Después de todo

Capítulo XXXV

El gran comedor del palacio estaba bañado por la luz dorada de la mañana, filtrada a través de los ventanales que daban al jardín interior. La mesa, larga e impecable, estaba adornada con flores frescas, bandejas repletas de frutas exóticas, dulces árabes, panes recién horneados y finas teteras humeantes. El ambiente era solemne, pero cálido… hasta que ellos entraron.

Amir y Ana llegaron tomados de la mano, él con ese porte regio e imponente; ella, elegante, pero con el brillo desafiante aún en la mirada. Al ver a sus amigas —Luly, Aysha y Leslie— ya sentadas junto a Nadia, la hermana de Amir, Ana les lanzó una mirada acusatoria, que hablaba más que mil palabras.

Las tres amigas intercambiaron sonrisas nerviosas, sabiendo lo que se venía. La conversación se avecinaba como una tormenta. Pero antes de que la furia de Ana estallara, la situación fue salvada por la madre de Amir.

Con un aire desenfadado y lleno de calidez, Zaira, elegante y majestuosa, se levantó de su asiento, caminó hacia Ana y la abrazó con fuerza y emoción.

—¡Es tan bueno tenerte aquí, querida! —exclamó, apretándola entre sus brazos—. Un poco de energía latina fortalece el alma… y definitivamente este palacio la necesitaba.

Ana, desconcertada, sonrió tímidamente mientras miraba de reojo a sus amigas, que intentaban no reír a carcajadas, pues, sabían del primer encuentro de su amiga con la mujer y la situación acalorada en que la encontró.

Entonces, el jeque Ahmed se acercó. La seriedad en su rostro imponía respeto. El príncipe, sin soltar la mano de Ana, hizo las presentaciones.

—Padre, ella es Ana Díaz. —El jeque la observó en silencio unos segundos que parecieron eternos, como si analizara cada rasgo de su rostro, cada movimiento. La tensión en el aire podía cortarse con un cuchillo. Finalmente, su expresión se suavizó. Extendiéndole los brazos, la abrazó con fuerza paternal.

—Es bueno tenerte aquí —dijo con voz grave pero cálida—. Al fin conozco a la mujer capaz de hacer que mi hijo ponga el mundo de cabeza —afirmó con un brillo de humor en sus ojos—. Aunque sé que estamos en problemas… antes, una sola latina ponía a Dalma de cabeza. Ahora hay todo un ejército. Dalma temblará. —Todos en la mesa estallaron en risas, incluso Amir no pudo evitar sonreír. Zaira, divertida, se volvió hacia Ana y le dijo, con picardía:

—Pronto te daré unas lecciones para traerlo cortico. Créeme, funciona.

—¡Mamá, por favor! Ana ya es demasiado creativa… no necesita más consejos. — pidió su hijo quien puso los ojos en blanco fingiendo súplica. —Las amigas de Ana se unieron al juego sin pensarlo.

—¡Pues nosotras también vamos a aportar algunos trucos! —anunció Luly, guiñando un ojo.

—Todo por la causa femenina —agregó Aysha. Leslie asintió con aire cómplice.

—Hijo, siento compasión por ti… si sin adiestramiento estas mujeres ya nos ponen de cabeza, no quiero imaginar lo que te espera con ellas armadas de lecciones —advirtió el jeque luego de sacudir la cabeza mirando a su hijo entre risas. Las carcajadas resonaron en el comedor, llenando el espacio de calidez y complicidad.

Finalmente, todos se sentaron a la mesa, y mientras comenzaban a disfrutar del desayuno, Ana se giró hacia sus amigas, con el ceño fruncido, aunque sin poder ocultar una sonrisa.

—Con amigas como ustedes, ¿para qué quiero enemigas?

—¡Ni que te fuera tan mal! ¡Te vimos alucinando a Amir mientras dormías! Y ahora llegas acá a reclamar de manitas sudadas—refutó Aysha con la travesura brillando en sus ojos. —Luly y Leslie rompieron en carcajadas, asintiendo con entusiasmo.

—Totalmente… Además, que ayer desde la llegada de tu principito no te vimos, como que andabas ocupadísima —agregó Leslie en tono sugerente que hizo sonrojar a su amiga—. Te va de maravilla.

Ana solo pudo reírse y negar con la cabeza, mientras Amir, divertido, la miraba con ese brillo de amor y orgullo que ya no podía ocultar, le encantaba ese pudor que reflejaban sus mejillas.

La mañana transcurría entre risas y bocados deliciosos. La brisa que llegaba desde los jardines traía el murmullo de las fuentes y el canto suave de los pájaros. Ana, aún algo aturdida por la noche anterior y las emociones recientes, apenas había tomado un sorbo de su té cuando Luly le lanzó una mirada cómplice.

—Amiga… por estar de bella durmiente te has perdido las bellezas de este lugar —dijo en tono divertido—. Esto es un paraíso, exquisito.

—La isla es un sueño, Ana. Jardines increíbles, playas privadas, spas… Si no lo ves pronto, vamos a tener que darte un tour personal antes de que Amir te encierre otra vez. —asintió Aysha.

Ana sonrió, pero antes de poder contestar, Leslie cambió de tema, apoyando la barbilla en la mano, con expresión satisfecha.

—Por cierto… en la gran manzana ya está todo listo. Tu despacho de arquitectos tiene toda la documentación en regla. Kelvin presentará tu proyecto en la licitación. —Ana alzó las cejas, sorprendida.

—¿Cuándo será la licitación?

—En dos días —respondió Leslie, con una sonrisa cargada de intención. Ana entrecerró los ojos, su voz sonó fría y calculadora.

—Déjenlo hacer… y recuerden: quiero cada proyecto que a él le interese. Lo voy a llevar a la quiebra. —Las tres amigas asintieron al unísono, sin una pizca de duda.




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