De nuevo es lunes y hoy se cumplirá una semana trabajando aquí.
Es tan raro como muchas cosas han cambiado en una sola semana, ahora no odio estar con Stanley, incluso ayer me la pasé bien con él cuando salimos a pasear a Callie, compramos helados y nos sentamos en una banca del parque mientras que Callie jugaba con otros perros.
Por una hora entera Stanley y yo hablamos de muchas cosas, de los últimos chismes de celebridades, canciones que nos gustan, películas que no hemos visto pero que queremos ver, leyendas de internet y temas paranormales.
No sabía que podía mantener una conversación así de larga con él, todo este tiempo nuestras interacciones se resumían en bromas, insultos, comentarios sarcásticos y sobre todo, evitarnos.
Pero ahora ya no.
Había olvidado como se sentía tener a alguien con quien pasar el rato, simplemente estar ahí con él. Aunque con Corey no era así de fácil pues no importaba lo cercanos que fuéramos, siempre quería lucir bien para él. Siempre quería parecer interesante, que no se aburriera conmigo y que me viera como algo más que su amiga.
Stanley termina de atender a dos chicos y yo vuelvo a entrar después de servirle a una familia. Dejo la bandeja en la mesa del costado cuando escucho una voz masculina.
—Stan, amigo —lo saludan—. Hola, ¿aquí te has estado escondiendo?
Giro mi rostro y veo a Russel Smith, uno de los chicos que también estaba en el equipo y que es amigo de Stanley. No me agradaba mucho a decir verdad.
—Sí, estoy trabajando —contesta.
Russel bufa. — ¿Desde cuándo la futura estrella del baloncesto necesita trabajar? Renuncia ahora y ven con nosotros, iremos a la playa en la tarde.
—Ah, eh, no creo que pueda hacer eso —se rasca el brazo.
Rueda los ojos. —Escucha, convencimos que Trina fuera, ¿no me digas que no quieres verla en traje de baño? Sin duda vamos a obligarla a que se quite esos estúpidos vestidos, ojala no fuera tan mojigata.
Trina es una chica agradable y siempre llevaba vestidos largos, es muy religiosa y según lo que una vez escuché, ella prefiere vestirse de esa manera. No sé mucho de qué religión es pero nunca la he juzgado, Trina es dulce y amable. Su elección de ropa es solo eso, ropa.
Tanto como las chicas son libres de usar faldas cortas y escotes, también lo son de no usarlos.
—Trina… —Stanley repite su nombre, viendo hacia abajo—. Ah, ¿todavía te gusta?
—Sí —se encoje de hombros—. Estoy seguro que con un poco de alcohol y un poco de mis besos, tendré una gran noche hoy —suelta una carcajada—. Pero no te preocupes, te la comparto si quieres.
Arrugo la nariz, que asquerosa conversación. No entiendo como Stanley puede soportarlos, todos son unos idiotas. Es justo por esto que yo pensaba que él era igual de idiota.
—Bueno, eh… —Stanley duda, veo que se rasca el dorso de la mano varias veces, tanto que está comenzando a lucir rosado.
Russel mueve sus ojos y me nota, yo lo veo con el ceño fruncido. —Oh, ¿eras de la escuela, no? —baja su mirada a mi cuerpo y juro que quiero tirarle café caliente en la cara—. ¿Eras Tracy, no?
Estoy segura que luzco bastante seria ahora. —No.
Russel sonríe de lado, con una mueca extraña. —No recuerdo tu nombre, lo siento —me guiña el ojo y ahora, quiero golpearlo con una silla.
Odio tanto a este tipo de chicos, creen que solo por ser medianamente guapos pueden obtener a cada chica que quieren. Son un asco, su parcial belleza desaparece con sus palabras.
—No voy a poder ir —Stanley aclara la garganta—. Lo siento Russel.
Russel bufa, pero seguido, se inclina y “susurrando” le dice: — ¿Estás pensando en tener algo con esta chica? No está tan mal.
Respiro profundo solo para mantener el control. Recuerdo lo mucho que Corey se quejaba conmigo sobre ellos, los idiotas como él. Tenía razón, Corey los llamaba cerdos y yo estoy completamente de acuerdo.
Stanley se separa y exhala. — ¿Vas a pedir algo, Russel?
Señala al menú. —Dame ese de chocolate con crema batida —pide—. Y de paso, dámela para llevar.
Por menos de un segundo pensé que se refería a la bebida pero me doy cuenta que sus ojos están sobre mi otra vez.
Aprieto mis manos para controlarme pero Russel me está haciendo perder la paciencia. Un comentario más y no me importan las consecuencias, no soportaré más.
Stanley comienza a preparar las bebidas, de paso también la orden antes de Russel. Coloca dos bebidas de mango para los chicos anteriores y me hace una seña para que los vaya a dejar.
Salgo del área del mostrador y me dirijo hacia ellos, lo dejo todo en la mesa y me agradecen amablemente. Regreso sintiendo la mirada de Russel en la parte inferior de mi cuerpo y creo que, sin duda, es suficiente.
Me acerco al lugar de Stanley y le hablo: — ¿Quieres algo más?
Niega, curvando los labios hacia abajo. —No, pero si tú estás en el menú entonces inclúyelo.
No me rio, no retiro la mirada. — ¿Crees que es gracioso? Es ridículo, madura un poco, Russel.
Junta sus cejas. — ¿Qué? —resopla—. Me voy a quejar con el gerente, ¿quieres eso? Relájate, deberías agradecer que me fijo en ti, no estás tan…
—Cállate —no lo dije yo y no lo dijo Stanley, lo dijo Bastian desde la entrada de la cocina—. ¿Quieres al gerente? —Se acerca y se coloca a mi lado—. Yo soy el gerente, ¿tienes una queja por comportarte de manera acosadora con mi trabajadora? ¿Quieres que te saque de aquí y llame a la policía o recibirás tu bebida y te callas?
Miro a Bastian y estoy impresionada. Él también era alguien que me parecía “un tonto” pero debo reconocer que estando aquí, nunca me ha hecho sentir incomoda o he visto que trate de manera indebida a ninguna clienta.
Pensé que era como todos.
Russel lame sus labios. —Lo siento —mira hacia Stanley esperando su bebida, cuando se acerca ni siquiera espera a que la coloquen en el empaque para llevar, solo la toma y se va asintiéndole como despedida.