Después de todo

Capítulo XXXVIII

La sala de conferencias irradiaba elegancia y profesionalismo. Las enormes lámparas de cristal colgaban del techo alto, reflejando la luz sobre las largas mesas donde los miembros del jurado tomaban notas meticulosamente. En el centro del salón, una imponente pantalla mostraba los planos y renders* de cada proyecto, mientras los arquitectos, uno tras otros, defendían con pasión sus propuestas.

Diez de las firmas más prestigiosas del país competían por la licitación de un ambicioso proyecto urbano que marcaría un antes y un después en el sector. Las propuestas eran ambiciosas, innovadoras, y cada empresa había puesto lo mejor de su talento y creatividad sobre la mesa. La competencia era feroz y la tensión palpable.

En ese instante, el arquitecto que representaba a Gómez & Asociados Arquitectura se encontraba en el escenario. Su presencia era imponente y su discurso seguro, cada palabra pronunciada con la precisión de alguien que dominaba su campo. Detalló cada fase del proyecto con una pasión que mantenía a la audiencia completamente atenta. Habló de la sostenibilidad del diseño, la eficiencia estructural y la innovación tecnológica, destacando cada punto con gráficos y simulaciones en la pantalla. Su manejo del escenario, su voz firme y sus gestos controlados hacían que su presentación fuera casi hipnótica.

Cuando concluyó su intervención, la sala se llenó de aplausos. Algunos miembros del jurado intercambiaron miradas de aprobación, otros tomaron notas adicionales, mientras inversionistas y asistentes murmuraban entre ellos con interés. Había sido una exposición brillante, sin duda una de las mejores de la jornada.

Desde su asiento en la segunda fila, Ana observaba cada detalle con la mirada analítica de alguien que sabía leer entre líneas. No solo evaluaba la calidad del proyecto, sino también la reacción del jurado y el impacto de la presentación en el público. Aysha, sentada a su derecha, inclinó levemente la cabeza hacia ella y le susurró:

—Ese arquitecto es bueno, pero tú eres mejor. —Luly, a su izquierda, sonrió con confianza, apoyando un codo en el brazo de la silla.

—Además, tienes algo que ellos no tienen… La determinación de demostrarle al mundo quién eres —afirmó su amiga—, y lo mejor de todo, cuanto más alto es el vuelo, más estrepitosa será la caída —dijo refiriéndose a la exposición del arquitecto. Ana sonrió. Sus amigas siempre habían creído en ella, pero lo más importante era que ella también lo hacía.

—Solo siento que no sea Kevin quien esté aquí hoy, disfrutaría ver su cara. —Agregó Ana, sabía que su propuesta era sólida, innovadora y, sobre todo, representaba una nueva visión dentro de la arquitectura. Este no era solo un proyecto más; era la puerta de entrada de AD. Arquitectura y Diseño al círculo más exclusivo del sector.

Que si bien las bases estaban en el proyecto del despacho de Kevin, ella lo había trabajado y mejorado exponencialmente. Lo presentado aquí era el proyecto inicial que ella diseñó, en su mano tenía un producto mejorado y vanguardista luego de las últimas modificaciones.

Antes de que llegara su turno para exponer, el jurado anunció un receso de treinta minutos. La tensión en la sala se disipó levemente cuando los asistentes se pusieron de pie y fueron invitados a un salón contiguo, donde se habían dispuesto mesas elegantemente decoradas con arreglos florales sutiles y manteles de lino. Sobre ellas, bandejas con exquisitos bocadillos y bebidas refinadas esperaban a los presentes.

El murmullo de conversaciones llenó la estancia mientras arquitectos, empresarios e inversionistas intercambiaban impresiones sobre las presentaciones. Ana, Aysha y Luly caminaron con seguridad entre los asistentes, recibiendo algunas miradas curiosas. Su presencia no pasaba desapercibida; después de todo, la nueva firma que había entrado en competencia llevaba el nombre de la hija de Leonardo Díaz, un titán en el mundo de la construcción.

Ana tomó una copa de agua y se permitió un momento para respirar profundamente. Sabía que en pocos minutos estaría en ese escenario defendiendo su visión con la misma pasión con la que estaba construyendo su empresa desde cero. Cuando volviera a entrar a esa sala, lo haría con la convicción absoluta de que su despacho estaba listo para competir con los grandes.

La sala de recepción vibraba con conversaciones animadas, risas contenidas y el tintineo de copas al brindar. En las elegantes mesas, adornadas con arreglos florales minimalistas, se disponían bandejas con delicados bocadillos y copas de vino cuidadosamente seleccionadas. El ambiente era distendido, pero la competencia seguía latente en cada intercambio de palabras.

El arquitecto que había representado a Gómez & Asociados Arquitectura se encontraba en el centro de un pequeño círculo de inversionistas y colegas que lo felicitaban efusivamente. Su exposición había sido impecable, su dominio técnico y su carisma en el escenario habían dejado una impresión difícil de igualar.

—Magnífica exposición, arquitecto —elogió uno de los inversionistas, estrechándole la mano con fuerza—. Sin duda, su firma sigue demostrando por qué es una de las mejores del país.

—Muchas gracias —respondió el hombre con profesionalismo, aunque no pudo evitar una leve sonrisa de orgullo.

En medio de los elogios, un nuevo grupo se acercó. Ana, flanqueada por Aysha y Luly, caminó con elegancia, proyectando seguridad en cada paso. Su mirada analítica recorrió el rostro del arquitecto antes de extenderle la mano con una sonrisa cordial.




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