La reunión avanzaba entre comentarios técnicos, observaciones editoriales y elogios discretos. Pero Sofía apenas podía concentrarse. Javier Vega estaba ahí, a escasos metros, y aunque hablaba con todos, sus ojos volvían a ella con una frecuencia que no era casual.
Cuando Altamirano propuso una ronda de preguntas, Javier se inclinó ligeramente hacia Sofía.
—¿Puedo preguntarte algo? —dijo, sin levantar la voz, pero con una claridad que la hizo sentirse expuesta.
Sofía asintió, sorprendida.
—Claro.
—En el capítulo siete, hay una nota tuya al margen: “La herida no se cierra, se transforma.” ¿Es tuya esa frase?
Sofía se ruborizó.
—Sí. Fue una reacción espontánea. El texto me tocó más de lo que esperaba.
Javier sonrió, esta vez con una calidez distinta.
—Me alegra que lo hayas leído así. Esa frase… dice más que muchas páginas.
Renata la miró con los ojos muy abiertos, como si no pudiera creer lo que estaba presenciando.
Le susurró, apenas audible:
—¿Estás viendo esto? Te está hablando como si el resto no existiera.
Sofía intentó disimular la sonrisa.
—Renata…
Pero Javier seguía mirándola.
—¿Te gustaría conversar más sobre esa parte? Tal vez después de la reunión. Me interesa tu lectura.
Sofía sintió cómo el nerviosismo se transformaba en otra cosa. En curiosidad. Le intrigaba saber por qué le interesaba tanto su opinión, si no era la única que había trabajado en su historia.
—Sí, claro —respondió, con una voz más firme de lo que esperaba.
Altamirano observaba la escena con una expresión de satisfacción.
—Me encanta ver que se entienden tan bien. Sofía tiene una sensibilidad especial para captar lo que otros pasan por alto.
Javier asintió.
—Sí —respondió, recargándose en el respaldo de su silla, con una naturalidad que lo hacía parecer dueño del espacio, como si tuviera el control de todo lo que ocurría en aquella sala — lo pude notar, cada que me enviaba sus comentarios y correcciones.
Gabriel apretó los labios con fuerza. Aquella interacción entre Sofía y Javier hacía que sus adentros hirvieran de rabia, pero no podía intervenir. No podía mostrar lo que sentía sin revelar lo que había pasado entre ellos. Así que se limitó a observar, con la mandíbula tensa y los ojos clavados en Javier.
Renata, en cambio, no ocultaba su entusiasmo.
—Esto se está poniendo interesante —murmuró, con una sonrisa que no intentó esconder.
Sofía, por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien la miraba sin pedirle que fuera otra.
Y aunque aún no sabía qué significaba esa mirada, supo que quería seguir