Anna Bianconi vivía sumida en su trabajo. Salir de casa implicaba únicamente realizar la labor por la que había luchado varios años de su vida, el periodismo. Buscaba hechos noticiosos o redactaba para el prestigioso periódico para el que trabajaba. Y cuando esto terminaba, volvía a casa.
Pensaba que la vida se trataba de eso, la monotonía en la que ella se encontraba sumida. Las personas nacen, crecen, trabajan y luego mueren. ¿Una pareja para ella? Por supuesto que no. Suficiente con ver las decepciones de los demás para que ella decidiese hace mucho no pasar por lo mismo.
Tenía cualidades que muchos quisieran. Era linda, inteligente y su corazón era hermoso. Pero ¿Por qué debía sufrir por gusto? ¿Era necesario? Para ella no.
Nikos Mounsmith lo tenía todo, a medias. Y es que para él lo más importante que la vida traía era el amor. Sencillo, autentico y perseverante eran algunas de las palabras que sus allegados utilizaban cuando querían referirse a él. A los 26 años había conseguido convertirse en un famoso escritor con dos obras catalogadas como Best Seller.
Y lo irónico de todo es que escribía romance pero no había amor en su vida, o por lo menos ese amor de novelas.
Raramente ella se detenía a disfrutar de pequeñas cosas, como sentarse en la esquina de un café y relajarse un poco, pero el frío intolerante de esa mañana que sorpresivamente tenía libre la motivó a comprar uno.
Él disfrutaba de ello todos los días, pues para él la vida estaba escrita en pequeños momentos como esos, y él utilizaba esos espacios de tiempo para crear nuevas historias.
Ella odiaba lo inesperado, pues los cambios no iban muy bien con su ordenada realidad. Mientras que para él los cambios eran parte de todo, y por consiguiente, de nuevas historias.
Pero como siempre, en el viaje de la vida siempre hay sorpresas.
Él comenzaría a escribir su propia historia esa mañana de Abril, y ella comprendería que la vida, lo bonito de ella, comenzaba Después de un Café.
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