Capítulo cero.

O un pequeño grano de mi.

Las noches siempre tienen un encanto, o una especie de hechizo que ejerce sobre nosotros. Ya sea el sueño, el desvelo o algo que casi no se presenta en la mayoría de los chicos de mi edad. O que yo conozca, no.
  
¿Sabes cuál es? 
  
Es fácil, la imaginación.
  
El inmenso reino que se puede alzar a esas horas es simplemente maravilloso, las tonadas de las pequeñas cigarras o el manto de deseos luminosos que acompañan a uno de mis astros favoritos.
  
Todo se puede si uno lo pide de corazón. 
  
¿Pero los deseos que nunca alcanzan a las estrellas? ¿Qué pasa con ellos? 
  
Peter una vez me dijo tres cosas que, según él son las importantes, y que un chico de mi edad no puede escapar:
   
- La elección de clubes.
   
- Las personas con quienes te juntas.
   
- Las mentiras.
   
Lo último quizá sea algo común que casi ya no se siente como realmente es, pero según la filosofía de Peter, las mentiras siempre están presentes, ya sea de forma buena o una muy mala.
  
Fueron esos días en las cuales yo me encontraba con una tranquilidad apacible que me resultaba difícil seguir la linea de donde me encontraba, cuando algo que me sobresaltó de sobremanera causando que una cadena de acontecimientos se llevaran acabo. 
   
Tal vez gracias a eso pude descubrir un nuevo mundo o uno que me negaba aceptar pese a los conflictos de mi alrededor.

Nunca supe que las millones de estrellas podían deletrear un nombre, pero cada vez que las veo encuentro un pequeño escape. 
   
Y ese escape siempre lo atesoraré. 
   
¿Por qué?
   
Ni yo mismo lo sé, pero a menudo que pasa el tiempo todo se refleja en ello.