Despues Del Final

37: Almohadas

Ayer me la pasé bien con Stanley (a pesar de esa humillación que él disfrutó)

Pero fue hasta la noche cuando regresamos que recordé algo, su libro seguía en mi bolsa. Luego de sacar los cuatro que yo compré, lo tomé y leí el título de la portada.

“¿DÓNDE ESTÁ MI PADRE?”

Mi corazón se paralizó un instante, sé exactamente porque compraría un libro como este.

Es una portada donde muestran una fotografía antigua, de hace unas décadas por la ropa que llevan. Hay tres niños, una mujer y un señor pero donde debería estar su rostro, parece como si hubieran rasgado esa parte.

Abajo dice: La historia real de como mi padre desapareció hace veinte años y nuestra lucha por mantener la fe, esperanza y la paciencia.

Le doy vuelta y leo la contraportada. Es básicamente un libro sobre un hombre que salió a trabajar un día cualquiera y nunca más regresó. Según dice aquí, nunca se encontró respuestas a pesar de haber encontrado su auto y verlo llegar al trabajo por unas cámaras de seguridad.

Hay una frase al final:

“La fe es creer en lo que no se ve, creemos que algún día, lo veremos”

Así que lo dejé con mis otros libros para dárselo después del trabajo.

Mientras Stanley termina de preparar unas bebidas, yo pienso de nuevo en ese libro. Stanley me dijo que no había hablado con alguien más fuera de su familia sobre lo que ocurrió y seguramente eso lo ha hecho sentir agotado.

Cuando me pasaba algo mínimamente tonto, se lo contaba a Corey y también a papá o a mamá, cuando pasaba algo grande, como cuando dejé de ver a Corey, le contaba todo, otra vez a cada persona que pudiera.

Stanley ha guardado tantos pensamientos, tantas lágrimas, tantas preguntas en su interior y eso seguro se sentía como estar encadenado a algo que no puedes ver.

Me dijo que quiere ir a ese bosque donde se vio a su mamá por última vez y yo solo, siento dolor al pensar que no hay algún lugar donde él pueda honrar a su madre como la gente en los cementerios.

Mis padres van a dejarles flores a tías, primos, amigos que no conozco y eso les hace sentir mejor. Saben que esas personas ya no están ahí, están en su corazón y posiblemente en lo que llamamos Cielo, pero, ¿A dónde va la gente como Stanley?

Ya no vive en la casa que vivía con su madre, ya no tiene una habitación donde sentarse y recordar esos momentos. Ya no tiene ni siquiera fotografías de ella, porque he estado en su casa y nunca he visto ninguna.

Cuando pienso en todo eso, solo quiero abrazarlo pero no solo a este Stanley, al niño que conocía.

Quisiera poder regresar en el tiempo y abrazarlo fuertemente el primer día que lo vi. Quisiera tomar su mano y asegurarle que podía confiar en mí. Quisiera solo, ayudarlo con su dolor porque aunque no puedo quitárselo, puedo sostenerlo y llevarlo con él.

— ¿Vas a llevarlas? —Stanley pregunta, refiriéndose a las bebidas.

Me giro y asiento. —Sí —aclaro mi garganta—. Em, hoy ven a mi casa, tu libro está ahí.

—Lo imaginé —dice—. Pensé que lo habías robado, como mi corazón.

Esta vez no reacciono como siempre, quejándome o pidiéndole que pare. Lo veo y le sonrío.

Él frunce el ceño. — ¿Por qué no me has pedido que me calle?

Tomo una bandeja y voy al otro lado, para colocar las bebidas. —Porque no tengo ningún problema con eso.

Me muevo dándole la espalda y voy a dejar las bebidas a la mesa que pasé los primeros días observando con nostalgia, la mesa donde Corey y yo nos sentábamos.

Stanley me mostró la fotografía y es cierto, ese era Corey. Sonriendo, feliz, vivo y saludable. Al menos, según la imagen.

No sé qué pensar ahora, yo solo quiero encontrarlo y saber todo, aunque cada vez que recuerdo lo del cuaderno, me pregunto si tal vez yo he estado equivocada. Pero no tiene sentido, nada lo tiene.

Giro y la señora Eva ha salido, está hablando con Stanley. Pienso en el hecho que ella es la hermana de la madre de Stanley, ella ya vivía aquí antes que Stanley se mudara, ¿quizás por eso se pasaron a este lugar?

A pesar de ser mayores, sé que debe sentirse horrible atravesar algo así. Si le pasara algo a Shane yo me muero. No importa que me haga enojar a veces, que haya arruinado mi base de maquillaje hace dos años cuando la tiró al suelo o que siempre robe mi comida, lo amo y solo quiero que siempre esté bien.

Al igual que mis padres.

—Lacey, le estaba diciendo a Stanley que tenemos nuevos productos —avisa—. Y por cierto, que buen trabajo haces.

Stanley resopla. —No le eleves el ego, lo tiene al techo.

Sonrío otra vez, porque ahora que he repasado su situación, me alegra que aun tenga sentido del humor.

—Pero si Lacey es tan linda —sonríe, ella también ha mantenido la bondad en su corazón, es increíble—. Una buena chica, trabajadora, lista y muy amable.

Stanley ríe. —Y se enoja conmigo y por cierto, está coqueteando todo el tiempo, no me deja en paz.

Ella le da una mirada y levanta la ceja. —Sí, Stannie, lo que digas —le aprieta la mejilla—. Tú estás tan mortificado que Lacey coquetee contigo.

Ella nos da una última sonrisa y se va, yo me giro a verlo. —Stanley, ¿le contaste a toda tu familia que te gusto? —porque su papá, Bastian, sus abuelos y su tío (que no he visto mucho) me han hecho comentarios.

Me guiña el ojo. —No le tengo miedo al amor, muñeca.

Arrugo la nariz, porque está usando esa voz gruesa que sí pienso que es atractiva pero que sé es para molestarme.

—Pero sí a las cucarachas —recuerdo—. Y te da miedo quedarte calvo.

Se cubre la boca. — ¿Recuerdas eso? Pensé que no.

Me encojo de hombros, me lo dijo el día de mi cumpleaños, cuando solo él llegó. —Recuerdo eso, que te comiste la cubierta del pastel antes del pan, que me abrazaste por medio segundo y que usaste un gorro, que en realidad era para Callie.

Stanley me mira en silencio, da un paso hacia mí y susurra: —Ya me gustabas desde ese día.




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