Después del atardecer

Elena 28 años

En mi infancia solíamos jugar, invocando todo tipo de espíritus sobrenaturales, al estilo de La Dama de Picas. Al recordar esos momentos, me dan escalofríos. Pero recuerdo que después de uno de esos rituales en Navidad, las cosas en nuestra casa comenzaron a moverse de sus lugares de forma periódica. Al principio, mi madre me regañaba, pensando que yo estaba dispersando objetos por todas partes. En particular, no le gustaba encontrar iconos volteados boca abajo.

 

Pero una noche me desperté por los gritos provenientes del cuarto de mis padres. Mi padre estaba trabajando y mi madre estaba sola en habitación. Luego se encendió la luz en el pasillo. Mi madre comenzó a correr por el apartamento y a llamar a mi padre. Y luego se vistió rápidamente, me puso un abrigo y me llevó afuera de la casa de la mano. Pasamos varias horas sentadas en un banco. Mi madre lloró todo el tiempo hasta que mi padre llegó.

 

Ella le contó que se despertó porque alguien estaba parado junto a su cama respirando fuerte. Cuando abrió los ojos, vio una figura negra de dos metros de altura, delgada, con brazos largos y delgados. La figura extendió sus brazos hacia ella, lo que la hizo gritar. Encendió la luz y descubrió que estaba sola en la habitación. Fue entonces cuando decidió irse de la casa.

 

Luego llamaron a un sacerdote, fueron a ver a algunas mujeres mayores, pero nunca les conté por qué había un invitado en nuestra casa, temiendo que mi madre se enojara mucho.




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