Despues Del Final

3: Trabajando con el enemigo

 

Me recargo en el mostrador mientras espero que la señora Eva se gire y me note aquí.

Finalmente lo hace y me da una sonrisa, como siempre lo ha hecho. —Hola Lacey, ¿Cómo estás?

Acomodo mi cabello detrás de mis orejas y luego lo regreso a donde estaba, no me gusta llevarlo así. —Hola, bien, todo bien —aclaro mi garganta—. Um, disculpe, ¿recuerda cuando me dijo que si necesitaba un empleo en vacaciones podía venir aquí?

Ella afirma con un gesto. —Claro, ¿Quieres trabajar en verano?

La verdad es que no quiero eso, quiero disfrutar mi tiempo aun siendo adolescente pero también quiero encontrar a Corey así que, el trabajo es lo único que me dará dinero rápido y legal.

Aunque no hay nada ilegal que yo pueda hacer aquí, este lugar es bastante tranquilo.

—Sí —digo, sabiendo que trabajar para la tía de Stanley solo le dará más razones para burlarse.

Me hace una seña para que pase al otro lado y me una a ella detrás del mostrador.

Me muevo hasta ahí. —Mira, será bastante sencillo. Ahora mismo lo único que te pediré es que cuando los clientes dejen sus mesas, vayas y limpies. No te preocupes, normalmente solo son envoltorios de azúcar y gotas de café, nada muy malo.

Asiento, no suena tan malo, será como limpiar la mesa luego de cenar en casa. Algo que ya hago pero nadie me paga por ello.

—Ahora mismo yo estoy atendiendo aquí pero luego de mediodía me voy a la parte de atrás, en la cocina y vienen aquí a preparar las bebidas —afirma—. Entonces te pediré que ayudes en servir los pasteles y llevar todo a las mesas, ¿Está bien?

Asiento de nuevo. —Claro.

Vuelve a sonreír, sus pómulos resaltan con ese rubor coral que lleva. —En la tarde hablaremos de tu paga y todo lo demás, ¿Estás de acuerdo?

—Sí, está bien —respondo.

—Gracias Lacey, has venido como un ángel a mi rescate —afirma—. Tenía a dos chicos trabajando aquí pero se han ido de vacaciones a la costa, así que necesitaba manos extras, ya tengo a otra persona que me ayudará pero me faltaba una más, así lo hacemos bien.

Un señor y una señora se levantan de una mesa cerca de la gran ventana con vista a la calle, donde varias plantas crean una cortina natural, salen del lugar haciendo que la campana suene cuando abren la puerta.

Veo la mesa, han dejado dos vasos plásticos de las bebidas que estaban tomando, supongo que ahora es mi turno de ir por ellas.

—Iré a limpiar —aviso.

Me vuelve a sonreír. —Gracias Lacey, por cierto, ¿ves esta puerta? —Señala hacia un lado, justo a la par de la entrada a la cocina—. Ese es un baño para nosotros, ahí te puedes lavar las manos sin problema.

Asiento. —Sí, está bien.

Ya he estado aquí pero como clienta. Recuerdo venir con Corey luego de la escuela, aunque entre semana estaba la hija de la señora Eva, quien se casó en navidad y se fue a otra parte de la ciudad. Tambien había un chico que nunca supe su nombre.

No he venido aquí desde que Corey desapareció de mi vida, no había motivos realmente. Además de todo, no quería sentarme en nuestra mesa favorita, en la esquina, con los asientos acolchonados, para recordarlo sin parar.

Corey no era la única persona a quien le hablaba, me llevaba bien con varios compañeros pero él era quien mejor me conocía. Aunque nos conocimos hasta la secundaria, sentía que llevábamos toda la vida siendo amigos.

Dejo los vasos en la basura y por suerte, nada me ensució las manos.

—Lacey —me llama de vuelta, sosteniendo un delantal azul, como el que lleva puesto con el logo del lugar—. Ponte esto, así no ensucias tu ropa.

Asiento. —Está bien —digo.

La puerta se abre de nuevo, veo a unas chicas que parecen ser un par de años más jóvenes que yo entrar, se acercan al mostrador sosteniendo sus teléfonos y riéndose entre ellas.

—Buenos días —la señora Eva saluda—. ¿Qué van a pedir, chicas?

—Tres frappes de temporada por favor —pide una de ellas—. Dos con crema batida y uno sin crema por favor.

—Claro —dice y prosigue a cobrarles.

Mientras tanto yo me concentro en la música de fondo, suena a un volumen bajo para no molestar a nadie pero ahora que no hay voces sonando por todo el lugar como ocurre luego del mediodía, puedo escuchar la canción.

“Siempre hay una parte de mí, que está aferrándose a ti”

Automáticamente mis ojos se mueven a la mesa donde Corey y yo nos sentamos por última vez en diciembre, compartiendo un pastel de zanahoria y tomando chocolate caliente.

No entiendo nada, esto es tan doloroso y no puedo expresarlo como quiero.

Corey seguramente está vivo y está bien pero no está aquí y eso me golpea el corazón.

¿Por qué no se despidió?

Veo que las chicas se sientan en una mesa del medio mientras esperan a que su orden esté lista. Ellas se ríen y se muestran cosas en sus teléfonos, disfrutando del primer día de vacaciones.

Aunque tal vez tengan catorce años y yo diecisiete, no puedo evitar pensar en lo rápido que pasa el tiempo. Ellas aún tienen años en la secundaria y a mí ya se me acabó, faltan tres meses para que cumpla dieciocho años y entonces, a los ojos del mundo debo comenzar a tomar decisiones de adulta.

Pero no me siento como tal.

—Lacey, ¿Puedes llevarles esto? —me pide, sacándome de mis pensamientos.

Asiento, tomando una bandeja grande y redonda, colocando las bebidas con cuidado. Tengo miedo d derramarlas así que sostengo esto con ambas manos y las llevo con lentitud hasta la mesa, ellas me sonríen cordialmente mientras dejo todo en medio.

La puerta se abre de nuevo, giro mi rostro solo para encontrarme con Stanley, aunque ahora si lleva una camiseta.

Sus ojos se mueven a mí cuando regreso a dejar la bandeja y aprieta los labios para evitar reír, yo pongo los ojos en blanco y entro de nuevo a la parte detrás del mostrador.




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