—Tu hermano es bueno —dice Stanley, terminando de limpiar la cocina.
Él se ofreció a preparar un platillo, algo con tortillas de harina, salsa, queso, tomate y algo de carne que mamá dejó en un recipiente. Sabía bien y a Shane le gustó bastante, incluso Callie comió un poco de carne.
Shane está en el sofá con Callie y aunque hace media hora estaban viendo una película, ambos están durmiendo.
— ¿En qué? —pregunto.
Baja la voz. —Basquetbol, sabe lo necesario, con el tiempo mejorará.
Trago saliva, no puedo dejar que una sola noche me engañe. Stanley sigue siendo un tonto, lo sé. Es natural en él, es solo que tiene momentos donde no lo es tanto y eso me hace olvidar por un segundo.
Pero estoy determinada a comprobar que él realmente es un idiota y así, ganaré la apuesta. Tengo que ir con Corey, tengo que encontrarlo y tengo que decirle todo lo que jamás tuve el valor de decirle.
Veo el reloj, son casi las diez. —Papá llegará pronto —eso si no pasa a comer algo antes.
Stanley se recuesta en la encimera. — ¿Quieres que me vaya?
Miro por la ventana, desde aquí veo su casa. — ¿Quieres irte?
Suelta una risa corta. — ¿Irme? No, aun no, prefiero quedarme con la dulce Lacey Masie.
Ruedo los ojos, me muevo donde está para abrir una de las bolsas de frituras que compré. —No me llames así.
Stanley gira su cuerpo quedando de lado hacia mí. — ¿Qué hubieras hecho si te invitaba al baile de graduación? —pregunta, metiendo la mano en la bolsa también para tomar algunas papas.
Le doy una mirada. — ¿Qué crees? Hubiera dicho que no.
— ¿Por qué? —las mastica todas a la vez.
Me giro también, para quedar recostada en la encimera y de frente a él. —Porque te hubieras burlado de mí toda la noche, me ignorarías y te irías con alguna chica más linda que yo.
Me mira directamente a los ojos, se inclina tanto que está muy cerca de mi rostro, dejo de respirar por un segundo pero luego se aleja, sosteniendo más papas.
Solo se había inclinado para tomar más.
— ¿Es ese tu concepto de mí? —Frunce el ceño—. Me impresiona lo mal que luzco en tu cabeza.
—Sabes que es cierto —reclamo.
Rueda los ojos, masticando de nuevo, luego de tragar aclara su garganta. —No es cierto, no haría algo así. Una cosa es molestarte cada día porque sé que sabes que lo hago con esa intención pero otra muy diferente es arruinarte una noche como esa, frente a todos, dejándote un mal recuerdo. No lo haría.
De nuevo el golpe en mi pecho.
—Eres un tonto —digo, volteándome.
Stanley se estira de nuevo, cuando lo hace, su brazo toca mi brazo y cuando estira la otra mano frente a mí, pareciera que está a punto de abrazarme. En lugar de eso, su mano no va a la bolsa de papas sino a mi hombro derecho, lo toma y me gira para estar de frente de nuevo.
Coloca su otra mano sobre mi otro hombro, baja su rostro a mi altura. —Jamás hubiera hecho eso.
Respiro más lento, sé qué me está molestando pero, no puedo decir que esto no es bastante intenso. En parte entiendo a todas esas chicas que se han derretido por Stanley, si este es su juego, es muy buen jugador.
—Bueno, pues… no importa, el baile ya pasó y no hay forma de ir al pasado —digo, un poco nerviosa.
Él sigue en esta posición. — ¿Por qué no fuiste, Lacey?
Por Corey.
—No quería —repito lo que he dicho a todos los que me preguntan—. Eso es todo.
Se separa de mí. — ¿Deberíamos llevar a Shane a su cama? —pregunta.
Respiro profundo. —Ah, eh, si… sí, creo que sí.
Stanley sacude sus manos. —Yo lo hago, solo abre la puerta.
Vamos al sofá donde Callie y Shane están durmiendo, lentamente muevo un poco a Callie para que deje que levantemos a Shane. Stanley lo toma del torso y lo carga sin problemas, lo recuesta en su hombro mientras que yo subo las escaleras dirigiéndolo a su habitación.
Llegamos, enciendo la lámpara del escritorio y Stanley le quita los zapatos para acomodarlo en la cama, yo lo arropo con una sábana liviana y él suspira, reacomodándose de lado.
Acaricio su cabeza y nos movemos hacia afuera.
Cierro la puerta y Stanley sigue de pie, yo me muevo para bajar las escaleras pero él toma mi brazo.
—Ya estuviste en mi habitación, ahora yo quiero estar en la tuya —afirma, susurrando.
Niego rápidamente. —No, vamos abajo.
Sonríe. — ¿Es ahí, no? Quiero ver tu habitación.
Yo exhalo, desesperada y tan bajo como puedo, le digo: —Vamos abajo, Stanley, no quiero despertar a Shane.
Asiente y da dos pasos, pero luego, me suelta y camina rápido hacia la puerta de mi habitación. Antes que pueda detenerlo, ya abrió y está dentro.
Estúpido Stanley.
—Sal de aquí ahora —ya no susurro.
Stanley me ignora, paseando por toda la habitación. —Decente, digo, pensé que tendrías fotos tuyas por todas partes.
—El egocéntrico eres tu —escupo—. Ahora sal de aquí si no quieres que llame a la policía.
Se gira para verme y sonríe, la luz es tenue pero el poste de luz ayuda un poco a que vea su rostro y él el mío. —Hazlo, diles que estoy en propiedad privada y que me arresten, me veré genial con uniforme.
Bufo. —Eso puedes seguir pensando, a cómo va tu vida…
Se mueve a la ventana y coloca su frente contra el cristal. —Desde aquí podrías espiarme, ¿me has visto cambiándome?
Suelto un sonido que suena a que voy a vomitar. —No, qué asco, ¿acaso me consideras una acosadora?
Va a mi escritorio y enciende la lámpara, mis ojos se abren cuando me doy cuenta que tengo el cuaderno de Corey ahí, a su vista. Esto es peligroso.
— ¿Te gusta dibujar? —pregunta, viendo una de las páginas.
No sé si debería decirle que ese no es mío, pero entonces, se me ocurre que quizás pueda usar este momento para sacarle algo de información. —Um, no es mi cuaderno, es de, um, Corey.