Destello.

Irreverencia.

Eamon empezaba a reír a carcajadas cuando vio que los niños ya estaban lejos, tanto los ancianos como Silvano lo veían extrañados por la actitud del joven.

-Vaya, son de temer esos niños he- soltaba unas cuantas risas más -no puedo creer que se hayan querido deshacer del regalo de la Dama de Blanco, pero es mi culpa, creo que pase por alto informarles tal cosa- el actuar de Eamon era diferente a como había llegado en un principio, era más suelto, menos elegante al hablar.

Silvano lo seguía viendo extrañado, solo estaba de acuerdo en algo con él, los niños eran de temer.

Los ancianos veían a Eamon algo confundidos, no esperaban esa reacción del joven.

-Creo que tienes algunas cosas que contarnos Eamon- Hasen le hacía frente.

-¿Es sobre el obsequio? Pensé que se habían dado cuanta, pero tal parece que no fue así- Eamon seguía con una actitud algo altanera hacia los ancianos.

Para Silvano, el tiempo parecía que no corría, veía como crecía la fricción entre Eamon y los ancianos, tenía que hacer algo para calmar las aguas, antes de que se convierta en un tsunami.

-Toquemos otro tema ¿Quieren?- Silvano empezaba a hablar lento, esperando que, por lo menos Eamon dirigiera su vista hacia otro lado -tenemos el asunto de entrenar a los chicos, con la demostración que nos acaba de dar, creo que serán unos grandes guerreros, también está la situación de ir a investigar el pueblo en las montañas, porque si los atacaron a ellos es muy probable que nos lleguen a atacar a nosotros de igual manera, no creo que el bosque nos sirva de mucha protección- las palabras de Silvano no servían de mucho, la tensión seguía creciendo entre el joven y los ancianos.

-Me parece que Silvano tiene razón- continuaba Eamon sin quitarles la vista a los ancianos -con respecto al entrenamiento, esta vez yo quiero tener la tutela tanto de mi hermano, como la de los otros chicos, si es que me lo permite el señor Silvano- el joven por fin cambiaba su visión, ahora para dirigirse a Silvano -me gustaría entrenar también a su hija, si es que le parece bien la idea, no estoy sobrestimando su labor, pero a mi parecer, esos niños necesitan un entrenamiento especial, su padre me mando mucho más lejos que a ustedes y se dónde estaría perfecto, le prometo que no les pasara nada, claro, adicional al cansancio que tendrán después de cada entrenamiento ¿Le parece?- el joven terminaba de hablar, le tendía la mano a Silvano, para que este la estrechara en afirmación a lo que había propuesto.

-Pero, aún queda ir a investigar las minas, no creo que puedas con todo a la vez- Silvano se mostraba algo temeroso.

-Ese asunto también lo tengo contemplado, en los viajes que he hecho, me topé con algunas señales de que había Marfan cerca, es algo inusual, solo debo unir esas piezas…

-¡No pueden tomar decisiones sin que nosotros estemos de acuerdo!- Ikal se levantaba de la mesa molesto.

-No creo que esta decisión sea de ustedes, esto va más allá, incluso de nuestra comprensión, como hemos visto, al guerra no solo nos afectara a nosotros y tal parece que ya han sucumbido dos pueblos, en donde vivían amigos nuestros, ustedes solo se preocupan por ustedes, así que, mis señores, les estoy infinitamente agradecido, pero me llevare a los niños, con o sin su permiso ¿Quedo claro?- Eamon se plantó en el centro del gran salón para hacerles frente a los ancianos.

-No te dejare marchar, mocoso insolente, llamare a los guardias para que te arresten y te exilien del pueblo- Ikal lanzaba amenazas al joven.

-Ikal, hermano mío- la voz de Itzae se escuchaba casi en un susurro -creo que no lo harás cambiar de opinión, además ¿Cómo pretendes exiliarlo si sabes que él puede entrar y salir a su antojo cuando quiera? Se razonable, si Eamon se los lleva a entrenar, se quedaran Elaine y Silvano en el pueblo y eso nos beneficiaría a todos, en mi opinión, será mejor que él se los lleve, siempre y cuando los niños estén de acuerdo y en este caso, Silvano de su aprobación- Itzae tomaba algo de agua y esperaba una respuesta de los demás ancianos.

El primero en hablar era Kunak, que había permanecido inmóvil desde que Astu había dado su demostración ante los demás.

-Creo que Itzae tiene razón, deberíamos de dejar que se los lleve Eamon, piénsalo detenidamente Ikal, no te dejes guiar por la ira en estos momentos- Kunak se levantaba de su silla hacia el centro del gran salón en donde se encontraba Eamon, puso su mano en su hombro y le sonrío.

Los demás ancianos secundaban a Kunak tan solo con la mirada. Ikal no se veía muy convencido de la decisión de los demás, pero era él en contra de los otros cuatro, no le quedaba de otra más que aceptar.

-Yo… yo tengo que consultarlo con Elaine, ella no estará muy de acuerdo con la decisión, pero veré que puedo hacer- Silvano salía con calma del gran salón, dejando atrás a Eamon con los ancianos.

-Muy bien, quedó decidido, señor Katari, usted sabe a dónde llevare a los niños, le aviso por si algún día quiere ir a visitarnos- Eamon les sonreía antes de salir del gran salón.

Al salir, Eamon veía alejarse a Silvano quien ya iba por la plaza central, a un lado del árbol de roble.

-¡Hey, señor Silvano, espéreme por favor!- Eamon corría un momento.

Cuando por fin le daba alcance, Silvano no se veía muy bien, se notaba preocupado, algo cabizbajo.




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