Ya ha pasado otra semana más.
Ahora que ya no me siento culpable por pasar tiempo con Stanley mientras que Corey está “desparecido” estoy mejor. Es como si hubiera sido liberada de unas cadenas que no sabía que tenía.
—Estoy preocupado por mi tía —Stanley se recuesta en el mostrador.
Junto mis cejas. — ¿Por qué? ¿Pasa algo?
Un par de clientes salen por la puerta. —Porque cuando ya no trabaje aquí, las ventas caerán —lo dice con el tono muy serio—. Mi rostro ya no estará aquí, atrayendo clientes.
Ruedo los ojos. —Cállate.
—Digo, es verdad —señala su pecho—. ¿Qué harán sin mí?
—Estaremos bien sin ti —Bastian entra para colocar unos pastelillos que hacían falta.
Stanley hace una mueca. —Bastian, sabes que no eres tan guapo como yo. Las ventas siempre incrementan cuando estoy por aquí.
Suspira. —Sí, sí, Stanley, lo que digas.
Él sonríe. —Oye Bastian, ¿Por qué actúas como el chico genial y frio ahora? ¿Te olvidas de cuando peleábamos por los juguetes?
Le da una mirada. —Sí, tú siempre querías los juguetes que yo coleccionaba.
Stanley se acerca y le da un golpe suave en el hombro. —Cuéntale a Lacey como odiabas a los pájaros, incluso los pequeños.
Bastian lo fulmina con la mirada. —No es cierto.
—Sí es cierto —me mira—. Bastian salía corriendo cuando tenía miedo porque había pichones en su casa, siempre iba y corría con mí…
Bastian abre los ojos y luego baja la mirada.
Stanley aclara su garganta. —Con mi mamá, ¿recuerdas? Ella tenía que recordarte que no te harían daño.
Bastian asiente, aun con la cabeza hacia abajo. —Sí, ella siempre me rescataba.
Stanley toma aire. —Mamá decía que tenías rizos de oro, ¿no? Tu cabello era diferente.
Bastian sube la mirada y observa a Stanley por unos segundos, luego aclara su garganta. —Sí, sí, pero al menos yo no tenía las mejillas rosadas.
Se encoje de hombros. —Era adorable, no puedes culparme.
Bastian hace una mueca pero al mismo tiempo, lo ve con una expresión de afecto. Es como las veces donde Shane dice algo muy tonto pero también muy adorable o cuando se lastima pero se consuela a él mismo y me siento preocupada pero orgullosa.
—Stanley —el señor Ernest se aparece—. ¿Puedes ayudarme con unas cajas? Bastian ya se cansó.
Bastian bufa. —Mis músculos tienen un límite.
Stanley asiente. —Ahora voy.
Cuando Stanley pasa a la cocina, Bastian se acerca a mí. — ¿Qué hay?
Sonrío, ahora me siento más en confianza con él. Nunca pensé que yo también estaría cerca de Bastian, quien era incansable y popular. — ¿Qué hay?
Rasca su mentón y luego me señala a mí con ese mismo dedo. — ¿Tú sabes algo de su mamá, no?
Asiento sin decir nada.
—Él… bueno, mi tío nos contó que él y tú fueron a Venture —hace una pausa—. Supongo que ahora sabes algo.
Veo hacia la puerta solo para cerciorarme que seguimos solos. —Sé lo suficiente, de su mamá, de lo que pasó.
Asiente lentamente. —Ya veo, tiene sentido —ahora mueve su cabeza, negando—. Eso que acaba de pasar, no sucede siempre, en realidad nunca sucede.
— ¿Qué cosa? —pregunto.
Baja el tono de su voz. —Stan no suele mencionar a su mamá, siempre rodea el tema y evita continuarlo. Pero lo hizo, habló de ella y, es confuso pero es algo bueno, creo.
Respiro profundo. —Necesita hablar más de ello, con personas que lo entienden, como ustedes.
Bastian sonríe de lado, aunque de una manera triste. — ¿Lo hace contigo? ¿Te ha contado? —muevo la cabeza afirmando—. Vaya, no sé qué decirte, solo creo que es genial que pueda hacerlo.
—Solo quiero ayudarlo un poco, sé que no puedo mejorar realmente nada pero, solo quiero estar para él.
Bastian ahora sí, sonríe totalmente. —Eres una buena chica, con él. Digo, sé que se gustan pero, también sé que…
—Espera —digo—. No me gusta Stanley.
Eso es una mentira, obviamente.
Rueda los ojos. —Sí, sí, claro —alarga la última letra—. Como sea, me refiero a que, eres buena con él. No sé porque contigo logró contarte eso y no importa, solo importa que estas ayudándolo más de lo que crees.
Eso espero.
—Y deja de decir que no te gusta —pide, con un tono más alegre—. Es obvio que sí, niña. ¿Crees que no puedo notar como lo miras? Sé que le gustas a él, me lo confesó hace años pero tú, ahora ya lo miras de otra manera.
Chasqueo mi lengua. —No sé de qué hablas.
—Lo que digas —se encoje de hombros—. Mira, me caes bien pero, solo te pido que si realmente no te interesa él, no lo confundas. Ustedes se van a la universidad y no quiero que él sienta que ha perdido a otra persona, no quiero poner una carga sobre tus hombros pero, espero que me entiendas.
Lo hago. —No te preocupes, no quiero lastimarlo.
Stanley regresa, estirando los brazos. — ¿Qué hacen?
Bastian me señala. —Lacey me pidió una cita y la rechacé.
Suelto una carcajada. —Estás loco.
Stanley me mira y eleva una ceja. —Como si fuera a creer eso, ella y yo tenemos citas todos los viernes —se acerca y coloca su brazo sobre mis hombros—. ¿No es así, muñeca?
Pienso en las palabras de Bastian, en como realmente yo no quiero lastimarlo porque él ha sido sanador para mí sin esperarlo. —Sí, tenemos una cita.
Bastian resopla. —Qué asco, son tan cursis, me largo.
Stanley suelta una risa extraña. —Largo, así puedo besarla cuando no estés.
Lo empujo. —Cállate.
Bastian regresa a la cocina riéndose de nosotros, Stanley toma mi rostro con una mano. —Hay una manera de callarme.
— ¿Golpeándote? —sonrío.
Él muerde su labio inferior y aquí es cuando pierdo la respiración.
Stanley ha besado a cinco chicas (en realidad cuatro porque ese beso en la mejilla no cuenta para mi), una de ellas fue un beso robado en el baile de fin de curso, los otros tres fueron Julia, una prima de un amigo y una chica más. Tres chicas que ahora mismo, siento total envidia.