Después de todo

Capítulo XI

Ana no podía apartar la mirada de Kevin, quien parecía tan despreocupado que la sangre le hervía. Su corazón latía con fuerza, no por nostalgia ni dolor, sino por pura ira. Estaba a punto de girar la cabeza hacia otro lado cuando, para su sorpresa, Kevin levantó la vista y sus ojos se encontraron.

Él se quedó helado por un momento, pero luego se disculpó con el hombre que lo acompañaba, estrechándole la mano. Aunque intentó ser discreto, Ana alcanzó a escuchar parte de la conversación.

—Gracias por dar con el paradero de Valentina. Me aseguraste un problema menos.

El investigador asintió antes de levantarse y marcharse, dejándolo solo. Kevin, por su parte, no perdió tiempo en dirigirse hacia donde se encontraba su exprometida, ignorando las miradas curiosas del restaurante.

—Ana —dijo al llegar a la mesa, con voz firme, pero teñida de arrepentimiento—, necesito hablar contigo.

Ana lo fulminó con la mirada, cruzando los brazos mientras se recargaba en el respaldo de su silla.

—¿De verdad crees que puedes venir aquí como si nada hubiera pasado? —Su tono era cortante, su ira evidente.

Kevin suspiró, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. Su postura reflejaba inseguridad, aunque intentaba mantener la compostura.

—Quiero disculparme por lo que pasó en la boda. Todo se salió de control. Valentina no debió haber aparecido allí. Espero que podamos seguir haciendo negocios.

Amir, que hasta entonces había permanecido en silencio, observaba la escena con una expresión neutral, aunque sus ojos no se apartaban de Kevin. Ana, en cambio, soltó una risa sarcástica.

—¿Valentina? ¿Ahora vas a culparla a ella? ¿Los negocios? —Ana se inclinó hacia adelante, apoyando las manos sobre la mesa—. Ella reaccionó como cualquier persona lo haría al sentirse engañada. Pero, ¿sabes quién tiene la culpa real aquí? Tú.

Kevin frunció el ceño, pero antes de que pudiera responder, Ana continuó:

—Fuiste un cobarde. No tuviste el valor de decirme la verdad, de terminar con ella antes de intentar casarte conmigo. Eso es lo que realmente me duele.

—Ana, yo…

Ella lo interrumpió con un gesto de la mano mientras se ponía de pie, plantándose frente a él con la mirada desafiante.

—No. Ya no importa lo que tengas que decir. —Su voz era baja, pero firme—. Una disculpa no es suficiente para reparar la humillación que sentí frente a todas esas personas.

Kevin intentó acercarse, pero el ligero movimiento de Amir, quien se recargó en el respaldo de su silla, lo detuvo. Kevin lo miró de reojo antes de volver a centrarse en Ana.

—Sé que cometí errores. Solo quiero que sepas que lo siento.

Ana lo miró fijamente por un momento, evaluándolo, antes de esbozar una sonrisa amarga.

—Espero que estés listo, Kevin, porque vas a pagar por esto. Y lo harás con lágrimas de sangre.

Kevin tragó saliva, visiblemente incómodo, pero no se movió.

—Sé que estás molesta, y lo entiendo. Pero no era mi intención lastimarte.

—¿No era tu intención? —repitió ella con sarcasmo—. Bueno, al menos puedo agradecerte algo. Gracias por haber hecho esto. Ahora tengo la oportunidad de estar con alguien a quien realmente quiero.

Mientras hablaba, giró la cabeza hacia el hombre a su lado, quien captó la indirecta al instante. Sin vacilar, Amir se puso de pie, se acercó a ella y deslizó su brazo alrededor de su cintura, atrayéndola con seguridad.

—¿Algún problema aquí? —preguntó en árabe con suavidad, aunque había un trasfondo de advertencia en su tono.

Kevin lo miró con desconfianza antes de sacudir la cabeza y dar un paso atrás.

—No. Ninguno. —Sin añadir más, se dio la vuelta y comenzó a alejarse, dejándolos solos en un ambiente cargado de tensión.

—Bien manejado —murmuró Amir, sin apartar la mano de su cintura.

Ana suspiró, apartándose ligeramente, pero sin molestarse en retirar su brazo.

—Gracias. Pero no te acostumbres.

Amir sonrió de lado, saboreando el momento.

—Nunca me canso de ayudarte, Ana.

Kevin se detuvo antes de salir, girándose hacia Ana con una mezcla de confusión y molestia.

—No entiendo algo. Si ya tienes a alguien, ¿por qué te molesta tanto lo que pasó?

Ana lo miró con incredulidad, como si no pudiera creer su ceguera. Dio un paso hacia él, cruzando los brazos con firmeza.

—¿Por qué me molesta? —replicó su voz cargada de sarcasmo—. Porque, a diferencia de ti, yo tuve el valor de ir de frente. Amir y yo… —Se detuvo un momento, mirando fugazmente al hombre detrás de ella, ahora atento a la conversación—… solo éramos amigos, a pesar de lo que sentíamos.

Kevin frunció el ceño, procesando sus palabras, pero Ana no le dio tiempo de responder.

—¿Sabes qué? Gracias. Gracias por ser un cobarde. Porque ahora tengo la oportunidad de estar con alguien que realmente me valora, alguien que no teme enfrentar la verdad.




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