Destello.

El artefacto.

Como un milagro, el grito de Elaine en la lejanía hizo que Silvano se detuviera abruptamente y prestara atención a su alrededor. 
-¡Silvano!- de nuevo el grito de Elaine se escuchaba, un poco más tenue que el anterior. 
Xan solo escuchó que retrocedía, abrió los ojos para ver cómo se alejaba de la escena aquel hombre, suspiró al saber que por el momento ya no estaría en peligro. 
-Por poco amiguito- le dijo al cachorro al momento que lo descubría de entre sus brazos. 
-Xan, tenemos que irnos, mamá encontró algo, vamos corre, deja al cachorro ahí, después venimos por él- Elicia le gritaba desde afuera dándose media vuelta y corriendo a donde estaba su madre. 
-Quédate aquí, después venimos por ti, te dejaré algo de comida y agua, solo, solo no salgas ¿De acuerdo?- la voz de Xan era dulce pero firme. 
El cachorro parecía entender las palabras del niño, se quedó sentado ahí donde lo había dejado, solo observó a Xan salir de la casa, buscó la poca comida que le había dejado y tomó agua. 
Silvano corría por el pueblo, su respiración se había agitado pensado en lo peor, buscaba a Elaine por los alrededores, se tranquilizó cuando la vio parada justo en frente del cuerpo del Marfan, al cual estaba examinando. 
-¿Qué pasó cariño?- la voz agitada de Silvano era evidente después de haber corrido un gran trayecto buscándola. 
-Mira esto, es algo raro- Elaine le señalaba las manos del Marfan. 
El se acercó y notó en las extremidades que tenía algo similar a un guantelete de metal, como el de sus espadas, pero este tenía una tonalidad totalmente oscura, no se lograba diferenciar entre su piel, las puntas eran muy afiladas. 
-¿Qué rayos es esto? ¿Cómo es que lo hicieron?- Silvano lanzaba preguntas al aire. 
-Así fue como le atravesaron el corazón a Sara, son fuertes, pero no a tal magnitud, lo que noté cuando estaba peleando contigo, es que son más certeros y por lo tanto en extremo peligrosos- le respondía Elaine. 
-Tal vez sí, pero la pregunta es ¿Cómo es que lograron hacer esto? Ellos no son tan hábiles con las herramientas como para lograr esto, solo que hayan aprendido, algo que no creo, no se relacionan con nadie más y nosotros tuvimos que aprender con cada prueba y error, así que, no sé, no se me ocurre algo más- estaba confundido. 
Arranco el guantelete del cuerpo inerte del Marfan para examinarlo más a detalle. 
-¿Puedo ver eso?- la voz de Astu los tomó por sorpresa. 
-Claro- Silvano le pasó el guante al chico, que se acercaba a paso lento hacia ellos. 
Él chico tomó el guante y lo observo cuidadosamente, lo movía para saber los movimientos del mismo, era demasiado grande para sus pequeñas manos, algo llamó su atención justo en la punta de los dedos. 
-¿Qué rayos es esto?- Astu no pudo evitar ocultar su cara de sorpresa. 
-¿Qué encontraste?- preguntaba Silvano acercándose al chico. 
-Miren aquí- les dijo señalando el guante -¿Ven las puntas? Es un material diferente, este trabajo requiere demasiado esfuerzo y dedicación, solo unas manos finas lo pueden hacer, además todo el guante podría ser de acero, a lo que pude observar en el pueblo, Yawri no lo sabe manejar, porque le faltan los conocimientos, pero con las notas que le deje ya podrá hacerlo ¿Ustedes sabían que los Marfan podían hacer esto?- Astu miraba de forma amenazadora a Silvano, después a Elaine. 
Ambos se quedaron mudos por un momento, no sabían de lo que hablaba, Silvano veía su espada, después el guante, pero no tenía una respuesta a la pregunta del niño. 
-Al parecer no saben de lo que hablas, deberías explicarles, sé que estás enojado, pero necesitas tranquilizarte, se nota en sus rostros que están tan confundidos como tú, así que tómalo con calma- no se habían percatado de Bimori que había llegado como la niebla, silenciosa. 
-¡Sabes que no me lo puedo tomar con calma, Se… ella… ella está muerta!- Astu empezó a gritar de rabia, se detuvo al comprender su falta, respiró profundo y se relajó, después de eso, empezó a hablar con más calma -está bien, Bimori, está bien, se los explicare cuando lleguemos al pueblo ¿De acuerdo?- se dio media vuelta, miró a Bimori a los ojos y le tocó el hombro, volteó de nuevo a donde estaba Silvano y le dio el guante -lo siento ¿Podrían guardar esto por mientras?- se alejó directo a la casa sin decir nada, dejando a Silvano con más preguntas en su interior. 
-Deben de disculparlo, perder a Sara… perderla a ella no fue fácil, no es fácil, ya hemos perdido bastante y ella era la única persona que nos quedaba después de tanto tiempo, ahora si me disculpan, iré a estar con el- Bimori se alejó entrando a la casa. 
Silvano solo afirmó con la cabeza, ahora más que nunca necesitaban tener empatía con los niños. Elaine se acercó a su esposo y lo abrazó por la espalda. 
-Tranquilo, estarán bien, como dijiste, son niños fuertes, solo dales un poco de tiempo- la voz calmada de Elaine tranquilizaba a Silvano. 
-Lo sé, aunque me preocupa que hagan algo imprudente por su rabia, los ojos de ese niño, no, perdón, de ese chico son diferentes y la chica, no puedo creer que lo tranquilice tan rápido, no me imagino que pudiera pasar si algo le llegara a pasar a ella- Silvano tenía dudas que necesitaba aclarar, pero no sería pronto. 
Xan y Elicia los veían desde lo lejos, al chico le sorprendió la reacción de Astu, desde que llegó no lo había visto de esa manera, pero tenía motivos y muy fuertes. 
En la casa, Bimori hurgaba dentro de la mochila de viaje de Sara, sacaba algunas cosas, una linterna de mano, misma que se guardó en uno de los bolsillos, sacó un pequeño cuaderno de apuntes, tipo diario algo desgastado, de color rosa, en el centro tenía una “S” plateada dentro de un cuadrado negro, la niña lo sacó y lo empezó a ojear, su cara cambio de repente. 
-A… Astu, deberías de venir a ver esto- decía con asombro. 
Astu que estaba en el otro lado de la casa, caminó hacia ella lentamente. 
-¿Qué es eso?- preguntó. 
-Al parecer es el diario de S… Sara ¿Quieres que lo lea?- preguntaba emocionada. 
-Claro, pero antes déjame ver que no venga nadie, son los secretos de Sara, no queremos que alguien más lo sepa- Astu fue hacia la puerta, al ver que Elaine y Silvano seguían examinando al Marfan, le hizo una seña a Bimori para que empezara a leer. 
 
 




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