La sala de conferencias recuperó su silencio cuando el jurado anunció que era el turno de AD. Arquitectura y Diseño. Ana se puso de pie con elegancia y seguridad. Sus tacones resonaron contra el suelo con un ritmo pausado, casi hipnótico, mientras avanzaba hacia el centro del escenario. Cada paso, firme y decidido, era una declaración en sí mismo. Todas las miradas se posaron en ella con expectación, evaluándola, juzgándola antes siquiera de haber dicho una sola palabra.
Para muchos, Ana era una figura nueva en la competencia, un nombre emergente que apenas comenzaba a hacerse un lugar en el exigente mundo de la arquitectura. Algunos la observaban con curiosidad, preguntándose si su presentación estaría a la altura de las grandes firmas que la habían precedido. Otros, más escépticos, mantenían los brazos cruzados con expresión impasible, convencidos de que su empresa no era más que una aspirante sin posibilidades reales en un gremio dominado por nombres consolidados. Pero Ana no se dejó intimidar.
Con un ademán seguro, conectó su presentación en la pantalla gigante y ordenó sus notas con una calma calculada, casi exasperante para algunos. Respiró hondo y elevó la vista, recorriendo con los ojos a cada uno de los asistentes. Su mirada no tembló al encontrar rostros conocidos: empresarios influyentes, arquitectos de renombre, inversionistas que habían financiado proyectos icónicos, e incluso algunos de sus antiguos colegas que ahora trabajaban para la competencia.
En una de las primeras filas, su padre, Leonardo Díaz, la observaba con un gesto indescifrable, mezcla de orgullo y preocupación. Él conocía la arquitectura mejor que nadie, sabía reconocer talento cuando lo veía, pero también comprendía cuán despiadado podía ser ese mundo. Ana lo vio inclinarse ligeramente hacia adelante, atento, evaluando no solo su proyecto, sino también su temple bajo presión.
A su derecha, Luly y Aysha la miraban con absoluta confianza, como si supieran que lo que estaba a punto de suceder cambiaría el curso de todo. Había algo en sus expresiones, una certeza inquebrantable de que su amiga estaba a punto de hacer historia.
El murmullo en la sala fue disipándose gradualmente hasta convertirse en un silencio absoluto cuando Ana finalmente tomó la palabra.
—Señoras y señores, buenas tardes. —Su voz, firme y clara, resonó en la sala con una seguridad que obligó a todos a prestar atención—. Es un honor para mí presentarles el proyecto de AD. Arquitectura y Diseño.
Con un leve movimiento de la mano, avanzó la diapositiva y una imagen del diseño apareció en la pantalla gigante. La estructura, imponente y vanguardista, capturó de inmediato la atención de los asistentes.
—Este es un diseño concebido para revolucionar la arquitectura moderna, un proyecto que no solo respeta la estética y la funcionalidad, sino que también está pensado para la sostenibilidad y la eficiencia.
A medida que hablaba, iba adueñándose de la sala. Su tono no era titubeante ni tímido, sino el de alguien que conocía su proyecto hasta el más mínimo detalle. Desglosó cada elemento con una precisión que evidenciaba años de preparación, dejando claro que no solo era una arquitecta talentosa, sino una líder con visión.
Las imágenes en la pantalla mostraban planos detallados, rénderes hiperrealistas y cálculos exactos que demostraban la solidez del proyecto. Un par de arquitectos en el público asintieron, sutilmente, impresionados. Algunos inversionistas tomaron notas, mientras otros intercambiaban miradas de aprobación.
Pero no todos reaccionaban con entusiasmo. Desde el otro extremo de la sala, el arquitecto de Gómez & Asociados frunció el ceño, comprendiendo lo que estaba ocurriendo antes de que ella siquiera llegara a la parte crucial de su exposición.
Leonardo Díaz se inclinó aún más hacia adelante, como si anticipara el impacto de lo que estaba por venir. Por su parte, Luly y Aysha compartieron una sonrisa triunfal. Sabían que esto era solo el principio.
El jurado tomaba notas en silencio, pero no le pasó desapercibidas las expresiones de interés en sus rostros. Sabía que los había captado. En la audiencia, algunos intercambiaban miradas, sorprendidos por la solidez de la propuesta. Pero fue cuando llegó a la parte crucial de la exposición que el ambiente en la sala cambió.
Avanzó a la siguiente diapositiva y la pantalla se dividió en dos. A un lado, su proyecto; al otro, el presentado minutos antes por la firma de Kevin. La similitud entre ambos era innegable.
—Este diseño —continuó con un tono tan sereno como letal— ha sido trabajado y desarrollado en su totalidad por mí. Sin embargo, hemos descubierto con sorpresa que su esencia y estructura han sido replicadas en otra propuesta.
Por un instante, el silencio fue absoluto. Luego, un murmullo empezó a recorrer la sala como una ola creciente. Algunos asistentes se inclinaron hacia sus compañeros, señalando la pantalla con incredulidad. Otros cruzaron los brazos, mirando con gesto crítico la proyección. Los miembros del jurado intercambiaron miradas de desconcierto, y uno de ellos tomó la palabra con gesto severo.
—Señorita Díaz, está haciendo una acusación muy grave —su voz resonó con autoridad en la sala—. Señalar que un proyecto ha sido copiado implica que tiene pruebas contundentes para demostrarlo. —Las miradas de todos se posaron sobre ella, expectantes. Podía sentir la tensión en el ambiente, la anticipación de aquellos que esperaban verla flaquear, pero no titubeó.
#654 en Novela romántica
#264 en Chick lit
romance y venganza, segundas oportunidades dolor y amor, árabe millonario y sexy
Editado: 10.04.2025