—Creo que hoy deberíamos ver una película de miedo —Stanley se sienta a mi lado con el control remoto en la mano.
Hago una mueca. — ¿No podemos ver otra película inspiradora?
Sonríe, buscando en la aplicación. —Claro, pero otro día, hoy tengo ganas de ver una que se estrenó recientemente. Es sobre una muñeca que una niña encuentra en su escuela y se la lleva a casa pero se mueve, dicen que es buena porque no usa efectos especiales que se ven falsos, es muy realista.
Mi estómago se encoje. —Le tengo miedo a las muñecas —confieso.
Stanley gira su rostro hacia mí, levantando un lado de su boca, confundido. — ¿Qué? Pero si tú eres una muñeca.
Ruedo los ojos. —Basta, hablo enserio.
Sacude su cabeza y sonríe. —Me refiero a que, te llamas como una muñeca, ¿te dan miedo? ¿De verdad?
Me encojo de hombros. —Sí y a ti te dan miedo las cucarachas.
Ahora él rueda los ojos. —Supera la cucaracha, al menos no les tengo miedo a objetos inanimados.
Lo señalo. — ¡Tú me dijiste que te gusta ver historias de fantasmas! ¿Crees que es imposible que las muñecas se muevan?
Se encoje de hombros. —No, en realidad recuerdo que mi abuelo me contó que su hermana tenía una muñeca que hacia ruidos, pero en ese tiempo no habían de esas muñecas como ahora, ¿sabes?
Arrugo la nariz. —Las odio.
— ¿Por qué no te gustan? —ríe, está disfrutando esto.
Suspiro. —No lo sé, creo que cuando era niña vi una película de muy bajo presupuesto de muñecas que eran malas pero a esa edad, te trauma.
Sube su mano para acariciar mi cabeza. —Tranquila, Lacey Stacy, puedes abrazarme si tienes miedo.
Entorno mis ojos. — ¿Es este tu plan? ¿Asustarme para que te abrace?
—Claro —sonríe mordiendo su labio inferior.
Hoy, a pesar de ser verano, está un poco más nublado y ya es el final de la tarde por lo que todo se presta a ser un buen ambiente para ver una película de este tipo, excepto que yo no quiero verla. Soy de ese tipo de personas que sueña con lo que vio ese día, entonces, no quiero muñecas en mi hora de dormir.
— ¿No tienes una película de amor? —pregunto, sonriendo.
Stanley deja el control remoto sobre la mesa, se gira sobre el asiento. — ¿Por qué? ¿Quieres besarme?
Resoplo. —No, quiero ver a otras personas enamorarse falsamente y ser feliz, ¿bien?
Sonríe lentamente y niega. —No mi amor, hoy tú y yo veremos muñecas malvadas y si tienes miedo, con todo gusto puedes acercarte y abrazarme.
Sé que cuando me llama así es bromeando pero hoy, me ha hecho sentir como mi corazón se saltó un latido. —Bien, pon a tus muñecas, espero que te aparezca una en la noche.
—La única muñeca que quiero en la noche... —empieza, pero cubro su boca con mi mano.
—Cállate —pido, sintiendo el rubor en mi rostro.
Toma mi mano y la baja. —La única muñeca que quiero en la noche es a la que mi abuela tiene en la casa, te dije que ella tiene a Lacey Masie, la original. Tú eres como una copia.
Suspiro, mientras siento la calidez de su mano contra mi piel. Sin duda Stanley está provocando sensaciones en mí, detalles de los que antes nunca había notado. La manera en que sus dedos tocan mi brazo, la suavidad de sus dedos y esa colonia que usa que solo puedo sentir cuando lo abrazo.
Retiro mi mano. —Ya, pon la película.
Tengo que hacer algo para dejar de permitir que Stanley me haga sentir de esta manera. No puedo creerlo, realmente no puedo. Hace unos meses él era tan irritante, tan tonto y tan vacío pero era así porque no lo conocía realmente aunque creía que lo hacía.
Aunque, ¿De qué estoy huyendo?
Sé que todo con Corey fue un desastre, pensaba que él era el indicado y a quien siempre amaría pero ahora sé que fue una ilusión. Un chico que le caía bien y que pasaba tiempo conmigo, pero él nunca me vio de esa manera y yo sobre analicé cada pequeño detalle para creer que él también se sentía como yo.
Stanley reproduce la película y dejo de pensar en Corey, al menos mi miedo por las muñecas me hará olvidarme del chico que no fue más que una ilusión.
Stanley se acerca más a mí y me da una mirada, sonriéndome, pero no de esa manera irónica o egocéntrica sino tranquilizadora. Es casi como si quisiera asegurarme que estoy bien si está conmigo.
Regresa su mirada a la pantalla y yo muevo mis ojos a sus labios, instintivamente muerdo mi labio inferior.
Miro también la película, concentrándome en la primera escena que es básicamente lo que Stanley me adelantó. Una pequeña niña encuentra una muñeca en su guardería, la toma y se la lleva a casa.
Pocos minutos después empieza la actividad fuera de lo normal, las cosas se pierden, las puertas se abren solas y se ven sombras oscuras pasando de un lugar a otro.
Algo que odio de estas películas es la música y como la usan para darte sustos repentinos. Aun si la escena no da miedo, la música te hace pegar saltos.
Y media hora después, la muñeca empieza a moverse sola y tengo que entrecerrar los ojos. Aprieto los dientes mientras esa cosa comienza a caminar y no sé cómo lo hicieron pero es cierto, parece real.
La música sube de volumen de pronto y yo pego un salto, Stanley me mira y sonríe. — ¿Ya vas a abrazarme?
Niego, respirando profundo. —No.
De nuevo, la música es tensa y la niña está caminando por un pasillo oscuro mientras escucha unas risas, en ese preciso momento, Callie decide ladrar y de nuevo pego un salto.
— ¡Callie! —digo, a pesar que está atrás y seguramente vio pasar un insecto.
Stanley suelta varias carcajadas. —Que miedosa —se levanta y yo frunzo el ceño—. ¿Sabes qué? Iré a traer a Lacey Masie y la colocaré frente a ti, ¿sí? Será divertido, tal vez se mueve, hay que grabarla.
— ¿Qué? —Niego—. No te vayas, al menos detén la película.
Pero Stanley ya rodeó la mesa y se está dirigiendo al pasillo para salir. —Ahora vuelvo, sigue viéndola y me cuentas.
Pasa al otro lado y dos segundos después, escucho la puerta abrirse y cerrarse. Suspiro, tomando un almohadón y apretándolo contra mi cuerpo. Desearía que al menos Callie estuviera aquí, desearía que no estuviera tan oscuro y desearía que esa muñeca dejara de aparecer en la pantalla con esos ojos que parece como si estuvieran viendo mi alma.