Despues Del Final

23: Amigos

—Lacey, tienes visitas —mamá se asoma a mi habitación.

Frunzo el ceño. — ¿Quién? —nadie me visita y no muchas personas saber dónde vivo siquiera.

Luego un pensamiento me cruza la mente, ¿Y si es Corey?

Pero cualquier rastro de esperanza desaparece cuando mamá abre la puerta un poco más para mostrarme que Stanley está parado ahí afuera. Ella me da una mirada y yo niego, porque sé lo que piensa pero no debería hacerse ideas.

Quizás Stanley y yo ya no nos llevamos tan mal pero eso no significa nada más que eso.

—Pasa —le dice.

—Gracias —contesta, sonriéndole amablemente.

Mamá me vuelve a dar una mirada y luego, con un tono divertido, afirma: —Pueden mantener la puerta abierta, o no, está bien.

Me cubro el rostro con una mano, mis padres son tan… únicos.

Stanley espera a que mamá se vaya para hablarme. —Buenos días, Lacey.

Estoy sentada en mi silla de rueditas del escritorio, la giro para verlo de frente. — ¿No puedes vivir sin mí, verdad?

Se sienta en el borde de mi cama. — ¿Qué haremos hoy? Ya que no tenemos que trabajar.

Pude haber estado en el trabajo hoy pero era opcional y Stanley me dijo que él está ocupado los domingos por la mañana así que no quise ir. Claro que puedo vivir sin él pero, seria aburrido no tener a quien molestar.

Ahora ha pasado el mediodía y está aquí, aunque pensé que no lo veri hasta mañana.

—No tengo ganas de nada —admito—. Así que puedes quedarte aquí y ordenar mi habitación, si quieres entretenerte.

Mira alrededor. —Tu habitación está limpia.

—Eso mismo digo yo pero mamá cree que aún puede estar mucho más limpia —contesto.

Él suelta unas pequeñas risas. —Tu mamá me agrada, es divertida a diferencia de su hija.

Muevo la silla para acercarme a él. —Tonto.

Bosteza. —Honestamente tampoco tengo ganas de hacer nada —se recuesta sobre mi cama y cierra los ojos—. Tus sabanas huelen a limpio.

— ¿Viniste solo para olfatear mis sabanas? —bromeo viendo su rostro relajado.

Abre los ojos. —No, vine porque, pues… no sé a qué vine, eres mi única diversión así que estoy buscando que me distraigas.

Niego. —Los domingos son los días tristes, ¿no? Nadie tiene ánimo de hacer nada.

Resopla. —Los domingos son los días felices para muchos, la mayoría de las familias se reúnen ese día.

Vuelve a cerrar los ojos y yo, sigo observándolo. Desde ayer que regresé de su casa luego de comer con sus abuelos pensaba en la conversación que tuve con el señor Hayes, pensaba en la forma que su expresión cambió cuando habló de la madre de Stanley.

No quiero preguntarle nada al respecto porque si él no habla de ese tema es porque no quiere hacerlo, ¿no? Pero ahora, la duda está dándome vueltas.

Tal vez murió y por eso es un tema sensible. Cuando nos conocimos su mamá ya no estaba, nunca he escuchado que nadie mencione nada. Son muchas las posibilidades pero sería muy imprudente de mi parte intentar averiguar algo que no me concierne.

Ya que sigue con los ojos cerrados, los míos dibujan los trazos de su rostro. Sin duda es atractivo, todo en su rostro es así. Casi pareciera que Dios mismo escogió las mejores partes y diseñó su cara. Sus ojos grandes con sus pestañas espesas, su mandíbula definida, sus mejillas con una piel envidiable, sus labios rosados y su nariz naturalmente simétrica.

Incluso de niño, me parecía lindo. Claro, su mandíbula no era así pero siempre tuvo rasgos que lo hacía lindo. Sus ojos, su sonrisa, sus mejillas rosadas y sin duda, su risa.

Recuerdo ese día cuando le cambió la voz, fue extraño escucharlo con un tono más grueso pero él ya había crecido y yo también.

No me parece raro que tantas personas en la escuela lo admiraban de todas las formas posibles. Él era bueno en todo y ahora que irá a la universidad, seguro seguirá destacando. Seguramente comenzará una nueva etapa de conquistas con chicas más interesantes y más guapas que nunca.

Retiro la mirada de él, ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué estoy pensando tan detalladamente en él? ¿Qué me pasa?

— ¿Estas dormido realmente? —pregunto con un tono bajo.

—No —dice pero no abre los ojos—. Pero tengo sueño, no pude dormir bien por el calor, voy a morir.

Resoplo. —No vas a morir.

Abre solo un ojo para verme. — ¿Por qué no vienes aquí y duermes conmigo?

Lo fulmino con la mirada. — ¿Por qué no te levantas antes que yo misma te mate?

— ¿Ahora si moriré? —sonríe—. Prefiero morir por tu culpa que por el calor, odio el calor, prefiero la primavera.

Yo también.

—Oye —se levanta para sentarse de nuevo—. No te pregunté ayer pero, ¿A dónde ibas antes de encontrarte con papá? Me dijo que ibas a visitar a un amigo.

Estiro mis piernas. —Ah… —me tomo unos segundos—, ¿Te burlaras si te digo algo?

Resopla. —Probablemente, pero intentaré no hacerlo.

Rasco mi cuello. —Bien, mira, yo salí corriendo del restaurante porque pensé que vi a alguien pasar —admito—. Pensé que era… Corey.

Entorna sus ojos. — ¿Corey Evans?

Asiento. —Pensé que era él, lo hubieras visto, se parecía tanto entonces pensé que había vuelto y luego fui a su casa, en su vecindario es donde pasó lo de los chicos que te dije.

Mantiene los labios apretados y los ojos levemente entornados. Me ve serio, estoy esperando que haga algún comentario o que se burle pero sigue observándome en silencio.

— ¿Qué? —finalmente lo rompo.

Sacude la cabeza un poco. —Nada, es solo que, tú no has aceptado que él se fue, ¿verdad?

Bajo la mirada. —Solo quiero saber qué pasó.

—Se fue, Lacey —contesta—. Todos saben que se mudó, ¿Por qué no lo aceptas?

Ruedo los ojos. —No lo entenderías.

— ¿Qué se supone que no entendería? —Cruza los brazos—. Corey se fue y tú saliste corriendo del restaurante porque pensaste que era él, luego fuiste a su casa abandonada y te pudo pasar algo malo, ¿Qué no entiendo?

¿Por qué de pronto es agresivo? —Sé que no te caía bien Corey pero a mi si, era mi amigo y si tu amigo desaparece de un día para el otro quieres encontrarlo.




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