—Entrenador Benson, vengo a pedirle permiso para salir con su hija.
Stanley ha llegado a mi casa hoy, domingo, porque vamos a salir de nuevo. Supongo que podría ser una cita pero la línea entre no citas y citas ente nosotros es difusa.
Papá me da una mirada como diciendo; “Ves, este chico es de los buenos”
Suspiro. —Ya vámonos —pido.
Pero papá se levanta y extiende su mano. —Por supuesto, Stanley. Confío en ti, hijo.
Shane me hace una cara, está molestándome de nuevo. Juro que me vengaré de mi hermanito cuando se enamore en el futuro.
—Que lindos —mamá sonríe—. Al fin están juntos, siempre me parecieron adorables.
Exhalo dramáticamente. —Bien, basta por favor, Stanley vámonos.
Stanley sigue disfrutando este momento. —No se preocupen señor y señora Benson, Lacey es muy especial para mí, la respetaré y cuidaré por sobre todas las cosas. Ella es un tesoro.
Arrugo la nariz, es tan dramáticamente cursi.
Pero mis padres lo creen y lo ven con aprobación. —Lacey, se buena con este chico —pide papá.
Bufo. —No, me cae mal.
Stanley toma mi mano. —Como digas, Lacey Stacy, vámonos entonces —los vuelve a ver—. Regresará temprano, no se preocupen.
Creo que a mis padres no les importa, mientras que esté con él.
Salimos y luego, Stanley muestra una sonrisa genuina. — ¿Acaso no soy la cita perfecta?
—No —pero claro que lo es.
Me abre la puerta del pasajero y me guiña el ojo. —Adelante, mi princesa.
Tengo que admitir que sí, me da un poco de pena ajena cuando actúa cursi pero también me gusta. Es una mezcla entre vergüenza y mucha felicidad.
— ¿A dónde vamos? —pregunto, cuando está adentro.
—Vamos a un restaurante que está lleno de flores y plantas, es genial —afirma—. Luego, um, te llevaré a comprar un vestido, digo… si aún quieres ir conmigo a la fiesta de renovación de votos de mis tíos.
Me inclino y beso su pómulo. —Claro que sí iré contigo, no quiero que lleves a otra chica.
—No hay otra chica —arranca el auto—. Eres única, no quiero a nadie más.
Stanley tiene que apresurarse a conducir y llegar a ese restaurante porque necesito besarlo. —Tú también, no hay otro chico.
Toma mi mano y la aprieta suavemente. —Te amo.
Cada vez que me dice eso, mi corazón se llena de algo, como si fuera un globo y estuviera siendo llenado de helio y flotara.
Honestamente, no sé qué es el amor romántico fuera de los libros y pensaba que solo lo iba a experimentar con Corey Evans pero lo que sí sé es que Stanley me hace sentir muchas cosas y todas son buenas.
—Stanley…
—No digas nada —pide—. No tienes que amarme como yo te amo, estoy bien con esto.
Coloco mi otra mano sobre la suya. —Cállate y deja que hable —sonríe—. Yo estoy enamorada e ti y honestamente, es probable que algo parecido al amor esté creciendo por ti pero, déjame que lo diga cuando esté completo, ¿sí? Eso mereces.
—Claro —sube mi mano a sus labios—. No te presiones porque yo no te presiono, Lacey, eres suficiente para mí. Tal y como eres ahora.
—Tonto —digo—. Eres tan tonto porque eres casi perfecto, digo, no eres perfecto pero eres tan… tonto.
—Supongo que tonto para ti significa algo bueno, ¿no?
—Sí —me inclino de nuevo y beso su mejilla—. Debiste confesarme tus sentimientos a los diez años.
Suelta una carcajada. — ¿Querías eso? Digo, ¿crees que hubieras salido conmigo tan jóvenes?
Me encojo de hombros. —No pero, no sé, solo… siento que he perdido el tiempo.
—No lo has hecho —sigue sosteniendo mi mano—. Tú y yo hemos vivido experiencias necesarias. Lo importante es ahora, no lo que pudimos cambiar. No hay forma de arreglar el pasado, pero sí de mejorar el futuro con acciones en nuestro presente.
Elevo las comisuras de mis labios. — ¿Desde cuando eres tan sabio?
—Desde siempre, mi amor —hace la voz gruesa—. Soy un hombre inteligente, capaz, decidido, único, atractivo…
—Ya, ya —suelto una carcajada—. Stanley, estás un poco loco pero, no cambies. Me estresas y me haces rodar los ojos todo el día pero, eso te hace tú y me gustas así.
—Espera —detiene el auto, viendo por el retrovisor—. No hay autos, así que…
Se inclina hacia mí y besa mis labios, yo tomo sus hombros y lo beso también. Fueron como unos diez segundos, luego continua con la marcha.
—Necesitaba eso —afirma.
Yo también.
Mientras esperamos por la cuenta, tomo mi teléfono y veo mi nuevo y aburrido fondo de pantalla. Solía ser una fotografía mía con Corey pero la cambié luego de verlo otra vez.
Ahora solo es un fondo predeterminado azul y rosa.
Eso me hace pensar en algo, Stanley y yo no tenemos una fotografía juntos. Definitivamente necesito algunas, quiero capturar estos momentos con él y así, recordar este verano a su lado.
—Oye, tomate una foto conmigo —le pido.
Él asiente sin dudarlo, se inclina más hacia mi lado esperando que eleve el teléfono. Abro la cámara y lo coloco en el mejor ángulo, Stanley se recuesta en mi hombro y sonríe.
Capturo esa.
Luego él me quita el teléfono y lo acerca un poco más a nuestros rostros, me besa en la mejilla y yo rio. Noto que presiona el botón de capturar varias veces, seguido lo coloca sobre la mesa y lo gira en horizontal, se vuelve a acercar a mí y aprieta un ojo.
—Creo que amas ser fotogénico —digo, riendo.
—Ah espera —me da el teléfono para sacar el suyo—. Sonríe para mí, muñeca.
En lugar de eso, me cubro el rostro. —No, yo no. No me gustan las fotos.
Bufa. —Vamos —toma mis manos y las baja—. Eres hermosa, sonríe.
Cierro los ojos y cuando los abro, él está viendo la pantalla. Me la enseña, tengo los labios apretados y luzco rara.
—Perfecta —mueve sus dedos y la coloca de fondo—. Mira.
Suspiro. —Pero no me veo bien.
—En ese caso —toma mi teléfono otra vez y hace una cara graciosa tomándose una foto, luego desliza la pantalla—. Aquí tienes la mía.