—Hemos llegado, Venture.
Stanley se detiene en un semáforo en rojo, mira hacia todos lados como si estuviera buscando algo, a alguien.
—Así que, aquí es —digo.
Es un lugar como todos, no sé porque esperaba que fuera distinto. También creí que encontraría fotografías de la mamá de Stanley describiéndola y pidiendo que si alguien supiera algo, llamara a la policía pero no. Son solo los típicos anuncios que ves en cualquier lugar, ninguno es sobre una mujer desaparecida.
—La casa de Corey es por allá, según la dirección que me diste.
La dirección que Corey tenía en su cuaderno, no sé porque la apuntó ahí pero por suerte lo hizo.
Mi estómago comienza a dolerme, sé que no es por la comida. Sé que todo tiene que ver con Corey Evans. La manera en que mi corazón late más rápido, como mi pecho se siente presionado y no puedo dejar de tensar la mandíbula.
Respiro profundo, viendo los rostros de las personas que caminan a nuestro alrededor. Intentando encontrar a Corey en una de esas caras.
—Tengo miedo —digo, finalmente lo acepto en voz alta.
Stanley me da un vistazo, estira su mano y toma la mía. —No te preocupes, Lacey. Vamos a resolverlo juntos, ¿bien?
Quisiera abrazarlo y dejar que me abrace, quisiera cerrar los ojos mientras recuesto mi mejilla en su pecho porque sin duda, Stanley Hayes se convirtió en mi lugar seguro.
Cruzamos un par de calles hasta que llegamos al frente de una casa azul. Esa misma casa que Corey me había mostrado algunas fotografías. Esa casa que estaba en el fondo de varias publicaciones antiguas.
Esa es la casa.
Mi corazón se para cuándo noto un detalle más, el auto de su padre. Ese es el auto de su padre.
Corey realmente está aquí.
—Vamos —Stanley pide, estacionándose en la orilla.
Tomo aire por la boca y asiento. Cuando suelta mi mano me siento diferente, como caminar por un puente colgante sin nada para sostenerte.
Salgo y Stanley ya está del otro lado, me mira y me da una sonrisa rápida. — ¿Quieres que yo llame a la puerta?
Niego, tengo que hacerlo, esto es lo que he querido, ¿no? Este momento es el que tanto anhelé, el que me estuvo esperando por meses, no puedo actuar como si no quería esto.
Camino lento, esperando que algo ocurra. Que Corey abra la puerta primero, que Stanley me llame y me diga que mejor nos vayamos, que la lluvia caiga de pronto y tenga que escapar del exterior.
Pero eso no ocurre, golpeo a la puerta cuatro veces y respiro profundo otra vez. Tal vez si lleno de aire mis pulmones, el resto de mi cuerpo dejará de sentirse tan tenso.
Alguien abre la puerta, alguien que no reconozco. Es una mujer mayor, cabello gris, lentes sobre el puente de su nariz, baja de estatura. —Hola —saluda.
Trago saliva. —Hola, um, buenos días —digo, puedo sentir el sudor en mis palmas—. Eh, soy Lacey Benson y bueno, quería saber si Corey está aquí, Corey Evans.
Me muestra una pequeña sonrisa. —Ah, lo siento ahora no está —se voltea hacia alguna parte y vuelve a verme—. Estaba en su taller de arte, pero en unos veinte minutos sale, ¿sabes dónde es?
Niego. —No, yo no…
Levanta un dedo. —Detrás de la oficina de correos, en esa misma cuadra pero al otro lado, frente al parque.
Asiento como si supiera donde quedan todos esos lugares. —Bien, gracias, lo siento por molestar.
Niega. —No te preocupes, Corey tiene muchos amigos que siempre vienen a buscarlo.
“Corey tiene muchos amigos” eso no suena como el Corey que yo conocí.
—Gracias, nos vemos —me despido y ella cierra la puerta.
Regreso con Stanley quien estaba recostado en el auto, no hace falta decirle que no fue Corey quien abrió la puerta. —Um, está en un taller de arte, ¿sabes dónde queda la oficina de correos?
Mueve la cabeza, negando, luego toma su teléfono. —Deja que busque, aunque tal vez está en el centro, para allá —apunta a la derecha.
Mientras Stanley se encarga de encontrar el siguiente lugar, yo giro para ver esa casa. Ahí, están las cosas de Corey. Ahí ha estado Corey. Todo este tiempo Corey estuvo ahí, con sus abuelos.
¿Por qué no le pregunté a su abuela algo más?
Podría hacerlo, regresar y pedirle que me contara su versión de los hechos pero no creo que sea lo correcto, además no quiero que piense que soy una extraña que está obsesionada con su nieto y viajó por horas solo para encontrarlo.
—Sí, es por allá, vamos —me abre la puerta del pasajero.
—Bien —entro y luego Stanley.
Conduce más lento, fijándose en el número de las calles y donde cruzar, unos minutos más tarde se estaciona frente un parque y al otro lado de la calle, hay una acera ancha con bancas y decoraciones frente un lugar que dice:
“Pomerigio, Arte y Música”
—Todavía no ha salido —aviso.
Stanley me hace una seña para que bajemos. —Vamos a esperar en esa banca.
Asiento, antes de salir tomo las cosas de Corey y dejo las mías dentro del auto. Aquí llevo lo último que me quedó de él, no sé qué pasará pero, ¿volveré a tenerlas en mis manos? Es probable que conserve su cuaderno, aunque quizás me deje algo más.
Quizás… me diga todo lo que nunca me dijo.
Cruzamos la calle y vamos a la banca, un árbol con ramas largas y anchas nos cubre de los rayos del sol. Miro a la puerta, esperando que Corey de alguna manera sepa que estoy aquí y me busque.
—Lacey —Stanley aclara su garganta—. Solo quiero decirte algo antes, solo escúchame.
Lo miro y afirmo con un gesto.
Lame sus labios. —Haz lo que tengas que hacer, dile lo que tengas que decirle —sonríe, de una manera triste—. Gracias por ser mi amiga otra vez y gracias por dejarme confesarte lo que siento por ti, pero no voy a limitarte. Si tu corazón quiere a Evans, ve con él. Yo no me molestaré, no te guardaré rencor, solo quiero que seas feliz.
No sé qué contestarle, no sé qué hacer ahora.
La puerta se abre con un fuerte sonido metálico y las voces comienzan a escucharse.