STANLEY
La ceremonia de renovación de votos ya sucedió y ahora, estamos sentados en la mesa larga en un salón al aire libre, a unos veinticinco minutos del restaurante de mis tíos.
Esta celebración es algo íntimo, solo para familiares y amigos, especialmente porque mi tía quiso que la presencia de mi mamá estuviera también aquí en cierta manera.
En una de las sillas, al centro, está una gran fotografía de mamá, abrazada de la tía Eva, cuando eran todavía unas adolescentes. Al lado de esa fotografía está papá, luego Bastian, mis abuelos y del otro lado están los padres de Lacey, Shane, Lacey y yo, frente a la fotografía de mi madre.
A un lado de esa fotografía están mis tíos, luego mi prima Viviana, su esposo, algunos amigos de mis tíos, la mejor amiga de mamá, Becky y de este lado está Emmie, sus padres y un par de amistades más.
Pareciera que la mesa está completa, pero in duda, falta una persona.
—Muchas gracias por estar con nosotros hoy —mi tío habla—. Es siempre un placer ver a los rostros de las personas que tanto queremos y yo estoy feliz de confirmar mi amor por Eva, la chica de mi vida.
Todos ríen y aplauden.
—Eva es una mujer increíble, dulce, decidida y fuerte —la mira y toma su mano—. En momentos malos y buenos, estuve y estaré a su lado, por siempre.
Todos aplauden, yo también. Le doy un vistazo a Lacey quien se ve hermosa con ese vestido color melocotón, el cabello medio recogido y un pequeño moño del color del vestido.
—Yo quiero agradecerles también —mi tía se levanta, mostrando su vestido suelto color blanco—. Mi esposo es lo mejor de mi vida, me ha dado dos hijos increíbles y mi vida ha sido buena —su sonrisa decae—. Aunque, como verán y como saben, esta vez no está alguien con nosotros.
Miro la fotografía y mi corazón se aprieta.
—Mi hermanita, ella… bueno, lo saben —aclara su garganta—. No está aquí pero, no perdemos la esperanza y cuando he dudado, Ernest se encarga de devolverme la fuerza.
Las miradas caen, todas estas personas aquí conocen la historia de mamá, de esa mujer con un hijo pequeño y un esposo amoroso que desapareció un día de verano sin dejar rastro.
—Arlene —pronuncia su nombre con nostalgia—. Quiero que, estés donde estés veas que no te hemos olvidado y seguimos buscándote —su voz se quiebra, Bastian asiente, limpiándose una lágrima—. Pero te doy gracias porque nos dejaste un hermoso regalo, el niño de tus ojos, Stannie.
Sonrío, resistiendo las lágrimas.
—Sé que escucharas mis palabras —cierra los ojos—. Solo quiero decirte que Stanley es un gran chico, estamos orgullosos de él y solo… vuelve, para que lo veas. Mira a tu pequeño, es un hombre ahora. Ven.
Ella se siente y puedo escuchar a personas sorbiendo por la nariz y sollozos contenidos.
Respiro profundo y me levanto, siento que tengo que hacerlo. Todos suben su mirada hacia mí. —Um, yo, quiero dar unas palabras.
Mi tío asiente mientras que mi tía se limpia por debajo de los ojos.
—Bueno, yo… solo quiero felicitarlos porque ustedes son geniales y se merecen mucha felicidad. Yo… cuando pasó eso, ustedes me ayudaron —miro a Viviana—. Eres mayor pero, recuero que me ayudabas con mi tarea y me dabas galletas con chocolate.
Viviana sonríe, sus ojos también están humedecidos.
Veo a Bastian. —Y tú, eres mi hermano mayor prácticamente —sonríe de lado—. Te quiero, lo sabes.
—Te quiero —susurra.
Miro a mis tíos. —Ustedes siempre me abren las puertas, siempre me ayudan y siempre están conmigo, gracias. Estoy feliz que renueven sus votos, estoy feliz que su amor haya durado por tanto tiempo y sé que durara por siempre.
Ambos me ven agradecidos.
Aclaro mi garganta. —Yo sé que mamá… no está aquí —mi garganta me arde—. Digo, físicamente, pero ella sí está. Está en todos nosotros, en sus recuerdos y en lo que nos ha dado —miro a mi padre—. Esas vacaciones no fueron las peores como pensaba, fueron las mejores, fui muy feliz mientras estuvo con nosotros.
Los ojos de papá sacan un par de lágrimas.
—Y yo, juro por mi vida que nunca dejaré de esperarla —yo también comienzo a llorar—. Pero estoy feliz porque miro a mí alrededor y veo a todas estas personas que la aman y oran por ella, piden lo mejor, la esperan y sé que eso es importante.
Ahora yo, veo su fotografía y tengo que hacer una pausa para poder seguir hablando.
—Mamá amaba las fiestas, ¿no? Sé que amaba la vida, eso nos lo demostró a todos cuando estuvo con nosotros —sorbo por mi nariz—. No voy a dejar que nada opaque su luz, ella fue y es vida. Creo que lo mejor que podemos hacer mientras regresa, es vivir, como a ella le gustaría. Riendo, leyendo, oliendo las flores y bailando.
Un recuerdo me llega en este momento, mamá a mi lado mientras admirábamos el lago. Su sonrisa era amplia, olíamos a bloqueador solar y el calor nos hacía sentir pegajosos. Se acercó a mí y me abrazó.
—Te amo, Stannie —besó mi cabeza—. Te amo tanto, mi pequeño. Eres mi felicidad.
—Te amo mamá —le dije.
— ¿No hay un abrazo para mí? —papá llegó por atrás y nos abrazó.
—Los amo —mamá afirmó y no puedo decir que ella presentía algo o que tal vez, solo estaba expresando su cariño pero dijo: —Nunca dejaré de amarlos, aquí y en cualquier parte, los amare por siempre.
Veo la fotografía, a papá y luego a los invitados en general. —Mamá, te amaré por siempre, aquí y en cualquier parte.
Dejo de hablar y los aplausos empiezan, al mismo tiempo que las lágrimas. Me siento de nuevo, Emmie se estira y me da un apretón en el brazo, yo le sonrío. Ella también es como mi hermana, no nos veíamos seguido pero siempre que podía se aseguraba que yo estuviera bien.
Lacey toma mi mano por debajo de la mesa y le da un apretón, yo le sonrío notando que soltó un par de lágrimas y le corrieron levemente su maquillaje.
—Bueno, bueno —mi tía se levanta tomando la copa—. Stannie tiene razón, vamos a celebrar, ¡Por Arlene!