— ¿Yo te gusto? —pregunto.
Rasca su mejilla. — ¿No es obvio?
Niego. —No, digo, ¿yo te gusto a ti?
—Sí —se encoje de hombros.
Me levanto y señalo mi atuendo. — ¿Te gusto ahora? ¿Así?
Baja la mirada a mi ropa y junta sus cejas. — ¿Quieres que hable de tu cuerpo?
—No, digo, mírame, soy tan…
Me interrumpe. —Tan linda, tan divertida y tan irritantemente atractiva.
Niego varias veces, no es verdad, esto no lo voy a creer. —No mientas, Stanley. Vamos, por favor, no soy tu tipo yo no soy como Emmie, yo no soy como Julia, yo no soy como esas chicas hermosas.
Suspira. — ¿Crees que eres fea?
—No pero…
—No lo eres y no es por tu cara o por tus ojos o por tu nariz o por nada de eso —bufa—. Tú me viste cuando no tenía amigos, tú me viste cuando tenía muchos amigos y aún me ves. Tú eres diferente, en muchos sentidos, no sé ni cómo explicarlo.
— ¿Por eso te gusto? ¿Por qué te veía? —no lo entiendo.
Asiente. —Por eso y porque eres demasiado linda cuando te ríes a carcajadas con Shane, me encanta como te enojas cuando alguien hace algo grosero y la manera en que luces con vestidos de verano.
Siento calor en mis mejillas. —No uso muchos vestidos.
—Deberías —cruza las piernas.
Suspiro. —Entonces, um, ¿Desde cuándo te gusto? Digo, si fuera verdad.
—Lo es —contesta—. Desde que te conocí, no tienes idea lo mucho que me afectó esa vez que me besaste la mejilla, no quería lavarme la cara.
Peino mi cabello con los dedos. —Pero, ¿Por qué no dijiste nada?
— ¿Me hubieras correspondido los sentimientos? —la respuesta es no.
Me vuelvo a sentar a su lado. —No sé qué decirte.
Es la verdad, no sé qué hacer ahora. No voy a fingir que Stanley no provoca ciertas sensaciones y emociones en mí pero, también tengo sentimientos por Corey que están enraizados en mi corazón.
No sabía que era posible sentir algo por dos personas, aunque de maneras distintas.
—No digas nada —afirma—. Estoy acostumbrado a que no sientas anda por mí, solo sigamos así, ¿bien? No te pediré nada a cambio, excepto tal vez que me beses de vez en cuando.
Lo fulmino con la mirada.
—Es broma —coloca su brazo sobre mis hombros y me acerca a él—. Solo déjame que te abrace.
No me quejo, sus brazos son cómodos. —Claro, no puedo negarme a un admirador.
—Que graciosa —dice—. Vaya, imagínate lo afortunada que eres que yo me haya fijado en ti.
—Un golpe de suerte —respondo sarcásticamente.
—Hablando enserio —aclara su garganta—. Gracias por esto, Lacey. Me ha ayudado, créeme.
Lo veo y sonrío. —Eso me hace feliz.
—Te besaría ahora mismo, Lacey Masie —afirma, aunque siento que está bromeando, mi corazón se acelera.
No puedo desechar a Corey, aún me importa.
Tomo aire por la boca y luego, me muevo cerca de él para besar su mejilla. —Esto es todo lo que obtendrás de mí.
—Es más que suficiente —afirma, viéndome detenidamente a los ojos.
Me hice la promesa de buscar a Corey, de encontrarlo y confesarle todos mis sentimientos pero ahora mismo, no sé qué siento. Aún quiero a Corey, aún quiero las respuestas y aún quiero escuchar lo que tenga por decirme.
Pero esto, ahora mismo, es algo que no se compara con nada que he vivido antes.
—Deberíamos regresar —digo.
Asiente, sin soltarme. —Claro, no queremos que enamores a más personas con ese atuendo.
Golpeo su pecho. —Cállate.
Sube su ceja derecha. —Cállame.
Veo sus labios un segundo y es suficiente, tengo que alejarme. —Vamos antes que te enamores más de mí —digo, riendo nerviosa.
Se levanta y sonríe. —No puedo creer que no lo sabias, todos se han dado cuenta, incluso Emmie se dio cuenta el día del picnic.
Me encojo de hombros. —Pero si no había nada fuera de lo común, digo, no es como si tú me dieras flores y chocolates.
—Te di helados —afirma—. Y papas fritas, creo que prefieres eso antes que las flores y los chocolates, ¿no?
Odio que me conozca.
Odio que quiera acercarme.
—Ahora tienes que darme más —reclamo.
Toma mi mano y me da una mirada para asegurarse que esto esté bien y le doy un apretón. No quiero que me suelte, a pesar de la culpa que siento, no quiero que esto se detenga.
Sé que soy una persona horrible.
Cuando me desperté sentí que todo lo que había pasado ayer había sido un sueño.
Pero no lo fue realmente ocurrió todo eso. No puedo dejar de pensar en el hecho que la madre de Stanley, alguien a quien yo ya no conocí, está desaparecida desde hace años. También pienso en lo que me dijo, en que yo le he gustado desde que nos conocimos.
Eso no tiene mucho sentido, he visto a Stanley con otras chicas y no se comporta conmigo como lo hace con ellas aunque ahora sé que mucho de eso era una fachada.
Veo a Stanley salir de su casa y desvío la mirada al suelo, no quiero que note como me afecta su presencia. Porque lo hace.
—Buenos días, ¿me extrañaste? —pregunta con ese tono bromista de siempre.
Suspiro. —No pero, ¿hoy si nos iremos juntos?
Extiende su mano hacia mí, estoy recostada en la barda de mi casa. —Claro, ven.
Miro su mano y sé que quiero tomarla porque es suave, firme y cálida. Porque muy pocas veces sostuve la mano de alguien y de entre esas, Stanley tiene el tipo de manos que te da seguridad.
No debería pensar en anda de esto.
—No tienes que actuar diferente, Lacey —baja la mano—. Ya sea por lo que te dije de mi mamá o porque confesé lo que siento. No cambia nada, sigo siendo yo.
Subo la mirada. —Sí, lo sé, sigues siendo un tonto.
Me guiña el ojo y se me corta la respiración, ¿Qué rayos me pasa? ¿Desde cuándo soy como un caramelo bajo el sol?
—Vamos —tomo su mano como si fuera lo más normal para mí y tiro de él—. No quiero llegar tarde.
Él me sigue y nos soltamos las manos cuando estamos frene a su auto. Entro al asiento que había estado extrañando y él pasa al asiento del conductor. El camino es corto pero normalmente Stanley conduce lento y hablamos.