Después de todo

Capítulo XVIII

Ana permaneció en silencio, acurrucada contra el pecho de Amir, sintiendo el ritmo pausado de su respiración. Su piel aún ardía con el eco del deseo, pero su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos. No podía entender cómo aquel hombre, a quien apenas conocía, había logrado derribar todas sus barreras, haciéndola entregarse de una manera que jamás imaginó.

Amir deslizó los dedos por su espalda en una caricia lenta, consciente de su agitación interna. No necesitaba que ella hablara para saber que su mente estaba lejos, perdida en preguntas y dudas que aún no se atrevía a expresar.

—Ana —murmuró con suavidad, esperando que ella lo mirara.

Ella tardó unos segundos en reaccionar, pero cuando levantó el rostro, Amir atrapó su mirada con la misma intensidad con la que siempre la había observado.

—Quiero contarte algo —dijo en un tono bajo, casi reverente—. Algo que he guardado por mucho tiempo.

Ana frunció levemente el ceño, intrigada. Amir tomó aire y, sin soltarla, comenzó a hablar.

—Desde que tenía diecisiete años, te sueño.

La confesión la tomó por sorpresa y pestañeó varias veces, sin saber cómo interpretar aquellas palabras.

—¿Qué… qué quieres decir?

—Te vi por primera vez en una gala de la embajada, cuando llegaste con tus padres —explicó con un dejo de nostalgia en la voz—. Recuerdo el vestido celeste que llevabas, la manera en que sonreías tímidamente mientras tu padre te presentaba a sus colegas. Desde ese momento, supe que había algo especial en ti.

Ana lo miró con incredulidad. No tenía recuerdos claros de aquella noche, pero tampoco podía decir que él estuviera mintiendo.

—El despacho de arquitectura de tu padre había ganado el concurso para la remodelación de una villa que mi padre quería regalarle a mi madre por su aniversario —continuó Amir, observándola con atención—. Era un proyecto importante, y fue entonces cuando nuestras familias coincidieron por primera vez.

Ana abrió los labios, pero no encontró palabras. No podía creer lo que estaba escuchando.

—Espera… —susurró, sintiendo cómo una revelación la golpeaba—. Si tu padre regalaba villas… entonces…

La sangre abandonó su rostro al comprenderlo. Se incorporó ligeramente sobre la cama, con el corazón latiéndole con fuerza.

—Tú no eres un simple acompañante, ¿verdad?

Amir no desvió la mirada.

—No —respondió con calma—. Ya te lo dije. Soy el príncipe Amir Al-Mansur, hijo del gran jeque de la isla Dalma.

El silencio que siguió fue casi ensordecedor. Sintió que la habitación giraba a su alrededor. Un príncipe. No solo un hombre influyente o un millonario, sino un príncipe de verdad.

—No puede ser… —susurró, intentando apartarse, pero Amir la sujetó con firmeza antes de que pudiera alejarse demasiado.

—Eres la princesa que estuve buscando por mucho tiempo, Ana —dijo con intensidad—. Mis padres me llevaron de regreso a mi país, y cuando regresé a ests parte mundo, ya estabas comprometida. No quise intervenir en tu relación, aunque siempre quise acercarme.

Ana negó con la cabeza, tratando de asimilarlo.

—No puede ser…

—Pero cuando pasó lo de tu boda… —Amir bajó la voz, su expresión se tornó sombría—. Cuando supe lo que ese hombre te hizo, no pude quedarme de brazos cruzados. Mi presencia en el club no fue casual, Ana. Estuve allí para protegerte, porque me dolía tu sufrimiento.

Ana sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

—Entonces… ¿tú sabías quién era yo desde el principio?

—Siempre lo supe —admitió sin titubeos—. Pero tú no sabías quién era yo. Y cuando buscaste un acompañante, cuando dijiste que querías a alguien solo por una noche… te permití usarme.

Ana lo miró con el ceño fruncido, sintiendo cómo la confusión y la incredulidad se entremezclaban en su pecho.

—¿Y qué hay del contrato? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Amir sostuvo su mirada, pero esta vez evitó responder directamente.

—Poco a poco te lo iré contando todo.

—Amir…

—Confía en mí —murmuró, acariciando su mejilla con ternura.

Ana bajó la vista, sintiendo cómo el peso de la realidad caía sobre ella con una fuerza abrumadora. Dos noches. Dos noches seguidas con un hombre al que, en realidad, no conocía. Un hombre que le había regalado una experiencia increíblemente placentera, pero que hasta ahora le revelaba su verdadera identidad.

Se llevó una mano a la frente, tratando de ordenar sus pensamientos.

—Yo no acostumbro a hacer estas cosas… —susurró con frustración—. No soy ese tipo de mujer.

Amir la atrajo con suavidad hasta que su frente quedó pegada a la de él.

—Lo sé —dijo con firmeza—. Te conozco. Más de lo que imaginas. Y amo a la mujer que eres.

Antes de que ella pudiera protestar, él selló sus labios con un beso profundo, uno que buscaba sellar no solo su destino, sino también la verdad que ella aún se resistía a aceptar.




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