—Vamos —Stanley dice, encendiendo el motor del auto.
Tengo conmigo las cosas de Corey, porque si voy a hacerle preguntas necesito la evidencia y bueno, esto siempre fue de él. No me lo regaló, lo dejó en mi casa olvidado y se siente correcto que se lo dé.
Stanley está más callado que de costumbre, pero no intento hacer conversación yo tampoco. Estoy pensando en todas las posibles reacciones de Corey cuando me vea, algunas son buenas y otras no tanto.
Hace algunas semanas soñaba despierta pensando en que, cuando nos veríamos por primera vez, me abrazaría tan fuerte que me levantaría del suelo y luego, me besaría.
Pero ahora no lo sé.
Por otra parte, Stanley debe estar pensando en cosas distintas a esas. Está por regresar al lugar donde vio a su mamá por última vez, donde el mundo entero la vio por última vez. Eso sin duda es mucho más difícil.
Muevo mis dedos contra mi pierna, sin poder detener mi imaginación.
Recuerdo los días con Corey, para mí eran días buenos, días llenos de amistad y un amor secreto de mi parte. Recuerdo sentarme a su lado en clase, caminar con él en los pasillos y pasar el rato juntos.
Corey y yo éramos amigos de otras personas también, él era un poco más sociable aunque no tanto, sin embargo cuando Corey ya no estaba esas personas no me hablaban tanto como antes.
No me importó mucho, el único que me importaba realmente era quien ya no estaba.
—Al menos no hay tráfico —afirma después de un rato en silencio.
—Sí —digo, tirando del cinturón de seguridad para acomodarme.
—A unos quince minutos de aquí nos detendremos, ¿bien? Puedes pasar al baño y comer algo.
Miro el reloj en la pantalla y me sorprende ver que ya ha pasado un rato desde que salimos de nuestras casas, el tiempo se esfumó entre mis pensamientos y recuerdos.
—Está bien —digo, bajando un poco la ventana.
—Eh, ¿Le avisaste a tus padres que íbamos a ese lugar? —pregunta, doblando una calle.
Miro alrededor, aun se siente todo como esas primeras horas de luz en el día. Como si el mundo recién estuviera levantándose. —No, les dije que iría al trabajo porque, pues, no creo que piensen que es una buena idea.
— ¿No? —me mira de reojo.
Veo pasar a una chica en una motocicleta rosada, me gusta. Si pudiera conducir motocicletas, me compraría una así.
—Ellos pensaban que Corey solo se fue y ya, que mejor me concentrara en las personas que sí estaban a mí alrededor.
—Um, ¿Cómo se llevaba Corey con tus padres?
Hago una mueca mientras recuerdo las pocas interacciones que tuvieron con él. A pesar que Corey era mi mejor amigo y siempre estábamos juntos, no interactuó mucho con mi familia.
—Pues, no lo conocían mucho —es la mejor respuesta que se me ocurre—. ¿Y tú? ¿Le dijiste algo a tu familia?
Niega moviendo la cabeza. —No, no creo que quieran que yo haga esto solo —luego sonríe—. Aunque no estoy solo, estoy con Lacey Masie.
Yo también sonrío. —Extrañaré que haya alguien llamándome por mi apodo todo el tiempo.
Cuando pensaba en la universidad siempre creí que estaría cerca de Corey, no daba por hecho que fuéramos a la misma pero pensé que nuestra amistad era demasiado buena como para terminar luego de la graduación. Sin embargo, ahora ya no tengo esos planes en mente y dudo que, aun si lo encuentro, él quiera retomar el camino que llevábamos recorrido.
Tengo una corazonada, algo me dice que este viaje no será como creía. Lo he soñado, lo he imaginado y pensado miles de veces pero ahora es como si todas las escenas que tenía en la mente, las eliminaron.
— ¿Qué vas a estudiar? —me pregunta.
—Ah, no te rías pero, quiero ser maestra de grado medio —admito.
Junta sus cejas. —Espera, ¿Por qué me reiría de eso? —entramos a la carretera, por lo que Stanley se recuesta en el respaldo y luce más relajado—. No sabía que eso querías hacer, en realidad te imaginé estudiando algo como literatura o convirtiéndote en escritora.
Bufo. —No, no soy buena escribiendo pero sí leyendo —me encojo de hombros—. Creo que es por Shane, cuando me cuenta sobre su día a día, sobre sus amigos y compañeros y como algunos profesores no son tan buenos o pacientes, me frustro. Quiero ser diferente, quiero ayudarles.
—Eso es lindo —afirma—. Creo que serás una buena maestra, eres paciente y dulce.
Stanley ha dicho muchas cosas sobre mí, algunas son bromas y otras son cumplidos sobre que “soy bonita” o “divertida” pero estos valen más para mí. El hecho que señale que soy paciente y dulce me conmueve.
—Tú eres bueno con los niños también —afirmo—. Recuerdo que una vez llegó un equipo de niños con capacidades diferentes y ustedes jugaron con ellos.
—Ah sí —sonríe—. Ese día fue bueno, mis amigos no fueron idiotas ese día y estaba feliz porque los niños no dejaban de reírse.
—Y tú —digo, recordando ese momento—, tú les aplaudías, los celebrabas y siempre incluiste a todos.
Entorna sus ojos volteando un segundo hacia mí. — ¿Tú estabas ahí?
Asiento. —Fui a preguntarle algo a papá y me quedé viéndolos, esa vez no me pareciste un tonto, creí que eras lindo.
—Soy lindo —contesta, aunque sus mejillas se sonrojan—. No sabía que estabas ahí.
Me encojo de hombros.
Luego de varios minutos, hacemos una pausa en un restaurante con una fachada que no parece haber cambiado en un par de épocas, dándole un toque nostálgico.
Stanley se estaciona justo al frente, por las ventanas puedo ver como hay algunas personas comiendo en la barra mientras revisan sus teléfonos.
—Vamos
Me bajo del asiento dejando las cosas de Corey sobre él y tomando las mías. Miro hacia el cielo, los pájaros vuelan de una dirección a otra y aunque parece que no tienen un rumbo determinado, creo que los animales siempre saben a dónde moverse.
Entramos al lugar e inmediatamente siento el olor a café, solo que este no es como el del restaurante de la señora Eva, sino más fuerte y también huele a grasa, una combinación que te da hambre a esta hora de la mañana. O al menos, a mí me pasa.