Shane no deja de correr en círculos mientras que Callie lo persigue, ambos lucen alegres y eso me hace sonreír.
Ya que hoy es martes, mis padres no están aquí y eso significa que Stanley vino a “cuidar” a Shane aunque yo perfectamente podría hacerlo. Claro, ahora dice que también me cuida a mí porque yo podría incendiar la casa.
Camino hacia la cocina donde Stanley estaba preparando unos emparedados con pechuga de pollo condimentada. No sé qué condimentos usa y no me quiso decir, dijo que es una receta de familia.
—Tendrías que casarte conmigo para que te la diga —había bromeado.
— ¿Ya puedo comer? —pregunto.
Me mira con las cejas juntas. —No, como personas civilizadas vamos a la mesa a comer todos juntos.
Ahora mismo está colocando los emparedados en los platos y al lado, unos tomates picados con pimienta y limón. — ¿Realmente te enseñó todo esto tu abuela?
Asiente. —Sí, ella y mi abuelo, también cocina —afirma—. Desde que soy niño me decían que yo tenía que aprender a valerme por mi mismo, que tenía que aprender a cocinar, lavar, incluso planchar —sonríe—. Y aunque creo que era una forma de obligarme a hacer ciertas cosas, ahora sé planchar perfectamente.
—Nadie plancha su ropa hoy en día —afirmo.
Se señala. —Yo plancho mi ropa importante, así que si necesitas alguien que se encargue de tu ropa, contrátame.
Miro que ha servido tres platos así que supongo que es hora de comer. —Voy por Shane —le aviso.
Camino a la puerta de atrás para llamarlo pero al llegar ahí, veo una cucaracha bloqueando mi camino. No es de las más grandes pero no es pequeña, no es de esas que me atrevo a aplastar con mi zapato.
Seguramente se entró de afuera, dejé la puerta a la mitad por si Callie quería entrar a tomar agua, su plato está aquí adentro.
—Stanley —llamo, al menos su presencia tendrá un uso esta noche—. Ven aquí.
— ¿Qué pasa? —camina y se coloca detrás de mí—. ¿Qué?
Señalo al intruso. —Mata a esa cucaracha.
Frunce el ceño, cuando la nota abre los ojos. —Oh —niega—. No voy a matarla, debe de tener familia.
Bufo. —Ay, por favor, solo mátala.
—No, ¿Qué pasa con sus hijos? ¿Has pensado en ellos? —coloca su brazo en mi hombro.
Lo miro a los ojos. —Apresúrate, mátala antes que se meta en algún zapato.
Stanley entorna sus ojos. —Creo que está muerta, no se mueve.
Ambos nos inclinamos para verla y justo en ese momento, mueve su cuerpo hacia nosotros. Ambos nos alejamos, yo lo tomo del brazo y tiro de él para pasarlo frente a mí. —Mátala, Stanley.
—No —él toma mis brazos y me mueve al frente—. Mátala tú.
Me zafo de él y giro, para empujarlo por la espalda. —Tú eres el hombre, ¿no se supone que eso hacen ustedes? ¿Cargar cosas pesadas y matar insectos?
Stanley hace lo mismo y me empuja al frente por los hombros. —Esos son estereotipos y no los apruebo, yo no lo haré. Las mujeres son mejores que los hombres, mátala tú.
—Yo no —empujo su brazo—. Vamos, ¿no me digas que te dan miedo?
Él toma mi brazo también y me mueve a un lado para que me acerque. —No me dan miedo, pero puede subirse encima —regresa detrás de mí y me levanta del suelo unos centímetros, rodeándome con sus brazos—. Tú mátala y si se mueve, te cargo.
—No, hazlo tú y yo vigilo —coloco mis manos sobre las suyas para retirarlas.
Justo en ese momento, Callie entra y sin pensarlo, se inclina y se la come. Ambos nos quedamos paralizados por el repentino rescate de Callie, quien se va a tomar agua luego de ese, um, cuestionable aperitivo.
Y entonces, bajo la mirada a mi cintura rodeada por los brazos de Stanley y mis brazos sobre los suyos, siento el calor de su pecho contra mi espalda y casi todo mi cuerpo está tocando el suyo.
Sé que eso suena mal pero no es nada de eso.
Por medio segundo, tal vez menos que eso, me sentí cómoda entre sus brazos. Como si encajara sin ningún problema.
Shane entra y nos ve, sonríe automáticamente. — ¿Si son novios?
Él me suelta y yo me aparto. —Claro que no —acomodo mi cabello—. Estábamos matando una cucaracha.
— ¿Dónde? —Mira hacia el suelo—. No está.
Stanley aclara su garganta. —Callie se la comió.
Shane suelta unas risitas. —Los perros no comen cucarachas.
Shane camina a un lado de nosotros aun convencido que esto fue prueba que Stanley y yo somos novios. Ahora mi hermano está conspirando en mi contra.
—Vamos a comer —Stanley se voltea y camina de regreso a la cocina.
Yo bajo la mirada y recuerdo la sensación de ese momento.
Shane quería ver una película antigua, una de esas que nunca me han gustado porque son largas, sin romance y solamente aventura. No me negué, solo me acomodé en el sofá y Stanley se sentó a mi lado aunque no muy cerca.
Callie y Shane estaban en el otro sofá, como siempre.
No sé en qué momento sucedió pero me dormí y tuve un sueño. Corey estaba en un callejón largo, el cielo era gris y por alguna razón, sentía mucho frio aunque parecía que tenía un suéter y botas.
— ¡Corey! —le grité—. ¡Corey! —mi corazón palpitaba rápido, finalmente había encontrado a mi amigo y finalmente lo iba a abrazar de nuevo.
Corey se volteó y cruzó los brazos. — ¿Qué quieres? —Su tono fue severo, detuvo mi paso—. ¿Qué quieres Lacey?
—Te he extrañado —digo, estoy temblando—. ¿Dónde estabas? ¿Qué te pasó?
Junta las cejas y aprieta la mandíbula. — ¿Así que quieres saberlo? ¿Ahora te importo?
— ¿Qué? —de pronto el cielo estaba oscureciéndose más.
— ¡Me cambiaste, Lacey! ¡Ya no me quieres! —grita y pego un salto.
—Espera —estiro la mano pero Corey comienza a caminar lejos de mí, intento seguirlo sin embargo él corre y yo no lo alcanzo.
— ¡Corey! —grito mientras él desaparece una vez más.
—Lacey —otra voz aparece de algún lugar—. Lacey, despierta.