Bastian estuvo aquí por casi dos horas, a diferencia de Stanley, él no me hacia ninguna broma o me molestaba.
—Iré a ver si Stan ya terminó atrás —me dice—. Si viene alguien me llamas, en caso necesitas ayuda.
Asiento. —Sí, está bien.
Bastian se mueve a la cocina y yo me acerco al frente, esperando a un siguiente cliente. Casi de inmediato la puerta se abre dejando sonar la pequeña campana y miro en esa dirección.
Oh, es el chico de los rizos.
Regreso mi mirada a la computadora y él se acerca, recostando sus brazos sobre el mostrador.
—Buenos días —saludo—. Bienvenido.
Él me sonríe. —Hola, um, ¿puedo pedir algo para llevar?
Asiento. —Claro, sí, ¿Qué necesitas?
Me gusta su sonrisa, tiene dientes muy rectos y blancos, ni siquiera mis tres años de ortodoncia pudieron darme una sonrisa así.
—Dos pastelillos con chispas de chocolate, un licuado de fresa y también, tres rollos de jamón con queso, por favor. —intento colocarlo todo tan rápido como puedo, me aseguro varias veces de no equivocarme.
—Oye —se inclina hacia adelante—. ¿Cómo te llamas?
Muevo mis ojos de la pantalla hacia él. — ¿Yo?
Asiente, mostrando un hoyuelo. —Sí.
—Ah, Lacey —digo.
—Soy Luke, estuve aquí ayer, ¿me recuerdas? —pregunta, sin quitarme los ojos de los míos.
Asiento dos veces. —Sí, con tu mamá, ¿no?
—Sí —contesta—. Vengo por nuestro desayuno, le gustó la comida ayer.
—Qué bien, me alegro —termino de registrar la orden—. ¿Algo más?
Levanta una ceja. —Supongo que preguntarte si te gustaría que nos viéramos otro día fuera de aquí no está en el menú.
Abro mis ojos y siento el calor en mis mejillas, ¿realmente me está coqueteando? Nunca había sucedido antes.
—Ah…
— ¿Quieres ayuda? —Stanley aparece rápidamente a mi lado—. ¿Sabes cómo registrarlo?
Asiento. —Bastian me enseñó.
Stanley mira a Luke. — ¿Quieres el licuado con o sin azúcar?
—Ah, con azúcar está bien —responde.
Stanley me da una palmada en el hombro. —Ve a hacerlo, yo termino de cobrarle.
Luke estira la mano. —Espera —pide—. Entonces, ¿Qué dices?
Me siento incomoda ahora teniendo a Stanley aquí. —Um, no lo sé, lo siento, tal vez…
—Vamos muñeca, no hagas esperar a los clientes —Stanley sonríe.
Muñeca.
—Yo no… ah, ya voy —me muevo a la licuadora y hago todo lo que ya aprendí.
Veo de reojo a Luke mientras paga con su tarjeta, noto que me da algunas miradas. Stanley se mueve para tomar los pastelillos y los empaca en una caja, luego toma el vaso que he preparado y lo coloca en el mostrador.
Ahora ambos estamos frente a Luke, esperando por los rollos que seguramente están siendo preparados en la cocina.
Yo veo hacia abajo, enfocada en mis zapatillas deportivas, tienen la punta un poco sucias las limpiaré cuando regrese a casa.
— ¿Esto es un restaurante familiar, no? —Luke rompe el silencio.
Ambos lo miramos, Stanley responde: —Sí, supongo.
Luke me mira y luego a él. — ¿Son hermanos, primos?
Niego varias veces. —No estoy relacionada a él.
— ¿No? —Sonríe otra vez—. ¿De ninguna manera?
Stanley aclara su garganta. —Veré si ya está listo, ahora vuelvo.
Normalmente las órdenes se envían a la parte de atrás y sale la señora Eva a dejarlas para que las entreguemos, no hay necesidad e ir allá. Pero Stanley se va, dejándome a solas otra vez con Luke.
—Entonces, pensé que tu nombre era Lacey —dice.
—Lo es —contesto, viendo hacia atrás, esperando que alguien salga de la cocina.
—Te llamó muñeca —se encoje de hombros.
Suspiro. —Ah, él es así, solo está molestándome.
—Entonces, ¿Estás soltera? —inclina su rostro.
Digamos que estoy soltera, legalmente, socialmente, literalmente, de todas las maneras posibles estoy soltera pero en mi corazón ya está una persona, una que desapareció de la faz de la tierra.
—Yo…
—Aquí están —Stanley entra rápido, con el resto de la orden—. Tres rollos de jamón con queso, ¿deseas cubiertos?
Niega. —No, así está bien, gracias —espera a que coloque todo en una bolsa y se la entrega.
—Bien, gracias —Luke sonríe de nuevo, este chico sonríe mucho—. Em, piénsalo.
Y así, se va.
Stanley recuesta su brazo en el mostrador. — ¿Qué deberías pensar?
Frunzo el ceño. —No es asunto tuyo.
Resopla. —Inmadura.
—Tonto —murmuro.
Él bosteza. —Así que ese tipo de chicos te gustan.
Lo miro de reojo. —Cállate.
—Cállame —contesta.
Lo empujo con mi codo. —Compórtate, estamos trabajando, deja de molestar.
—Tú empezaste —suelta.
Ruedo los ojos. —Deja de molestar —escucho la canción de fondo, es una canción en coreano y aunque no sé nada de coreano, la conozco y he buscado la traducción, me gustó mucho—. Déjame escuchar la canción.
Inclina su rostro con las cejas juntas. — ¿Conoces esta canción?
Asiento. —Sí, ¿Por qué?
Ahora eleva las cejas. —Porque, pues, me gusta a mí también pero no sabía que escucharas música coreana, no es de las populares.
—No sabía que tú escucharas música decente —digo—. Pensé que solo escuchabas esa música asquerosa llena de obscenidades y estupideces.
Eso lo hace sonreír ampliamente. —Vaya, eres de las que odian la música popular, ¿no?
Niego, arrugando la nariz. —Me gustan muchas canciones famosas y hay muchos buenos cantantes pero hay un par que son un asco, no sé cómo pueden llamar a eso música.
Asiente. —Es popular, aunque no sea buena si a mucha gente le gusta, te sientes presionado a que te guste también.
Rueda los ojos. —A mí no, tanta música buena en el mundo y esas canciones son un asco, no me van a gustar solo porque a la mayoría le gustan, eso es estúpido.
— ¿Vas en contra de la corriente? ¿Eres tan única que no te gusta lo que es popular? —pregunta.