—Hoy no vamos a comer basura —Stanley me señala, con el ceño fruncido.
Niego. —Claro que sí, quiero mis papas fritas.
—No —se cruza de brazos—. Te prepararé un postre saludable, te gustará.
Shane quiso volver a cocinar con la abuela de Stanley así que hoy estamos en su casa. Están haciendo algo con tortillas de harina y queso, también varios vegetales. No sé qué será pero seguramente será delicioso.
El abuelo de Stanley también está aquí, picando los ingredientes. Quería ayudar también pero Shane me dijo que él puede solo y cuando Stanley intentó unirse, sus abuelos le dijeron que hoy ellos se encargarían de todo. Así que estamos en la sala, sin nada que hacer.
—No quiero nada saludable —reclamo—. Quiero comida con mucha azúcar.
—Hablando de azúcar —extiende su mano—. Ven conmigo.
Miro su mano y arrugo la nariz. — ¿A dónde vamos?
—Arriba, ven conmigo, confía en mí —pide.
No sé porque tengo que sostener su mano pero lo hago, él me lleva por las escaleras hasta su habitación y sigo sin entender cuál era la necesidad de tomar mi mano.
—Cierra los ojos —pide.
—No —respondo inmediatamente.
Stanley suspira. —Vamos, rápido, cierra los ojos.
Antes de hacerlo, los pongo en blanco. Cierro los ojos y él suelta mi mano, pasan dos segundos y luego su mano está en mi mejilla, me resisto las ganas de abrir los ojos. — ¿Qué haces?
—Shh —dice—, ahora despega un poco los labios.
Mi corazón pega un salgo. —Um, ¿Qué?
—Rápido, antes que venga alguien —susurra.
Me siento como una tonta cuando lo hago, despego levemente los labios y en ese momento, siento algo sobre mi labio inferior. Por un instante consideré la loquísima idea que quizás él estaba besándome pero luego, eso se movió un poco más y sentí un sabor artificial a fresa.
Abro los ojos y llevo mi mano a mi boca, es una paleta de dulce. Stanley tiene una también dentro de su boca.
— ¿Por qué me hiciste cerrar los ojos? —le pregunto, sosteniéndola.
Sonríe de lado. —Porque quería hacerte pensar que hoy seria tu día de suerte.
Arrugo la frente. —Eres un tonto, Stanley.
Se encoje de hombros y se mueve para sentarse en el borde de su cama, me hace una seña para que vaya a su lado también. Noto a su conejo justo en medio de las dos almohadas, como siempre.
— ¿Ese conejo te lo dio Emmie? —pregunto, sacando la paleta de mis labios.
—No —responde viendo a la ventana—. Lacey, no dejas de mencionar a Emmie desde ayer, ya sé que estás celosa.
—No estoy celosa —cruzo las piernas—. Además, tú no me gustas, me gusta alguien más.
Se gira con una sonrisa egocéntrica. — ¿El chico del perro?
Bufo. —No, me gusta Corey —suelto, sin pensarlo y dándome cuenta que es la primera vez que lo digo en voz alta.
Creo que era obvio para cualquiera que estuviera cerca, al menos de eso me he dado cuenta, incluso mi hermano lo notaba pero nunca lo dije en voz alta. Creía que a la primera persona que se lo diría sería a Corey.
Stanley entorna los ojos. — ¿Corey Evans? Pero si ya no está.
Lo fulmino con la mirada. — ¿Crees que no lo sé? Pero eso no elimina mis sentimientos por él y además, te mostré que él se siente igual. Voy a verlo de nuevo y…
— ¿Cuándo vas a volver a verlo? —pregunta.
Me encojo de hombros. —Bueno, no sé, ese es el plan —bajo la voz.
— ¿Qué plan? —entorna sus ojos.
Suspiro. —Mi plan este verano era buscarlo, eso haré y nos volveremos a ver.
Inclina su rostro, saca el dulce de su boca y lo sostiene. — ¿A dónde lo iras a buscar?
Yo muerdo el mío. —Pues, antes que dejara de verlo, se fue a casa de sus abuelos. Tal vez tuvieron algún problema y ahí están.
Stanley me observa en silencio por un momento. — ¿Escuchas lo que estás diciendo?
Frunzo el ceño. — ¿A qué te refieres?
Me señala con el dulce entre sus dedos. —Estás diciendo que quieres buscar a un chico que se fue sin decirte a donde y que no te contesta el teléfono, no te responde y no se esfuerza en decirte nada, ¿Crees que vale la pena esperarlo?
Resoplo. — ¿Y si le pasó algo?
Rueda los ojos. —No le pasó nada, solo se fue.
Niego, mientras tanto puedo sentir como la garganta está ardiéndome. —Corey no se iría sin despedirse, fui su mejor amiga y yo le gustaba, él iba a confesarme sus sentimientos.
Muerde el dulce y un pedacito cae sobre su pierna. — ¿Y si no está con sus abuelos? ¿Qué harás? ¿Te pasaras toda la vida buscando a alguien que no quiere que lo encuentren?
Tomo lo que queda del dulce y lo mastico rápido. — ¿Cómo sabes eso? Estoy segura que algo le sucedió, quizás algo malo y tú estas diciendo todo eso.
Stanley se levanta y lanza el palito del dulce a la papelera al lado del escritorio. —No puedo creerte Lacey, ¿todo este tiempo has esperado a Corey? ¿Es Corey en lo único que piensas? ¿Qué había de especial en él? Era tan…
—Basta —me levanto, intento controlar el volumen de mi voz para que sus abuelos y mi hermano no nos escuchen—. No hables de Corey como si lo conocieras, tú solo te la pasabas molestándolo y eras tan irritante, tú molestabas a Corey sin ninguna razón.
Bufa. — ¿Por qué lo veías así? ¿Por qué no pudiste darte cuenta?
— ¿Darme cuenta de qué? —pregunto.
Exhala cerrando los ojos. —Corey no está perdido, Lacey. Corey está bien, está mejor que tu seguramente.
Niego. — ¿Cómo puedes asegurarlo? —Mis ojos se llenan de lágrimas—. Stanley yo, pensé que eras mejor pero ahora mismo te estás comportando como un idiota de nuevo, tú no sabes lo que he sentido.
— ¿Lo que has sentido? —frunce el ceño.
—Si —trago saliva—. Tú no sabes lo horrible que es despertarse un día y dejar de saber de una persona, tú no lo entiendes. Tú no has perdido a alguien como yo. Es difícil mantener la esperanza, solo quiero saber que está bien y quiero verlo de nuevo, mejor cállate, ¿sí?
Tensa la mandíbula. — ¿No lo sé? —sonríe, pero no está feliz, está enojado—. No sé nada, es cierto. No sé lo que es eso, porque las cosas malas solo le pasan a Lacey Benson, quien no puede encontrar a su estúpido novio.