Después de todo

Capítulo final

La llamada entró justo cuando el avión comenzaba su descenso. El zumbido del móvil vibró en su palma y, al ver el nombre en la pantalla, respondió de inmediato, sin molestarse en ocultar la tensión en su voz.

—¿Ya están ahí?

—Sí, señor —dijo la voz del otro lado, bajando el tono entre la música que se filtraba desde el club—. Acaban de entrar. Las tres. Mismo lugar que la otra noche.

Un instante de silencio.

—No las pierdas de vista. Estoy por aterrizar. Envíame fotos en cuanto puedas.

—Entendido. —Colgó. El avión aún no tocaba tierra y ya sentía la sangre hervirle bajo la piel. Minutos después, mientras recogía sus cosas del compartimiento superior, el primer mensaje llegó con la notificación de imagen adjunta.

Abrió el archivo. El aire pareció escasear en sus pulmones.

Ana, con un diminuto vestido rojo que dejaba muy poco a la imaginación. Ceñido, provocativo, vibrante como una llamarada bajo las luces del club. Su piel brillaba, sus labios estaban curvados en una sonrisa que parecía desafiarlo. Estaba hermosa. Jodidamente provocativa. Como un incendio que nadie podía ignorar.

No supo si era celos, deseo o la furia silenciosa de quien no soporta ver lo que considera suyo en medio de una jungla.

Tecla por tecla, escribió la orden sin dudar: «No la pierdan de vista. Ni un segundo».

El mensaje fue enviado y en su pecho, el rugido silencioso del león comenzaba a despertar.

Mientras la pista de baile vibraba al ritmo de los bajos, las luces de neón danzaban sobre las paredes y el humo artificial flotaba como una niebla tenue, dándole al lugar un aire de película. Ana, Luly, Aysha y Leslie se movían con libertad, riendo entre ellas, con el cabello suelto, la piel brillante y la alegría chispeando en sus ojos como fuego líquido. La noche era suya.

—¡Un momento, un momento! —gritó Aysha, alzando la voz por encima de la música—. ¡Esto hay que inmortalizarlo, perras!

Las demás soltaron carcajadas, y sin protestar, se acercaron, abrazándose por la cintura. Detrás de ellas, el cartel luminoso con el nombre del club brillaba con tonos fucsias y morados, coronando la escena como si supiera que estaba presenciando historia.

Aysha tomó varias fotos con su móvil, capturando las sonrisas espontáneas, el vestido rojo impactante de Ana, el conjunto negro de Leslie, el dorado escotado de Luly y el vibrante verde que ella misma llevaba. Cuando revisó las imágenes, asintió con una sonrisa satisfecha.

—Bebé, estamos para portada de revista —dijo, y en un abrir y cerrar de ojos, ya las había subido a sus redes sociales con un texto que rezaba: «Primera victoria de muchas. Mujeres que construyen imperios. #ADarquitectura #Celebración #ElCuerpoLoSabe».

Siguieron bailando, dejándose llevar por el momento, entre tragos brillantes que les coloreaban las manos y carcajadas que sabían a libertad. Ana había vuelto a ser ella misma. Se sentía viva, ligera, poderosa.

Pero todo cambió una hora después. Entre las luces y el ruido, una figura trastabillante apareció desde la entrada. Kevin.

Tenía el rostro enrojecido, los ojos vidriosos, la camisa fuera del pantalón y una copa mal sostenida en una mano. Había visto los posteos, estaba visiblemente borracho y, a pesar del bullicio, caminó directo hacia Ana con paso torpe y decidido.

—¡Ana! —gritó, lo suficientemente fuerte como para que varias cabezas se giraran—. Tenemos que hablar... ahora.

Ella se giró, aún sudando por la danza, y al verlo, toda la alegría se borró de golpe.

—No es momento ni lugar, Kevin. Vete.

—No... no, no, no —balbuceó él, acercándose más de lo que debía, con el aliento cargado de alcohol—. ¡Tú y yo tenemos que aclarar esto! ¡No puedes simplemente... destruirme y venirte a celebrar aquí! —Luly se interpuso rápidamente.

—Ey, bájale dos tonos. Estás borracho y fuera de lugar.

—¡Tú no te metas! —vociferó él, haciendo un gesto con la mano. —Leslie se acercó, lista para intervenir también, pero Ana alzó una mano y dio un paso al frente.

—¿Tú crees que esto es sobre ti? —le dijo, sin alzar la voz, pero con firmeza—. Te hundiste solo, Kevin. Ahora déjame disfrutar mi noche en paz.

—¡Tú me expusiste! ¡Arruinaste todo!

—No. Solo encendí la luz. Tú fuiste quien decidió moverse en la oscuridad. —Se quedó mirándola, confundido, derrotado. Por un momento pareció que iba a decir algo más, pero el guarda de seguridad del club ya se acercaba, alertado por la escena.

—¿Todo bien aquí, señorita? —Ana lo miró con tranquilidad.

—Sí. Solo estábamos despidiendo al pasado. —El guardia asintió y posó una mano firme sobre el hombro de Kevin, que ya no opuso resistencia. Mientras lo escoltaban hacia la salida, Ana volvió a girarse hacia sus amigas.

—¿Dónde está mi trago? —Aysha, sin perder el ritmo, levantó su copa.

—¡Aquí, reina! Y después de esto, más te vale que celebremos como diosas. Como dice Leslie: hoy nadie se acuesta temprano. —Rieron las cuatro y la noche, a pesar de todo, volvió a ser suya.




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