sido nublado por el alcohol. Él era todo lo que necesitaba para cerrar su corazón y echar la llave al río.
Nunca más se entregaría a un hombre, a partir de hoy solo los utilizaría porque la basura no se recicla, ni ella nació para recoger escombro.
El club había comenzado a vaciarse, pero la intensidad de la noche seguía vibrando en el aire. Aún tambaleante, tomó a Amir del brazo de manera repentina. Su mirada, perdida entre la decisión y el alcohol, se cruzó con la suya.
—Tú vendrás conmigo —ordenó con un tono que mezclaba autoridad y desesperación.
No le dio ni tiempo de responder antes de que tirara de él, tratando de llevarlo hacia un reservado. Sin embargo, él, con movimientos calculados, tomó el control de la situación.
—Está bien, Ana, te acompañaré, pero déjame ayudarte —dijo con suavidad mientras la conducía a través de la multitud hacia su reservado privado.
Una vez allí, Ana se dejó caer en uno de los sofás, pasando la mano por su cabello desordenado. Sus labios formaron una sonrisa desafiante mientras lo miraba.
—Escucha, vamos a dejar algo claro —empezó, señalándolo con un dedo tambaleante—. Te voy a pagar por esta noche. Si cumples mis expectativas… —hizo una pausa dramática— podemos hablar de exclusividad. Firmaremos un contrato.
Amir cruzó los brazos, inclinando la cabeza ligeramente mientras la observaba. La situación, aunque surrealista, no dejaba de preocuparlo. Ella estaba claramente bajo los efectos del alcohol, pero también había algo más: una herida profunda que intentaba ocultar tras esa fachada de control.
—¿Un contrato? —repitió Amir, manteniendo la calma—. ¿Y cuáles serían tus… exigencias?
Ana se recostó, cerrando los ojos por un momento antes de abrirlos con lentitud, como si estuviera considerando seriamente la pregunta.
—Solo una: que olvides cualquier cosa que pase esta noche.
Él reprimió una sonrisa. La situación se volvía más absurda con cada palabra que salía de su boca. Decidió seguirle la corriente, al menos hasta poder sacarla de allí de forma segura.
—De acuerdo, Ana. Como digas.
—Perfecto —murmuró ella, tratando de levantarse, pero perdiendo el equilibrio. Amir la sostuvo con facilidad, colocando su brazo alrededor de su cintura.
—Vamos, te llevaré a un lugar más cómodo.
Con una señal discreta, Amir llamó a su asistente, quien organizó rápidamente el transporte. El personal de seguridad despejó la salida del club, y Amir ayudó a Ana a subir a su auto. Ella murmuraba incoherencias mientras se recostaba en el asiento trasero, el cansancio y el alcohol, finalmente venciendo su resistencia.
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Editado: 04.02.2025