—Ah, ¿Stanley?
Estoy ocupada ordenando los pasteles de abajo pero subo la mirada, no puedo ver nada desde aquí.
—Ah, hola, Rocio —saluda él.
¿Rocio? Había una Rocio en la escuela, era parte de las chicas que participaban en las obras de teatro, su cabello rizado y sus labios siempre rojos.
—Qué casualidad verte por aquí —afirma, con un tono alegre.
Regreso mi vista a los pasteles. —Sí, aquí vengo a trabajar —responde.
— ¿De verdad? —ríe—. Genial, tendré que venir más seguido.
—Claro, eres bienvenida —contesta Stanley.
Ruedo los ojos.
—Oye, hoy en la noche hay fiesta en mi casa, por mi cumpleaños —avisa—. ¿Quieres venir? Espero que vengas, te envié unos mensajes pero no contestaste.
—Ah, ¿es tu cumpleaños? —le doy un vistazo, él le está sonriendo—. Entonces debería darte un pastel gratis.
Ella ríe otra vez. —Ay, qué lindo pero, ¿vendrás?
He terminado de ordenar los pasteles pero, quiero seguir en esta posición, aun no quiero levantarme.
—Bueno, no estoy seguro —dice.
Veo que ella estira su mano y toma el antebrazo de Stanley. —Por favor, ven, será divertido si estás ahí, es mi cumpleaños.
Resoplo, Stanley solo se está haciendo del rogar.
—Um, iré pero, ¿puedo llevar a alguien? —pregunta.
— ¿Qué? —ella lo suelta—. ¿A tus amigos? Ya los invité, Rob, Ash y Omar estarán ahí.
—No, no —Stanley me da una mirada y yo frunzo el ceño—. Hablo de mi chica, ¿puedo llevarla?
Ay, no.
— ¿Chica? —pregunta ella, confundida por su tono de voz.
Stanley asiente, recostándose en el borde del mostrador. —Sí, mi chica. Es Lacey Benson, ¿la recuerdas, no?
Abro mis ojos y casi me caigo hacia atrás, ¿Qué rayos está diciendo?
— ¿Lacey? ¿La chica que odias? —pregunta.
Stanley se encoje de hombros. —No la odio, la amo. Estamos juntos ahora, ¿puedo llevarla, no?
—Estás bromando, ¿no? —le dice—. Digo, no es por nada pero, no es tu tipo. Siempre parecía enojada y jamás se ríe, es aburrida. Estás bromeando, Stanley, nunca te vimos con ella y cuando le hablabas, ella te insultaba.
Stanley ya no sonríe, solo mira al frente, supongo que en dirección donde está Rocio. — ¿Cómo sabes quién es mi tipo?
—Porque a ti te gustan otro tipo de chicas, además ella y tú no se ven bien, ella seguramente odia las fiestas jamás la he visto en alguna y de todas formas, solo se la pasaba con aquel chico, no creo que tú le intereses o si es cierto eso que dices, solo te usa porque ya no está su novio.
Habla de Corey, mi cuello cambia de temperatura. Aunque aquí el lugar es fresco por el aire acondicionado puedo sentir fuego en mi rostro.
—Qué raro —Stanley coloca sus manos sobre el mostrador—. Porque Lacey Benson es exactamente el tipo de chica que me gusta.
Trago saliva, viéndolo desde aquí parece más alto.
— ¿Ah, sí? —ríe—. Como sea, no puedes llevarla, no le hablo y solo estarán mis amigos.
—Entonces no iré —sonríe—. Solo voy a los lugares donde ella es bienvenida.
Bufa. —Qué raro, ¿Por qué ahora dices eso? ¿Desde cuándo te perderías una fiesta? ¿Estás jugando, no?
Suspira. — ¿No ibas a pedir algo?
—Ah, yo… —espera unos segundos—, no lo sé, mejor vengo otro día.
—Claro —muestra su sonrisa que usa con los clientes—. Que tengas un buen día, te esperamos de nuevo.
—Como sea —responde y unos segundos después, se escucha la campana de la puerta.
Stanley deja de sonreír, mueve su rostro para verme y entorna los ojos. — ¿No te han dolido las piernas de estar así?
¿Cómo lo hace? ¿Cómo puede actuar de esa manera y fingir que nada ha pasado? Sé que solo me usó para rechazar su invitación pero, de alguna forma, me defendió.
— ¿Puedes dejar de decir esas cosas? —contesto.
Stanley se inclina para sentarse a cuclillas frente a mí. — ¿Terminaste con los pasteles?
Mis piernas finalmente cedieron, lamentablemente, hacia adelante. Mis rodillas se movieron al frente y perdí el equilibrio, sosteniéndome de Stanley quien tampoco estaba estable así que sin poder evitarlo, caigo sobre él.
¿Es enserio? ¿Cómo en esas películas tontas?
Intento moverme pero él toma mis brazos. —Eh, cuidado —pide—. Puedes quedarte aquí si quieres.
—No quiero —contesto, moviendo mis piernas para levantarme.
Stanley tira suavemente de mí acercándome a él. Gracias al cielo el mostrador nos oculta sino, seguramente alguien nos estaría grabando por esta escena. —Stanley —susurro—. Nos van a ver, quítate.
Rueda los ojos. —Solo nos caímos, ¿Qué importa si nos ven?
Algo vuelve a hacer mi corazón, un latido diferente a los demás. Respiro profundo y finalmente, me zafo de Stanley. —Tengo que lavarme las manos —digo—. Tú también, rápido.
Estira su mano para que lo ayude a levantarse, la tomo y él se pone de pie pero no me suelta la mano. —Voy a lavarme primero, quédate aquí.
Asiento y finalmente, deja mi mano libre. Él va al baño que tenemos disponible, me coloco en el mostrador, tomando un poco de desinfectante en gel y secándome con una servilleta de papel.
Viendo hacia la puerta, veo que alguien pasa, pero no es solo “alguien”
Esa persona, ese chico, se parece mucho a Corey.
¿Puede ser?
¿Realmente es él?
Lo sigo con la mirada pero lo pierdo cuando avanza, estaba dispuesta a salir de aquí pero una chica se acerca y me pregunta algo, no le presto atención, sigo viendo al frente.
Stanley regresa, lo tomo del brazo y lo muevo donde yo estaba. —Atiéndela tú —no espero su respuesta.
Salgo del área del mostrador sin quitar mis ojos de la puerta, camino rápidamente afuera volteando en la dirección que lo vi pasar. El aire caliente del verano me golpea inmediatamente, el sol brilla contra el pavimento obligándome a entornar los ojos.
Veo una silueta, una camiseta verde menta, la que llevaba el chico que pasó frente al restaurante.
Camino rápidamente hacia él, cruza la esquina y yo ruego que no lo pierda de vista. Tengo que saber si él es Corey o simplemente alguien que se parece. Camino rápido pero cuando volteo, ya no lo veo. En esta parte hay varios locales amplios, de todo tipo de objetos.