Despues Del Final

53: UN AÑO DESPUÉS

STANLEY

Camino hacia la entrada del edificio justamente al mismo tiempo que Lacey sale mientras habla con un chico que es su amigo.

No soy un tipo celoso (está bien, a veces sí) pero me alegra que tenga varios nuevos amigos y amigas. Yo también he encontrado buenas personas en mi universidad, en especial en el equipo universitario.

Esta vez, sí son amigos reales con los cuales no tengo que fingir.

Cuando me acerco reconozco al chico, quien me voltea a ver antes que Lacey.

—Hola Stanley —levanta la mano.

—Hola Douglas —digo.

Lacey me sonríe. —Hola, viniste puntual.

Bufo. —Por supuesto que lo hice, ¿no te dije que soy perfecto?

Douglas sonríe de lado, me ha visto interactuar antes con Lacey y ya puede tener una idea de cómo es mi personalidad con ella. —Bien, mejor me voy, a Lester también le gusta la puntualidad —le da una palmada en el hombro—. Te veo mañana, adiós Stanley.

Levanto el mentón. —Adiós.

Douglas pasa a mi lado y luego que se haya alejado lo suficiente, giro con Lacey.

— ¿Debería estar celoso? Ustedes pasan mucho tiempo juntos —digo, bromeando.

Confío en Lacey, sé que me ama y sé que sabe que la amo.

Bufa, dando un paso hacia mí para tomar mi mano. —Pues él está perdidamente enamorado de su novio —ah—. Y yo del mío.

Me inclino y beso sus labios, ella sonríe y eso me hace querer seguir besándola por muchas horas pero tenemos que llegar a su casa, así que no podemos tardarnos mucho ahora.

—Te compraré una camiseta con mi foto —le digo—. Para que todos sepan que estás saliendo conmigo.

Rueda los ojos. —Jamás la usaré.

Empezamos a caminar para dirigirnos a mi auto. — ¿Qué tal tu día hoy?

Se encoje de hombros. —Bien, supongo, lo mismo de siempre. Tengo que hacer tareas, leer y estudiar, ¿Qué hay de ti?

—Pues lo mismo, básicamente —contesto—. ¿Irás a verme la próxima semana? Puedes llegar carteles para apoyarme.

Resopla. —Em, no, vas a competir con mi universidad, no voy a traicionarlos.

—Claro que lo harás —río—. Sino, terminaré contigo.

Suspira. —Um, hazlo y vuelve a besar a tu almohada, seguro te extraña.

— ¿Sabes qué? Te regalaré una muñeca de porcelana, no, mejor que sean unas diez —sonrío de lado—. Seguro las adoraras.

— ¿Por qué no mejor vas y me ayudas a matar a una cucaracha? Ah, espera, esos músculos no te sirve cuando eres un cobarde.

Bufo. —Y esa linda cabeza no sirve de mucho si no tiene un cerebro.

—Um, ¿Qué hay de ti? Tu cerebro olvidó separar la ropa de color con la blanca y ahora tiene manchas en la mitad de su ropa —ese fue mi error de hace un mes, un error de novatos.

—En mi defensa, tú no dejabas de hablarme de ese libro con un tonto príncipe y sus ojos azules, me distraías.

Ríe. —Solo tú sientes celos de un hombre ficticio, que por cierto, ese príncipe es tan guapo en mi mente.

Arrugo la nariz. —Quédate con él entonces.

—Lo haré —contesta feliz—. Tú puedes intentar impresionar a las porristas de tu equipo quitándote la camiseta.

Elevo mi ceja. —Lo haré, creo que les gusta lo que ven.

Exhala. —Pues es tan común, digo, incluso Douglas tiene abdominales.

— ¿Cómo que viste sus abdominales? —Me detengo, parándome frente a ella—. ¿Qué haces viéndole los abdominales a un chico que tiene novio y tú tienes novio también?

Sonríe. —Porque, quizás —susurra—, un día él y yo —se acerca a mi mejilla—. Estábamos viendo las fotografías de su perfil y ya, tonto. ¿Celoso?

Ruedo los ojos. —Tú estás celosa de las porristas.

—Como sea, cállate Stanley y llévame a mi casa.

Elevo mis cejas. — ¿Lo estás, no? ¿Crees que me fijaría en ellas?

Hace una mueca. —No sé, puede ser, eres hombre y los hombres en la vida real no son de confiar, al menos eso dice mi profesora de psicología aunque no estoy totalmente de acuerdo con ella porque confío en papá y también confío en Shane, digo, no es un hombre totalmente pero es un buen chico y…

Tomo su rostro y la detengo con un beso. —Lacey Stacy, la única porrista que quiero es a ti, cuando llegues a mi juego y traiciones a tu universidad, cuando anote y celebre iré directo a ti para besarte.

Suspira, rodeando mi cuello. —Eres un tonto pero te amo.

—Cállate —digo, mordiendo mi labio inferior.

Y sé lo que dirá ahora, es algo entre nosotros: —Cállame

Y lo hago, como siempre, con un beso largo y lento.

Creo que nuestras familias pueden esperarnos un rato.




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