Despues Del Final

17: Fanáticas

 

—No puedo creerlo —Stanley susurra para él mismo.

La puerta del restaurante se abre y yo me asomo, lista para atender a nuevos clientes. Excepto que esta vez no es un nuevo cliente, es Luke.

Camina hasta el mostrador donde Stanley recuesta las palmas de su mano sobre él. Lo mira y cuando está cerca, suspira y sonríe. —Bienvenido.

Luke mueve sus ojos hasta encontrarme. —Ah, hola —mira a Stanley—. Dame tres cafés helados por favor.

— ¿Para llevar? —le pregunta.

Asiente, viéndome de nuevo.

—Está bien, espera —mueve algo en la pantalla para cobrarle—. Puedes acercar tu tarjeta al censor.

Luke saca su cartera y lo hace, luego, me vuelve a mirar.

En la escuela no era necesariamente la más popular entre los chicos. Algunas veces parecía que si estaban coqueteando conmigo pero nunca ocurría nada, de todas formas no me interesaba. Solo quería a un chico.

Stanley comienza a preparar las bebidas, Luke se inclina un poco. —Hola —saluda.

Aprieto mis labios y le sonrío. La señora Eva es amable y me ha tratado bien pero no quiero que piense que estoy coqueteando. Quizás Stanley sí lo haga, incluso Bastian, pero ellos son su familia.

—Entonces, ¿A qué hora sales de aquí? —pregunta.

Abro mi boca pero Stanley voltea y le pregunta: — ¿Con leche entera?

Se encoje de hombros. —Sí, está bien.

Stanley regresa a lo suyo, yo volteo hacia los pasteles fingiendo que no escuché su pregunta.

No es que Luke me parezca feo, en realidad, es atractivo pero estoy trabajando y mañana recibiré mi primer pago, no puedo arriesgarme a meterme en problemas durante mi primera semana.

—Oye, um, no recuerdo si te pregunté si tienes novio o sales con alguien —baja la voz.

Me volteo, con las manos juntas. —Yo, pues…

—Muñeca, pásame una servilleta por favor —Stanley gira su rostro.

Estiro la mano para tomar una y se la entrego, antes de moverme de nuevo al frente con un par de pasos, él se inclina y besa mi mejilla.

Realmente. Me. Besó.

Abro los ojos y de la misma manera, Luke lo hace.

Me separo rápidamente. — ¿Qué te pasa?

—Nada —me da un vaso—. Empieza a empacar.

Lo fulmino con la mirada. —Voy a… eres tan…

—Muñeca, no ahora —sonríe—. Déjame terminar, luego hablamos.

Siento un conjunto de sensaciones en mi interior, me muevo al frente y empiezo a colocar el vaso para que se lo lleve. Stanley regresa con las otras dos y termina de empacarlas, le acerca las bebidas en una bolsa con divisiones para sostener cada una.

—Listo, gracias por visitarnos —Stanley asiente.

Luke lame sus labios, me mira y luego a él. —Eh, yo… lo lamento, no sabía que estaban juntos, lo siento amigo.

Stanley coloca su brazo sobre mis hombros. —Está bien, lo entiendo, ella captura muchas miradas.

Luke me da un último vistazo y cuando se va, empujo el brazo de Stanley lejos de mí. — ¿Qué te pasa? —Reclamo—. ¿Por qué me besaste?

—Perdón —se encoje de hombros—. ¿Querías salir con él? Porque si es así, ahora mismo voy y le digo que solo te estaba molestando.

Junto mis cejas. Para ser honesta no quiero salir con Luke, ni siquiera lo conozco. — ¿Lo harías?

Comienza a aflojarse el delantal. —Lo haré, si es así.

Levanto mi mano, parece que habla enserio. —No, no, pero, ¿Por qué? ¿Acaso no puedes dejar de molestarme?

Bufa. —No lo hice porque sí, ya ha venido varias veces, ¿no? Se nota que no puedes decirle que no y si no te miraba con alguien, seguiría viniendo aquí —se acomoda el delantal de nuevo—. Si ese chico fuera un poco más mayor o no se viera así, seguro te sentirías muy incómoda, ¿no?

Tiene un punto. —Pero no lo hagas de nuevo.

Sonríe de lado. — ¿No quieres que te de otro beso? ¿Estás segura?

—Muy segura —respondo—. Nunca más, jamás.

Stanley suspira. —Bien, bien, nunca más, jamás.

Miro hacia la puerta pensando en lo que dijo. —Eh, igualmente, um, supongo que sí, gracias aunque no estoy segura si esa fue una buena manera de ayudarme.

Da un paso más hacia mí. — ¿De qué hablas? Recibiste un beso mío, por supuesto que fue una gran forma de ayudarte.

Pongo los ojos en blanco. —Egocéntrico.

Se inclina, su rostro está muy cerca. —Orgullosamente egocéntrico, muñeca.

—Te dije que no me llamaras así —me quejo.

—Lacey Masie es una muñeca que mi abuela tiene, te la enseñé, ¿recuerdas? —Aquella vez cuando éramos niños—. Te pareces a ella, del tipo de muñecas que dan miedo.

Tomo una respiración y siento un aroma, como una loción fresca. —Um, que bueno que te doy miedo.

—No me das miedo —afirma—. Cuando era niño me gustaba buscar videos de muñecas moviéndose, de esos paranormales, me gustaba pensar que todos eran reales.

Junto mis cejas. — ¿Por qué? ¿No te asustabas?

—Ya te dije, me gusta lo que no tiene explicación. A veces lo extraordinario está cargado de respuestas que lo ordinario no puede darte —baja la voz.

Muerdo mi labio inferior por un segundo. —Eres raro, es como si, cada día descubro algo de ti.

Me mira directamente a los ojos y sonríe sutilmente. —Y seguirás descubriendo más si te quedas a mi lado.

—Chicos, ¿quieren probar el nuevo jugo de fresas? —la señora Eva entra con dos vasos para nosotros.

Yo la volteo a ver y retrocedo, apartándome de Stanley. —Claro.

—Sí —dice él, tomando uno.

Ambos lo probamos al mismo tiempo, su sabor es dulce y está frio, perfecto para este tipo de días. —Me encanta —afirmo.

—Lacey solo quiere un aumento —bromea Stanley—. Pero sí, está muy bueno.

Ella sonríe, orgullosa. —Genial, la próxima semana será parte del menú de temporada.

—Muy bien —dice Stanley—. Espero que nos des más gratis.

Ella sonríe divertida y le aprieta la mejilla. —Para mi pequeño sobrino, lo que sea.




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