PRÓLOGO.
“No sé en dónde estoy, no logro ver ni escuchar nada, siento una pequeña brisa en mi cuerpo, pero solo eso, unas manos frías me presionan el pecho contra él suelo ¿Qué es? ¿Quién es? Escucho su grito desesperado, una mujer me llama <<no te vayas, no me dejes sola>> lo siento, no puedo moverme ¿Qué está pasando? No me quiero ir, no todavía, por favor, déjame estar con ella, déjame quedarme un poco más, hasta que vuelva a verlos, no nos dejes solos, por favor”
SOLEDAD.
Un par de días después de los terribles acontecimientos, el pueblo pesquero se sentía solo, sin vida, a lo lejos solo se podía escuchar el graznar de algunas aves que se juntaban en las embarcaciones totalmente solas, el sonido de las olas que chocaban contra los acantilados, el viento soplaba entre las casas destruidas creando pequeños remolinos que hacían que las cenizas se elevaran por el aire.
Las aves carroñeras se arremolinaban cerca de los cuerpos en putrefacción de los animales muertos, creando un ambiente tenso y poco agradable.
En la entrada del pueblo yacía una tumba decorada con unas pequeñas rocas, en el centro de la misma, una estaca de madera adornada con flores y al pie de esta, una roca de mayor tamaño que tenía una “S” de color blanco grabada en el centro.
En la distancia una pequeña silueta tomaba forma entre los rayos del sol naciente, era Bimori que se acercaba a paso lento, llevaba consigo un ramo de flores que había recogido en el campo, Astu la seguía un poco rezagado, ambos llegaron a la tumba y se dispusieron a arreglarla, se arrodillaron y empezaron a limpiar la hojarasca que se había juntado, acomodaron las rocas pequeñas que la rodeaban, después de eso, elevaron una oración al cielo y se quedaron en silencio un largo tiempo.
No muy alejado del pueblo, Elaine y Silvano se tomaron el tiempo para cavar algunas tumbas para enterrar los cuerpos de los pobladores, no podían dejarlos ahí, solamente abandonados, alguien tenía que regresarlos a la madre tierra debidamente. Un gran vacío los inundaba, a pesar de que no visitaban con regularidad el pueblo, un enorme pesar y dolor los invadía, aun no podían creer que en tan solo una noche se habían marchado, entre niños y adultos, no había cabida en sus mentes que tan despiadados podían ser los Marfan.
Xan tenía que hablar con sus cuidadores, les tendría que mostrar al cachorro de lobo, tenía miedo ya que todos estaban seguros que eran más propensos a “convertirse” en algo muy grande y aterrador, el chico se hacía demasiadas preguntas en su cabeza al respecto, no podía creer que algo que él veía tan inofensivo pudiera atacarlos, pero eso no lo sabría con exactitud hasta que el animal creciera y se volviera adulto, aun así él haría lo posible por que le permitieran quedárselo y sabía perfectamente que Elicia lo ayudaría.
En su estadía en el pueblo, no hubo más ataques, el silencio total los perturbaba, algo en su cuerpo decía que no estaba bien, que tendrían que volver a casa lo más pronto posible, temían que algún otro Marfan haya atacado su hogar.
La mañana antes de partir, Silvano salía de la casa que habían tomado como refugio, llevaba vendas rodeándole el torso, las heridas habían sido graves, sobre todo en los costados, el sentía que todas sus costillas se habían quebrado cuando el Marfan lo golpeo, pero en realidad ese golpe solo lo había sofocado, la batalla le había dejado muchos moretones y rasguños, pero solo eso. Observó a los niños visitar de nuevo la tumba de Sara, caminaban uno al lado del otro tomados de las manos, se arrodillaron al pie de la misma, agregaron unas cuantas rocas, plantaron más flores y se levantaron despacio, primero Astu, después Bimori con ayuda de su acompañante, se dieron un abrazo y se despidieron de la que fue alguna vez su amiga en vida.
-¿Crees que estén bien?- la voz de Elaine se escuchaba en el fondo.
-Tienen que estarlo, son niños fuertes, tienen demasiada determinación, aunque me gustaría saber cómo era su vida antes de llegar aquí, me imagino que algo tuvo que haber pasado para que sean así de determinados en sus decisiones- Silvano trataba de relajarse estirando el cuerpo, hizo un pequeño gesto de dolor esperando que su esposa no se diera cuenta.
-Sé que son niños fuertes, lo demostraron, pero una pérdida de esa magnitud, es difícil de asimilar, solo espero que no los haga flaquear, al igual que tú me gustaría saber qué les pasó, pero ¿Crees que sea el momento de preguntarles?- Elaine se acercaba tocando el costado de Silvano, en donde anteriormente lo había golpeado el Marfan.
Silvano se retorció un poco, no esperaba sentir la mano de Elaine, se giró hacia donde estaba ella, la tomó de los hombros, la llevó hacia él y la abrazó.
-No creo que sea el momento de hacerlo, pero tenemos que hacerlo en algún momento, por ahora vamos a dejarlos- Silvano le susurraba al oído.
Entraron de nuevo a la casa derrumbada, para preparar las cosas del viaje de regreso, en una esquina vieron la mochila de viaje que cargaba Sara, les ganaba la curiosidad, querían hurgar en ella buscando pistas que les ayudarán a entender más a los niños, pero antes de tocarla, se detuvieron, no era prudente hacer eso, a menos que los niños se los pidieran, la dejaron en donde estaba y fueron a recoger sus cosas.
En otro lado del pueblo, Xan se alejaba hacía una casa apartada del grupo, en donde había escondido al cachorro para que no pudiera ser escuchado, tenía en cuenta que debía de hablar con Silvano, ya le había ocultado demasiado al pequeño lobo, si lo llegara a encontrar así sin más, era probable que lo matara al instante, un escalofrío recorría su cuerpo tan solo con pensarlo, lo acariciaba y recordaba lo que su dueño anterior le había encomendado, recordó el día que enterraron el cuerpo de su anterior cuidador, Xan llevó al cachorro para que observara que su dueño había fallecido, le lloraba y lo lamia como esperando respuesta, pero no fue así, el chico se reprimía y el miedo lo invadía de nuevo tan solo el recordar a aquel Marfan terrible; el cachorro al ver que Xan se hundía cada vez más en la terrible oscuridad de sus propios pensamientos, aulló para sacarlo de ese trance, en ese momento Xan se espabilo y tapó el hocico del animal, esperando que nadie lo hubiera escuchado.
-Guarda silencio amiguito, te lo pido por favor.
-¿Qué haces? Se supone que lo tienes amordazado para que no aúlle- en ese momento llegaba Elicia haciendo algunas señas para que se llevara al cachorro.
-Lo sé, lo sé, lo siento, me perdí en mis pensamientos y él solo me ayudaba, perdón.
-¡rápido, escóndete, mi papá ya viene!- Elicia le indicaba desde una esquina.
Xan agarro al cachorro entre sus brazos y lo escondió en una de las casas lo más rápido que pudo, se ocultó y por una de las rendijas alcanzó a ver que Silvano llegaba con la espada desenfundada en la mano.
-¿Qué… qué fue eso, Elicia?- se escuchaba el gimoteo de Silvano, había corrido bastante para llegar a donde estaba.
-N… nada padre, tal vez lo imaginaste- Ella trataba de disuadir a su padre para que se fuera de ahí.
-No lo creo, escuché claro un aullido, de un cachorro posiblemente- comenzó a buscar en el lugar.
Elicia empezó a ponerse nerviosa al ver que su padre se acercaba a la casa donde se había ocultado Xan, quien empezó a sudar frío al ver que se acercaba más y más Silvano, abrazaba al cachorro para que no hiciera ningún ruido, cerró los ojos esperando el inminente final, solo podía escuchar los pasos que se acercaban, pensó que ya todo estaba perdido.