Estamos de regreso en nuestra ciudad.
Hicimos una parada en un tienda de conveniencia para comprar comida y bebida, el tráfico es más a esta hora así que pasamos el tiempo hablando de todo lo que se nos ocurría.
Le confesé a Stanley que me sentía como engañada, pensé que mi amistad con Corey era real y era más fuerte pero para él, no era tan importante.
Me siento como una tonta porque ahora muchas cosas se ven tan distintas a como yo las percibía. Nunca fue Lacey y Corey, siempre fue Corey y Lacey. Siempre estuvo él primero, siempre hacíamos lo que él quería hacer, siempre lo seguía yo y él asumía que estaría detrás de él.
Sigo pensando que Corey no es malo pero, no es tan bueno como creía.
Supongo que ya no importa, es el pasado y aunque no termino de comprenderlo totalmente, Corey ha dejado bastante claro que no me quiere más en su vida.
—Que bien que ya estamos aquí, olvidé cargar mi teléfono y se apagó antes de salir de allá —Stanley afirma.
—Ah sí —tomo el mío y junto las cejas cuando veo que tengo diez llamadas perdidas de mamá y siete de papá.
Veo que mi teléfono nunca lo cambié y siguió en modo silencioso, suelo colocarlo así cuando estoy durmiendo y no le activé el sonido o el vibrador.
—Rayos —susurro—. Mis padres estaban llamándome sin parar.
Estamos cerca de la casa pero rápidamente lo llamo, tengo miedo que algo haya sucedido, trago saliva mientras presiono “llamar” a mi madre.
No pasa ni dos tonos para que ella conteste. — ¡Lacey! Dios mío, ¿estás bien? ¿Dónde estás?
Puedo escuchar a papá atrás también, preguntándole si soy yo.
—Mamá, sí, estoy bien, estoy con Stanley —digo.
— ¡Está con Stanley! —Avisa y se escuchan voces al fondo—. ¿Dónde estaban? Hija, ¿Por qué no estaban en el trabajo?
— ¿Es Stanley? —pudo reconocer la voz del señor Hayes.
Miro a Stanley activando el altavoz. —Stanley está aquí, estamos bien.
— ¿Stan? —el señor Hayes eleva el tono.
—Papá… —Stanley frunce el ceño—. ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
—Estamos bien, pero ustedes, ¿Dónde estaban? —suena tan afligido—. Llamé a Eva, no sabía dónde estaban porque ustedes podían faltar y de pronto, tú no contestas tu teléfono y Lacey tampoco, ¿sabes lo preocupado que estaba?
Stanley hace una mueca. —Lo siento mi teléfono no tenía batería y…
—Estábamos preocupados —regaña—. ¿Por qué no me avisaste que no irías? Pasé ahí para comprar un café y no te encontré, pensé que estarías con Lacey y cuando voy a la casa de los vecinos, no estás ahí y ellos pensaban que Lacey estaba trabajando.
Trago saliva, nerviosa. —Um, lo siento —digo.
—Lacey, ¿Dónde están ahora? —mamá pregunta.
—Estamos cerca —Stanley avisa—. Ya vamos a llegar, estamos a menos de cinco minutos.
—Sí, los vemos después, adiós —cuelgo rápidamente.
Suena a que estoy en problemas aunque no hice nada malo.
—No pensé que papá se preocupara así —suspira—, creo que debí decirle al menos que no iría a trabajar.
—Creo que me castigaran, es injusto, solo salimos —digo.
Stanley me da un vistazo. — ¿Crees que es mala idea dar un giro y conducir lejos de aquí?
—No —muerdo mi labio—. A pesar que pronto será mi cumpleaños, cuando mis padres me regañan me siento como una niña.
—Yo me siento culpable ahora —Stanley da un golpe suave al volante—. Seguramente papá estaba sintiendo lo mismo que con mamá, él es así desde la desaparición. Intenta no demostrar que está tenso pero puedo notarlo.
Cruzamos y ahora estamos en la calle de nuestras casas, este día ha estado lleno de emociones y al parecer faltan muchas más.
—Fue un placer conocerte, Lacey Masie, no nos veremos hasta que cumpla con mi sentencia de toda la vida —bromea, a pesar que no luce tan relajado.
Se estaciona y nos damos una mirada, sabemos que nuestros padres están a punto de regañarnos. Quizás hubiera sido mejor avisarles que no iríamos a trabajar porque pasearíamos por ahí o simplemente decirles la verdad.
Ni siquiera hemos terminado de salir del auto cuando la puerta de mi casa se abre y sale el señor Hayes. Su expresión es una mezcla de enojo y mucha aflicción.
Stanley levanta las manos, como un criminal atrapado por la policía. —Papá, solo déjame que te explique, yo…
El señor Hayes no se detiene, va hasta Stanley y rodea su cuerpo con sus brazos, apretándolo con fuerza. —Stan —su voz se quiebra—. No hagas eso, por favor. Por favor.
Stanley sigue con las manos al aire y lentamente las baja, para colocarlas en la espalda de su papá. —Lo siento, no pensé que fueras a asustarte.
Sigue sosteniéndolo con firmeza, parece que tiene miedo de dejarlo ir. —Sé que eres grande y sé que tengo que confiar en ti, pero cuando no contestaste mi corazón dejó de latir, Stan. No puedo perderte a ti también.
Por la puerta salen mis padres y los abuelos de Stanley, detrás de ellos se asoman Shane con Callie.
Mamá camina hacia mí y yo sonrío nerviosa. —Hola mamá lo siento, mi teléfono estaba en silencio.
Mamá suspira. —Deberías entrar, Lacey.
Asiento, paso a un lado de papá quien me da una mirada de enojo pero también, llena de amor. Es difícil explicar esa expresión que tiene, siempre la hace cuando hago algo malo pero se cerciora que estoy bien.
—Esperen —pide Stanley—. Lacey no hizo nada malo —se separa de su papá—. Lacey me acompañó… a Venture.
La expresión de su padre cambia y abre la boca, luego me mira. — ¿Lo sabes ahora?
Muerdo mi labio inferior, creo que todos aquí lo saben, tal vez incluso se lo contaron a Shane quién me mira con los ojos abiertos.
—Sí, lo sé —admito—. Stanley me acompañó porque, pues, estaba buscando a un amigo que dejó de comunicarse conmigo y bueno, él necesitaba ir ahí. Yo lo acompañé, yo…
—Lacey me acompañó al bosque, papá. Lamento que no contestamos pero, ella no hizo nada malo —sube la mirada a mis padres—. No la castiguen, ella y yo necesitábamos este viaje y pensamos que tal vez no nos apoyarían.