Despues Del Final

2: Es fácil odiarlo

 

Stanley ya está afuera de su casa, siendo un fastidio desde temprano.

Ojalá Corey estuviera aquí, él comprendía mi desagrado hacia mi vecino del frente, quien siempre se ha encargado de ser una molestia. 

No puedo creer que personas como él no entiendan lo necesario que es mantenerse callados durante la mañana, las personas están recién levantadas pero él está ahí afuera, golpeando su balón contra el cemento y causando un dolor de cabeza.

Salgo a ordenar los juguetes de Callie, mi perrita. Mamá no soporta el desorden y dice que nuestro pequeño jardín del frente debería verse bien todo el tiempo así que tengo que salir a limpiar y ordenar muchas veces al día. 

Intento no ver al frente para que Stanley no crea que me interesa lo que sea que esté haciendo, es una de esas personas que adoran llamar la atención y yo adoro no dársela.

Sigo en lo mío hasta que el tonto balón rebota hasta mi casa. No hay forma que llegara hasta aquí sin que él lo hubiera lanzado intencionalmente. Lo ha hecho antes y lo sigue haciendo.

No me distraigo, sigo recogiendo todo y de reojo veo su silueta acercarse.

No quiero ser cruel pero, ¿Por qué personas maravillosas como Corey se esfuman tan fácilmente y personas como Stanley siguen aquí?

Ah, eso suena horrible en realidad.

No es como si quisiera que algo malo le pasara pero me refiero a que, tal vez él podría ser quien se cambie de ciudad y ya.

—Ey, ¿Alguna vez te levantas sin esa expresión de enojo? —pregunta.

Sin duda no tengo ganas de discutir tan temprano. — ¿Alguna vez usas camiseta?

Porque sí, lo único que lleva son unos pantalones cortos sueltos, pero está mostrando todo su torso. No es sorpresa para nadie que al ser deportista tenga abdominales y todo eso, le encanta presumir. 

—Así que me has estado viendo, Lacey, ¿Te gusta lo que ves? —me molesta mientras se inclina para tomar su balón.

Suspiro lentamente y recuesto mi mano en la cerca de un metro que rodea mi jardín. —Me gusta más cuando te vas de aquí.

Stanley recuesta una mano también, muy cerca de la mía. —Tu sí sabes desaprovechar oportunidades, ¿Sabes cuantas chicas en la escuela desearían ser mis vecinas y verme de esta forma todos los días?

— ¿Sabes lo poco que eso me importa? —Respondo.

Stanley hace rebotar su balón con una mano y lo deja en el suelo, sosteniéndolo con su pie. —Eres tan rara, Lacey, ojalá fueras más amigable.

Lo fulmino con la mirada. Sólo quiero que se vaya.

Sin embargo eso no fue posible cuando la puerta de mi casa se abrió y salió mi papá, aún con sus pantalones de dormir y una camiseta blanca. 

—Eh, Stanley, ¿Cómo estás? —saluda. 

Stanley le sonríe, cambiando de personalidad a una falsa. —Hola entrenador, buenos días. 

Así es, mi padre ha sido el entrenador de la escuela por casi diez años y entre todos sus "chicos" está Stanley, quien desde el primer año que entró al equipo ha sido el mejor en el básquetbol. 

—Buenos días, espero no interrumpir nada —bromea.

Aunque no sé qué tan bromeando lo dice. En los ojos de los adultos, Stanley es el mejor novio que cualquier chica podría tener ya que su futuro está asegurado y con los adultos se muestra perfecto aunque todos sabemos que no lo es. 

Sólo sabe fingir pero su personalidad es todo menos perfecta. Es molesto, arrogante y no le importa dañar a nadie. Hay rumores fuertes en su contra y algunas veces puedo creerlos.

Corey era testigo de lo molesto que puede llegar a ser. El año pasado, mucho antes que Corey desapareciera, Stanley no dejaba de sobornar a mi amigo. Le pedía copia de tareas y que fuera su coartada cuando hacía algo estúpido.

Nunca entendí muy bien por qué Corey cedía, él me afirmó que si de resistía sería peor pero tampoco era como si eso fuera mejor.

Aunque todos siguieron con sus vidas a pesar que Corey ya no estaba, a veces me he preguntado si Stanley se intriga por su repentina desaparición como yo. Ambos tenemos distintos motivos pero si alguien fuera a notar su ausencia en la escuela además de yo, sería Stanley.

—Ya me voy —anuncio, molesta que papá siquiera piense que entre Stanley y yo puede haber algo. 

Siempre ha sido así. Stanley y yo nos conocemos desde los diez años pero nuestro desagrado por el otro no fue instantáneo, pero sí me golpeó con su balón justo en la cara el mismo día que se mudó.

Fue un tipo de presagio para nuestras futuras interacciones, supongo.

Me doy la vuelta y entro a la casa, dejando que papá siga hablando de deportes y el gran futuro que le espera a Stanley en la universidad.

Voy hasta mi habitación luego de lavarme las manos y me siento en la silla de mi pequeño escritorio, recuerdo cuando Corey venía a casa, teníamos que dejar la puerta abierta todo el tiempo a pesar que él siempre se sentaba aquí y yo en la esquina de mi cama.

Lo extraño tanto, él y su recuerdo está en todas partes y es imposible olvidarlo. 

Tomo su cuaderno y abro una página al azar, es un dibujo de una cada frente un lago. No diría que es el mejor de todos pero es bastante bueno.

Muevo mis ojos a mi computador portátil y pienso en enviarle otro mensaje pero es inútil, no ha respondido nada, no lo hará hoy.

He estado considerando una opción, la única que tengo hasta ahora y es, visitar la ciudad donde él vivía antes. Recuerdo que me dijo que, antes de venir a este lugar, vivía en casa de sus abuelos.

Quizás es la respuesta a todas mis preguntas, digo, se fueron a visitar a sus abuelos y nunca regresaron, suena a la respuesta más lógica.

Pero hay varios problemas. 

Para ir allá necesitaría conducir por casi tres horas y necesitaría dinero. No tengo mucho, el dinero que me daban mis padres me lo gasté en productos de maquillaje, ropa y no tengo casi nada ahorrado.

Además, no sé conducir.




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