En el pueblo, los días pasaban sin demora, los habitantes ignoraban por completo lo sucedido en las lejanías, incluso se les había ocultado el hecho de que la Dama de Blanco estaba por las cercanías, no querían infundir miedo a los demás, eso lo había decidido Katari, los ancianos restantes no estaban de acuerdo, si algo mas se avecinaba sería prudente que lo supieran.
Katari, preocupado por su hijo, en su desesperación estaba a punto de salir en su búsqueda, algo que a los demás ancianos no les complacía en lo absoluto, ya que siendo el más viejo de todos, era peligroso que anduviera afuera, tenía que esperar un poco más; caminaba por todo el salón, en ocasiones veía a través de las ventanas, salía a la puerta principal esperando escuchar que llegaban en los caballos, pero nada.
Los demás ancianos veían su desvelo, no había dormido en un par de días, era de esperarse al no ver llegar a su hijo, la excursión se extendió más de lo que esperaban, lo que significaba que habían tenido problemas y eso no era bueno para nadie.
Su atención se desvío un momento al escuchar el rechinar de las enormes puertas del lugar que se abrían de par en par; alguien entraba a paso lento, la luz del exterior no dejaba ver con claridad de quien se trataba, hasta que una silueta se pudo vislumbrar casi por completo al entrar en el recinto, era un joven de mediana edad, venia acomodándose su cabello color castaño, su mirada no perdía de vista a los ancianos, esos ojos miel se sentían penetrantes al examinarlos por completo, vieron con asombro su piel morena claro, más asombroso que eso era su vestimenta, algo inusual en aquel pueblo, una camisa blanca de manga larga, combinada con un pantalón liso totalmente oscuro, botines negros que hacían juego con la vestimenta, del pantalón sobresalían unos tirantes negros hasta los hombros; por fin el joven se plantaba en el centro del gran salón arrodillándose frente a Katari.
El mayor de los ancianos, quien se encontraba en el centro del salón, se fue incorporando a donde estaban sus colegas y tomó asiento detrás de la enorme mesa, solo a esperar a que empezara a hablar aquel joven.
-Buenas tardes mis señores, me presento, mi nombre es Eamon, soy hijo de Yawri y Yatziri- el joven se mantenía de rodillas ante ellos, hablaba con elocuencia, tan elegante y educado -tal vez no se acuerden de mí, pero yo de ustedes sí.
-Claro que nos acordamos de ti, mi niño, eras tan joven cuando se te mando fuera del pueblo- a Hasen se le cortaba la voz al verlo entrar, unas lágrimas salieron, mismas que limpio enseguida.
-Lo sé, mi señora, sé que solo usted no se olvidaría de mí, pero lo importante que nos acontece el día de hoy, es sobre la Dama de Blanco, se ha aparecido ante mi hermano menor, en el pantano, para ser más precisos- al escuchar eso los ancianos empezaron a susurrar entre ellos, el joven se levantó para poder verlos bien -no deberían de preocuparse mis señores, la Dama de Blanco le dio un obsequio a Xan…
-¿Un obsequio?- preguntaba Kunak interrumpiendo al joven.
-Así es mi señor- contestó enseguida.
-¿Qué tipo de obsequio?- preguntó de nuevo el anciano.
-Realmente no lo sé, pero debe der ser algo bueno ya que de no ser así, los hubiera asesinado justo ahí, eso lo sabemos todos, sobre todo yo que tuve que lidiar en algunas ocasiones con ella- los ancianos estaban asombrados al escuchar al joven hablar, casi nadie había visto a la Dama de Blanco y él ya se había topado un par de veces con ella, impresionante.
-¿Cómo sabemos que lo que dices es verdad?- le recriminaba Kunak.
-Mi señor, permítame mostrarle algo- el joven se empezó a quitar el saco, después comenzaba a desabotonarse la camisa descubriéndose el pecho -como sabrán o tal vez no, la Dama de Blanco trae consigo una daga, muy especial, la punta está en forma de cruz, por lo que hace una herida difícil de ignorar, se te queda marcada, además de eso está en forma de sierra, así que lo que toca, lo desgarra- el joven se había descubierto por completo su dorso, dejando ver una herida a un costado, tan grande como el puño de su mano -¿Lo ven? La daga entró, pero cuando salió, me desgarro por completo la piel, por suerte no dio en órganos vitales, si no, yo no estaría aquí, esta es la muestra que les doy mis señores- el joven se vestía de nuevo, dejando pasmados a los ancianos.
-Hay algo que no cuadra en tu historia y quiero que me contestes, si realmente antes habías tenido altercados con ella ¿Esta vez porque te dejo vivir?- la pregunta de Ikal hacia resonar el gran salón.
-Realmente yo tampoco lo sé, esa noche se acercó a Xan, como encomienda por parte de Katari, seguía de cerca los pasos de Silvano y compañía, yo estaba custodiando desde un árbol cercano, ella se acercó a mi hermano y después se postro frente a mí, con una agilidad que antes no había visto, me tomó por sorpresa y sabía que algo no estaba bien, por eso regrese a informarles.
-Tengo un par de preguntas que hacerte Eamon, te habías ido a tierras lejanas, no has venido desde hace mucho tiempo y no creo que solo por haber visto a la Dama de Blanco hayas regresado, como acabas de mencionar, has tenido varios encuentros con ella, además de que nos has dicho que ella no es un peligro para nosotros, lo que me lleva a mis preguntas ¿Cuál es el verdadero motivo? ¿Qué paso con tu anterior encomienda?- La voz de Itzae sobresalía de entre los susurros de los ancianos.
La sala se quedó totalmente en silencio, esperando la respuesta del joven. Eamon mientras tanto se terminaba de vestir, no llevaba prisa, o eso hacía pensar a los ancianos.
Katari aun con la discusión que tenía frente a él con los demás ancianos y Eamon, los ignoraba, antes que nada era padre y sus pensamientos estaban allá afuera, buscando a Silvano.